Su camioneta se detuvo frente a mi casa, y ambos supimos que aquella cita había llegado a su final, pero ninguno de los dos se movió aún.
El concurso de la granola.Ambos estallamos a carcajadas, volviendo a interrumpir nuestro beso.Se levantó, cediéndome la mano para que lo hiciese también. Cogí su mano y lo hice, para luego caminar con él hacia las cercas dónde se encontraban los terneros que entraban en el concurso.Eché de menos un beso al final de nuestra cita de anoche – le dije, haciéndole sonreír, observándome entonces, divertido.No quería estropear nuestra cita con besos – añadió.¿Estropear? – pregunté, levantando una ceja con ello.No quería que nuestro beso evolucionase y terminásemos haciendo más – levanté una ceja al escuchar aquello – esta vez quería hacer las cosas
Una película en su granero.La fiesta llegó a su fin tan pronto como mi padre entregó el premio a la oveja más hermosa de todas. Aún no comprendía bien por qué aquella fiesta se llama “La Granola” si consistía en la presentación de las ovejas más bien cuidadas de cada aldeano, para conseguir un estúpido premio de belleza.Elena se marchó a casa junto a Tyler, sin que hubiésemos hablado mucho más. Y yo me ofrecí al padre Thomas para ayudarles a meter todas las mesas y bancas en el camión de la iglesia.Gracias por ayudarnos, Sarah – me agradeció su madre, mientras metíamos las mesas de madera en el camión de la iglesia, nosotras solas, sin la necesidad de ningún hombre – Caleb y tú… - comenzó, aunque se detuvo pronto, sin saber bien c
Aceptar una culpa.Su camioneta se detuvo frente a mi casa y yo miré hacia él, dispuesta a despedirme, cuando sentí sus labios estamparse contra los míos. Cerré los ojos, dejándome llevar por aquel beso improvisado, que duró tan poco como un suspiro.Buenas noches, Sara – me dijo, volviendo a prestar atención al camino, algo abochornado y tímido. Era mucho más mono de lo que había pensado, lucía tan tímido y cohibido cuando estaba conmigo.Buenas noches, Caleb – me despedí, para luego salir del auto, observando como él se marchaba, mientras yo le despedía con la mano.Unos pasos a mis espaldas me hicieron darme cuenta de que, no estaba sola, pero no era Elena, sólo era mi madre.Al fin llegas – me espetó el
Huyendo de mi corazón.Mi hermana seguía abrazándome cuando mi padre llegó a casa, y puso el grito en el cielo al vernos fuera, con aquella nevada.¿se puede saber qué hacéis aquí fuera a estas horas? – preguntó él, haciendo que mi hermana se levantase, secase sus lágrimas y escondiese la prueba del delito a sus espaldas.Papá – la llamó mi hermana – tienes que convencer a mamá de que deje entrar a Sarah a casa – rogó, haciendo que él levantase una ceja, sorprendido por aquella petición de su hija mayor, pues ella nunca solía interceder por míSarah – me llamó mi padre, llegando hasta mí – ya basta, levántate, muchacha – me ordenó, y yo lo hice, pues nunca
Un último Adiós.Hacía la maleta en mi habitación, era tarde, demasiado tarde, y aún ni siquiera había cenado, pero necesitaba dejarlo todo listo, porque tenía pensado marcharme de madrugada, antes de que los gallos cantasen, largarme sin mirar atrás, sin despedirme de absolutamente nadie, para evitar que pudiesen detenerme.Tenía el corazón con demasiados parches como para aguantar nada más.Cerré la maleta, con resignación y luego me senté sobre el escritorio, preparada para escribir algunas cartas de despedida, porque a pesar de que no quería hacerlo en persona, sentía que, de alguna forma, debía hacerlo por escrito.Escribí un total de 4 cartas, para luego dejarlas sobre la mesa, cada una con sus respectivos nombres, coger la maleta y echar una última ojeada a mi habitació
Epílogo.Habían pasado cinco años, cinco duros años desde que había dejado todo atrás, y ya casi no dolía al pensar en el pasado, tan sólo había calma al pensar en que todo debía estar justo como debía.Mi aspecto había cambiado bastante, pues ya no me sentía la misma mujer que en el pasado. Tenía el cabello moreno y largo, y era mucho más fría que de costumbre.En aquel momento vivía en la ciudad de San Francisco, lejos de casa, de Nueva York, y de todo lo que pudiese acercarme a Green Place.Os parecerá irónico, pero después de dejar la empresa, y mi hogar atrás, lo único que quería hacer era trabajar en algo diferente. Estuve dando tumbos, trabajando en mil cosas distintas, hasta que di con lo que realmente me gustaba: trabajaba para una importante empresa que vendía ins
1. The Green House.Ser la hija del alcalde siempre trajo buenas experiencias, buenas amistades, buenos momentos, y cómo era de esperar, casarse con una de las familias más adineradas del pueblo.Jonathan Porter siempre fue un buen y justo alcalde, muy querido y respetados por todos, que llevó a nuestro pueblo a lo más alto, incluso comenzaron a venir turistas después de la primera fiesta del maíz.Aunque creo que era demasiado bueno, y pecaba de inocente, pues mamá siempre se aprovechó un poco de él.Para ninguno en aquel pueblo era un secreto que la señora Porter se había casado con él por el interés, pero después de la llegada de su primera hija, la mujer cambió un poco, se volvió amable y cariñosa con su pequeña familia, aunque su tosca personalidad siempre estaba presente.Elena Porter era
2. Vuelta al hogar.Me tomé quince días de vacaciones en el trabajo. Al señor Swan, mi jefe, casi le da un infarto cuando le avisé de ello, pues al ser su contable más eficaz, temía que sus finanzas se fueran al cuerno si yo no estaba en mi lugar.Era contable en la famosa empresa financiera The Wolfcer, y me iba muy bien.Cómo era de esperar, todo se fue por el desagüe al llegar a casa. Para empezar, mi maleta se había extraviado, y para terminar tuve que alquilar un coche para ir a la aldea, pues no había ni un maldito autobús disponible para viajar hasta allá.Imaginaos mi cara, yo, que iba con mis caros zapatos de Luis Buitons y mi vestido de Carolina Herrera, cogiendo una camioneta maloliente para ir a casa, por aquellas horribles carreteras de barro, escuchando música country, mientras daba vueltas al viejo mapa que me había