La nana Emma estaba esperándolos en las altas escalinatas de la mansión Hamilton, cuando bajaron del auto ella bajó con rapidez los escalones para abrazar a Patrick.—¡Oh, mi niño! —le dijo abrazándolo con fuerza— Sabes cuánto lo lamento, pero son cosas de la vida.—Lo sé, madre —para Patrick había sido muy fácil dejar de decirle “nana” para llamarla “madre", al fin y al cabo siempre la había sentido más cercana a él que su supuesta madre, Ivonne— Pero esto es grave.Emma Larson vestida elegantemente se conducía como la dama que siempre había sido, a pesar de haber vivido una vida dura por culpa de Ivonne Coleman, quien la había usado para satisfacer sus caprichos y malos manejos casi a lo largo de toda su vida.—¿A qué te refieres, mi niño? —le preguntó con cara de preocupación.—Te lo diré dentro, madre. Vamos a entrar.Emma no dijo nada, pero al ver a los cuatro individuos vestidos de traje que los habían venido acompañando en otro auto, se hizo a la idea de que algo no estaba muy
—¡¡¡Jajajajaja!!! —la risa fría y cruel de Ivonne Coleman se dejó escuchar en el recinto de visitas de la cárcel— Me hubiera gustado ver eso con mis propios ojos —dijo con acento cruel cuando Alexander Grassman le contó el saboteo y la explosión en Grecia, en la que resultó muerto Randall Hamilton.Grassman la miraba sonriente a través del vidrio de seguridad que los separaba, para él, ella no había perdido su encanto. Aún la veía como la mujer de sus sueños, aunque hubieran dejado atrás la juventud.—Hubiera sido bueno para ti, mi amor —dijo Grasmman con su voz aflautada— Pero disfruta el resultado.—Por supuesto que lo disfruto, querido —dijo ella con una sonrisa torcida en los labios— Pero hubiera sido fantástico haber estado alli, viendo al estúpido de Patrick y a su tonta esposa llorando por los rincones.—No sé esos detalles, cariño —le dijo Grassman un poco serio ahora— Pero sé que regresaron a Nueva York hace el día de ayer y para hoy en la mañana ya les tengo preparada una so
El amplio apartamento era un lugar muy confortable, por lo que se acomodaron sin ningún problema. El pequeño Randall II y su hermana compartían una amplia habitación desde donde se podía ver una buena parte de Central Park y eso les encantaba.La habitación la habían decorado ese día anterior con motivos infantiles y varios juguetes que hacían del lugar algo muy confortable para los niños. Para cuidarlos habían contratado a dos mujeres que serían sus niñeras y una de ellas era un agente especial del FBI que le habían proporcionado, por ser experta en operaciones de secuestros y situaciones de emergencia, su nombre era Susan Nolan.Los niños la adoraron desde la primera vez que la conocieron, ella sabía ganarse a los niños, tenía un rostro dulce y adorable, una figura esbelta y bien formada. Pero sería un error pensar que era una indefensa mujercilla Se había graduado con honores en la academia del FBI y era letal tanto con armas como sin ellas, terminó de segunda en su promoción, muy
Rachel y Susan estuvieron practicando lucha cuerpo a cuerpo durante una media hora más antes de darse cuenta de que Patrick las miraba desde la puerta del gimnasio, como si estuviera viendo un espectáculo de lucha profesional en la MMA.La primera en verlo fue Rachel cuando se levantaba después de que Susan la proyectara a un par de metros con una técnica desconocida para ella.—¿Patrick? —le preguntó con sorpresa, mientras este sonreía con una taza de café en sus manos, de la cual tomaba pequeños sorbos.—Sí, soy yo —contestó ampliando la sonrisa.—Ya sé que eres tú, bobito —le dijo Rachel secando el sudor de su cara con una toalla, mientras Susan estaba un poco más atrás mirándolo con curiosidad— ¿Cuánto tiempo llevas allí espiándonos?—Bastante —respondió de inmediato— Tanto, que me dio tiempo de ir a buscar una rica taza de café para disfrutar de la pelea.—¿Sabías que eres un bandido, Patrick Hamilton? —le dijo Rachel acercándose a su esposo y levantándose en la punta de los pies
Brian Harper estaba en el estacionamiento del campus de entrenamiento del FBI en New Jersey, cuando entró el vehículo del FBI que había ido a recogerlos en el apartamento. Se había habilitado una entrada expresa que tenía el edificio de manera que los vehículos que utilizaban Patrick y su familia, así como los del equipo de guardaespaldas, entraban de manera exclusiva por ellos, evitando que tuvieran que esperar afuera por mucho tiempo.Patrick y Rachel descendieron del vehículo y se acercaron a su amigo.—Bienvenidos, chicos —dijo en tono alegre Brian al extender la mano para darles un cálido apretón de manos antes de abrazarlos.—Hola, Brian —dijo Patrick al abrazarlo, y lo mismo hizo Rachel.—Imagino que quieren comenzar con el entrenamiento de una vez —dijo Brian— Así que hemos preparado una clase introductoria de unos veinte minutos para mostrarles los tipos de armas, aunque ya se que conocen lo básico, pero es bueno que sepan a qué se enfrentarían en el caso de un ataque.—Me p
Alexander Grassman trabajaba en su oficina desde temprano, pero esa mañana no estaba muy concentrado en los negocios de la empresa. Una preocupación mayor ocupaba sus pensamientos.Había estado buscando las maneras de conseguir que pusieran a Ivonne en libertad, ya fuera con recursos legales o de cualquier otro tipo. Había hablado con jueces y con personeros del gobierno federal, incluso con algunos congresistas quienes no eran precisamente sus amigos, pero recibían dinero de sus fondos para sus campañas personales y mantenerse en el congreso.El juez Grandin, de la corte suprema de justicia había recibido muchos “aportes" de Grassman, especialmente cuando era un novel juez de Nueva York y necesitaba proyectarse para seguir su carrera en los tribunales superiores. Y Grassman había sido su principal apoyo y la razón por la que fuera juez principal en la corte suprema de justicia.Por eso esperaba mucho de él, no había podido comunicarse porque habían estado en reuniones en la Suprema C
Grant Perlman estaba acostumbrado a escuchar algunas cosas, pero nunca había escuchado nada parecido de la boca de Alexander Grassman.—¿Una fuga, jefe? —dijo con los ojos abiertos de par en par— ¿De la prisión federal de Alderson, donde está Ivonne?—Exactamente, Grant, exactamente —dijo con una mirada extraña en los ojos— ¿De dónde más sino de allí?—Pero… jefe… Alexander —Perlman estaba atónito.—¿Te parece imposible, Grant? —le dijo en tono irónico, porque generalmente Perlman nunca se detenía ante nada, por más difícil que le pareciese. Grant Perlman suspiró recomponiéndose un poco del asombro.—Eso es algo bastante difícil, con todo y que esa prisión no es de máxima seguridad —dijo escogiendo las palabras con cuidado— Pero, como sabes, no hay nada que no se pueda hacer.—Por un momento pensé que habías perdido “el toque” —sonrió Grassman.—No, eso no se pierde —dijo Perlman torciendo el gesto— Por cierto, como te dije, ya están averiguando sobre las visitas a la cárcel donde es
Alexander Grassman estaba en la salita de vistas de la penitenciaría esperando a que llegara su “pichoncita” como él la llamaba. Sabía que los años de juventud habían pasado, pero no por eso dejaba de tener esperanzas de alcanzar una vida junto con Ivonne.A pesar de sus años, Grassman disfrutaba de encuentros íntimos con alguna que otra mujer de su agrado, porque él y su esposa no compartían mucha intimidad, en los últimos diez años estos habían sido tan esporádicos, que se podían contar con los dedos de una mano. Sylvia Grassman nunca había sido una mujer agraciada, pero tenía algo que Grassman quería más que nada: Un padre con un gran poder económico.Y no es que Alexander no llegara a querer a su mujer, pero no había sido el romance explosivo que hubiera deseado, tal como lo que había sentido con Ivonne Coleman en su juventud. Al perderla sufrió bastante, lo que terminó amargando su carácter y desarrollando un cinismo medio malévolo que marcaba toda su vida.Sus pensamientos se vi