8.3

Me muerdo el labio inferior y doy un pasito atrás, sorprendida. Mis manos se esconden tras mi espalda. He sido pillada in fraganti y siento el calor subir por mi pecho e inundar mi cara. Él ladea el rostro, acorta la distancia con el ventanal, hace a un lado el visillo translúcido y abre. Trago con fuerza cuando él sale y se recarga en el marco, con los brazos cruzados y la mirada curiosa, brillante y oscura.

—¿No te sentías mal? — cuestiona, con una ceja alzada.

—Te dije que estaba perfectamente — alzo la barbilla y desvío la mirada.

Ahora mi mente se lo imagina quitándose el cinturón y luego desabrochando el botón para luego bajar lentamente el cierre del pantalón. Trago con fuerza.

—Entonces, ¿me estabas espiando por qué…? — descruza una mano y hace un ademán para que prosiga.

—Solo estaba explorando el jardín — contesto. Y en un intento de sacarlo de encima, agrego —; Sin ánimos de ofender, pero no eres algo demasiado agradable como para querer mirar.

Él alza ambas cejas asom
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