Mi hermana seguía abrazándome cuando mi padre llegó a casa, y puso el grito en el cielo al vernos fuera, con aquella nevada.
Un último Adiós.Hacía la maleta en mi habitación, era tarde, demasiado tarde, y aún ni siquiera había cenado, pero necesitaba dejarlo todo listo, porque tenía pensado marcharme de madrugada, antes de que los gallos cantasen, largarme sin mirar atrás, sin despedirme de absolutamente nadie, para evitar que pudiesen detenerme.Tenía el corazón con demasiados parches como para aguantar nada más.Cerré la maleta, con resignación y luego me senté sobre el escritorio, preparada para escribir algunas cartas de despedida, porque a pesar de que no quería hacerlo en persona, sentía que, de alguna forma, debía hacerlo por escrito.Escribí un total de 4 cartas, para luego dejarlas sobre la mesa, cada una con sus respectivos nombres, coger la maleta y echar una última ojeada a mi habitació
Epílogo.Habían pasado cinco años, cinco duros años desde que había dejado todo atrás, y ya casi no dolía al pensar en el pasado, tan sólo había calma al pensar en que todo debía estar justo como debía.Mi aspecto había cambiado bastante, pues ya no me sentía la misma mujer que en el pasado. Tenía el cabello moreno y largo, y era mucho más fría que de costumbre.En aquel momento vivía en la ciudad de San Francisco, lejos de casa, de Nueva York, y de todo lo que pudiese acercarme a Green Place.Os parecerá irónico, pero después de dejar la empresa, y mi hogar atrás, lo único que quería hacer era trabajar en algo diferente. Estuve dando tumbos, trabajando en mil cosas distintas, hasta que di con lo que realmente me gustaba: trabajaba para una importante empresa que vendía ins
1. The Green House.Ser la hija del alcalde siempre trajo buenas experiencias, buenas amistades, buenos momentos, y cómo era de esperar, casarse con una de las familias más adineradas del pueblo.Jonathan Porter siempre fue un buen y justo alcalde, muy querido y respetados por todos, que llevó a nuestro pueblo a lo más alto, incluso comenzaron a venir turistas después de la primera fiesta del maíz.Aunque creo que era demasiado bueno, y pecaba de inocente, pues mamá siempre se aprovechó un poco de él.Para ninguno en aquel pueblo era un secreto que la señora Porter se había casado con él por el interés, pero después de la llegada de su primera hija, la mujer cambió un poco, se volvió amable y cariñosa con su pequeña familia, aunque su tosca personalidad siempre estaba presente.Elena Porter era
2. Vuelta al hogar.Me tomé quince días de vacaciones en el trabajo. Al señor Swan, mi jefe, casi le da un infarto cuando le avisé de ello, pues al ser su contable más eficaz, temía que sus finanzas se fueran al cuerno si yo no estaba en mi lugar.Era contable en la famosa empresa financiera The Wolfcer, y me iba muy bien.Cómo era de esperar, todo se fue por el desagüe al llegar a casa. Para empezar, mi maleta se había extraviado, y para terminar tuve que alquilar un coche para ir a la aldea, pues no había ni un maldito autobús disponible para viajar hasta allá.Imaginaos mi cara, yo, que iba con mis caros zapatos de Luis Buitons y mi vestido de Carolina Herrera, cogiendo una camioneta maloliente para ir a casa, por aquellas horribles carreteras de barro, escuchando música country, mientras daba vueltas al viejo mapa que me había
3. El granero de los Stormell.Entró en su granero, dejando atrás el maíz apilado, los caballos, incluso el tractor, y se detuvo junto a la pila. Me miró, agarrando una vieja toalla, para luego cedérmela.Date un baño – dijo, dejándome sorprendida con ello, pues en ningún momento eso entraba dentro de mis planes – no querrás aparecer frente a los Porter así, ¿no?Miré mi aspecto, él tenía razón, no sólo mis ropas estaban echas un desastre, también mis piernas y mis manos.Te estaré esperando fuera, junto al cobertizo, en mi moto – explicaba, para luego emprender la marcha, pasando por mi lado y deteniéndose al sentir mi mano sobre su brazo, mirándome sin comprender.Gracias – le dije, dejando caer mi
4. Una enfermedad mortal.Rodeé la casa y entré en mi habitación por el árbol que había frente a mi ventana, justo cómo solía hacer cuando era adolescente.Mi padre estaba allí, haciendo hueco en mi armario, para que se quedasen las visitas en aquella parte de la casa, y casi se muere del susto cuando me vio aparecer en la habitación.¿por qué no usas la puerta como todo el mundo? – pregunto al borde del infarto, haciéndome sonreír, para luego sentir su abrazo. – Me alegro de que hayas vuelto, tu madre y tu hermana estarán encantadas de ver que has vuelto – afirmó, con su ingenuidad muy presente.¿Cómo iban a estar mi madre y mi hermana felices de mi regreso?---Cuando bajé al salón, donde mi hermana, mi madre y Tyler tomaba
5. Caleb, el cerdito.Fui a comprar ropas unos días después, pues aún no tenía ni idea de cuándo me devolverían la maleta, incluso me hice con un vestido para la boda.Salía de los grandes almacenes, junto a mi hermana, pues mi padre la había “obligado” a acompañarme, ya que no tenía demasiadas amigas. No hablamos en todo el trayecto, como era de esperar.Iba pensando en mis cosas cuando ocurrió, mi hermana se paró en seco a saludar a la persona que teníamos en frente.Caleb – le llamó, haciéndome levantar la cabeza para mirarle. Nuestras miradas volvieron a cruzarse, y yo sentí aquella sensación cálida de nuevo. Tragué saliva, intentando parecer normal, observando como él miraba hacia mi hermana – ¿qué pasó con la camioneta de mi hermana?
6. La fiesta del maiz.Había llegado el gran día, ese día que todos en el pueblo estaban esperando, “La fiesta del maíz”, donde se celebraban diferentes actividades, todas ellas, con aquello que caracterizaba a nuestro pueblo, el maíz.Mis padres estuvieron nerviosos toda la mañana, ultimando los primeros preparativos para lo que sería el primer concurso, que tendría lugar en la granja de los Pitt, dónde las concursantes deberían recoger el mayor número posible de mazorcas posibles. La ganadora obtendría como premio una cita con el guapo Caleb, lo que me hizo pensar, por primera vez, desde la noche anterior, en él.Me largué sin decir media palabra justo después de ese beso, dejando mi camioneta y mis nuevas compras allí. La razón de ello era obvia, me aterraba lo que él me había hecho sentir