Nos detenemos frente a una encantadora casa de dos pisos que tiene un precioso jardín delantero con un camino de piedras que llevan a la entrada iluminado con farolas. Me bajo en completo silencio, mientras Luc apaga el motor y estaciona. Ha sido el viaje más tenso que he tenido. Me quito el casco y lo dejo sobre el asiento y me paso las manos por mi alborotado pelo para mantenerlo en orden. Luc sigue mi ejemplo y desmonta, sacándose el casco. Desvío los ojos de él y observo la casa de encantadora fachada y ventanas amplias que se encuentran iluminadas desde el interior. Ignoro el frío que me estremece y hace que me abrace a mí misma para mantener el poco calor, mientras la brisa azota mi pelo. La noche ha caído completamente y sigue siendo igual de oscura, sobre todo con las pesadas nubes que están sobre nosotros. La gente camina sobre la vereda, parejas, familias, jóvenes entrando y saliendo de los restaurantes y negocios locales que se encuentran cerca. Huelo la especiada y pes
Doy medio paso atrás, tambaleándome, parpadeo innumerables veces mientras lo observo. Una punzada se abre en mi pecho y siento el mismo dolor, luego de cada sueño. Él cierra los ojos y farfulla una maldición por lo bajo, mientras se pasa ambas manos por el rostro y el pelo, para luego darme la espalda. Las lágrimas pican tras mis párpados y siento que el aire me falta. Mi corazón late desenfrenado y herido, mientras mis piernas tambaleantes me apartan de ese tortuoso momento y me llevan hasta la puerta. Quito el seguro y abro, pero no logro salir, su mano se planta sobre la madera, al lado de mi cabeza, y cierra. Posa su otra mano sobre la mía, en el picaporte, y su pecho se clava en mi espalda, presionando ligeramente contra la superficie. Mi frente queda apoyada sobre la madera, mis ojos arden, mis piernas tiemblan y cada respiración es agitada y trémula. Miro al vacío. Me estoy ahogando. Me falta el aliento y cada latido en mi pecho duele como el infierno. El nudo se acrecient
Cuando bajo del taxi frente a la casa de mi hermano, una hora después, Natalia sale a recibirme con una sonrisa amable, antes de pagar la carrera y tirar de mi brazo hasta el interior de su preciosa casa de condominio. Huele a comida casera y se escucha la preciosa voz de Ella Fitzgerald a través de los altavoces, a un volumen moderado. Llegué aquí solo por inercia y, tal vez, un poco consciente de que para entrar a mi apartamento necesitaría llaves, que no tengo ahora conmigo. Solo traigo mi móvil encima y nada más que eso. Mi bolso lo tiene Luc en el compartimiento de su moto. Mi propia tristeza no me permitió ir tras él para pedirlo de vuelta. Me hubiera puesto a llorar frente a él. Bastante difícil fue salir de esa casa bajo la atenta y entristecida mirada de Juliette y Julián quienes, incluso sin conocerme - y tras nuestro escandaloso primer encuentro -, se ofrecieron llevarme de vuelta a casa. Cuando me negué y salí al fin a la noche oscura, pesada y fría, solo se me ocurrió l
Carter detiene el tenedor a medio camino y me mira. —La saqué rápido de allí. Quería que tuviera una cita con su hijo — blanqueo los ojos —. Bastante ridículo, ¿cierto?Deja los cubiertos despacios y se limpia la boca con la servilleta de tela. Toma su copa y da un largo sorbo, totalmente absorto en sus pensamientos. Frunzo el ceño. Estaba esperando una risotada o que gruñera que Audrey debía mantenerse alejada de mi vida, no este silencio. Miro a Natalia de soslayo y ella se encoge de hombros, tan curiosa como yo por su reacción atípica. —Era Georgia Moone, ¿verdad? — murmura, con seriedad. Ensancho los ojos y me yergo.—¿Cómo lo sabes? Suspira, pasando una mano por su cabello de ondas doradas. —Audrey me habló de ella hace unos días. En realidad no pensé que realmente lo haría y que solo intentaba fastidiarme con el hecho de lo orgullosa que estaba de que su hija pronto se casaría con un acaudalado tipo — hace una pausa y arruga la frente —. Mencionó a los Moone como lo mejor p
—Estás tarareando. La voz de Natalia me saca de mis pensamientos y casi me hace trastabillar. Parpadeo un par de veces, enfocando de nuevo el camino. Sin detener mis pasos apresurados, vuelvo el rostro para ver a mi sonrojada y sudada cuñada a mi lado.—¿Qué?—Que sigues con esa infernal melodía — resuella. La brisa fría cerca del río hace tener las mejillas enfebrecidas y el sudor apelmaza mi cabello atado en una coleta alta. —No sé de qué hablas — acelero solo un poco mi paso firme, adelantando y rodeando a un grupo de corredoras madrugadoras que siguen a un hombre que va por delante de ellas, y ahora, por delante de nosotras.Natalia resopla ruidosamente, mientras mantiene el firme esfuerzo para no quedarse atrás. —Santa María purísima. El murmuro ahogado de mi cuñada me hace mirarle nuevamente el rostro, tiene los ojos abiertos de par en par mientras mira adelante y luego me da un vistazo a mí, señalando con el mentón lo que la ha impresionado. Reprimo la risa al verla son
Termino de maquillarme y salgo del cuarto del baño, directo a mi armario. Natalia me ha dejado en mi piso y luego se ha ido tan rápido, como se ha cerciorado que estaba lo suficientemente motivada para no volver a meterme bajo las sábanas. Pero no sin antes dejar escapar un malicioso comentario sobre ella y su fogosa vida con mi hermano, como resultado se ha ganado quejas y muecas de asco, que trajo otra ronda comentarios perversos y risas, antes de poder por fin dejar de escucharla. Acabo de vestirme rápidamente y miro las cajas y algunos pares de zapatos desperdigados, producto de la escena de ayer por la mañana. Una vez termino de ponerme unos zarcillos, comienzo a ordenar y poner todo en orden. Sin dejar de escuchar la voz masculina que suena a través de los altavoces del piso. He pasado por Incubus, Bob Seger, John Mayer, Jack Johnson, Matchbox Twenty, Edwin McCain, Nickelback, por solo mencionar algunos de los innumerables solistas y grupos que he oído esta mañana, pero que al
Cuando da la una, alguien toca a mi puerta. He estado todo el día en la oficina, revisando montañas de recibos, planes de ventas y catálogos. San me ha entregado el inventario y lo he revisado meticulosamente nada más llegar. Pero aún queda trabajo que hacer y me gusta cerciorarme de que todo esté en orden. Simplemente me gusta tener mi lugar de trabajo bajo control. No es solo una boutique, es gran parte de mi vida y esfuerzo. Partí este negocio en un pequeño local y, en tres años, he logrado engrandecerlo poco a poco. Incluso cuando mi madre me dijo que no podría lograrlo, sigo aquí y en pie. Me aparto el cabello del rostro con ambas manos y alzo la voz para autorizar la entrada. Dejo el dossier pesado sobre la mesa y levanto la mirada. —Claire, tienes una cita — la voz dulce de Tita, quien abre la puerta tímidamente, me hace arrugar la frente. —No espero a nadie — contesto, confundida.Ella sonríe y termina de abrir del todo para dejar a la vista a Nick. —¿Ni siquiera a mí? —
—¿Podrías respirar un poco? — me burlo, limpiando con una servilleta de papel la salsa de mis dedos. Lo veo devorar su hamburguesa. Una de las dos extra grandes que ha pedido. Pensé ir a un restaurante más cómodo, pero como siempre Nick prefiere las cosas simples y me ha arrastrado hasta un local de comida rápida. Ha encargado todo lo que le ha venido en gana y, ahora, después de hablar de todo un poco y de contestar las múltiples preguntas que me ha hecho sobre mi vida, está comiendo entusiasmado. —¿Qué? — dice tragando y luego tomando varios sorbos de soda. —No sé dónde te metes todo eso — señalo con mi vaso, el contenido de su bandeja y las envolturas de la comida. —Se va a mi hermoso trasero, pequeña. ¿Por qué crees que es tan redondo y respingón? — se limpia la boca con algunas servilletas de papel. Comer con él es como estar con un niño. Es gracioso e impertinente, es como un hermanito menor malcriado a quién le brillan los ojos maliciosos cuando accedo a realizar sus cap