Thomas sentía el peso de cada mirada clavada en su espalda mientras Hilton se acercaba al estrado con la precisión de un cazador. A diferencia de Charles, cuya presencia transmitía apoyo, Hilton era afilado, calculador, y sus ojos tenían un brillo frío que prometía problemas.—Señor Sclavi —comenzó Hilton, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—, antes de empezar, permítame expresar mi admiración por su carrera. He escuchado que tiene bastantes logros. Aunque, claro, también algunos... incidentes.Thomas no respondió de inmediato, manteniendo su mandíbula tensa. Charles le había advertido que Hilton intentaría provocarlo, y tenía que controlar su temperamento.—Gracias —respondió, sin más.—Bien, avancemos. Habló usted anteriormente sobre su relación con el señor Torr, y sobre cómo los problemas personales entre ustedes afectaron su vida profesional. Pero quiero enfocarme en otra relación. Una que, curiosamente, parece haber influido mucho en usted desde el inicio de esta probation
La sala volvió a llenarse tras el breve receso. Las tensiones se sentían como una carga eléctrica en el aire. En el centro de todas las miradas, Thomas se encontraba sentado, más tenso que nunca. Sophia permanecía en su lugar en la galería, su mirada estaba fija en sus manos entrelazadas, intentando no levantar los ojos porque sabía que iba a mirar a su novio y se iban a delatar. Por recomendación de su madre, se mantenía en silencio y sin mirar a nadie.El juez Samuelson dio un golpe seco con el mazo, llamando al orden.—Hemos llegado al momento de los alegatos finales. Señor Hilton, puede proceder.Hilton se levantó con la confianza de un hombre que sabe que ha jugado sus mejores cartas. Se dirigió al jurado, su tono persuasivo pero afilado.—Honorables miembros del jurado, lo que hemos visto aquí es a un hombre cuya historia está plagada de violencia y temperamento explosivo. El señor Sclavi es un jugador talentoso, eso nadie lo discute, pero su conducta fuera del campo ha demostra
Un viento frío se coló por debajo de la puerta de Sophia, provocando un extraño silbido, fantasmagórico y espectral. El clima había cambiado abruptamente, y ya no había cálidas tardes de otoño para disfrutar. Ahora los días se habían vuelto helados y grises, anunciando la inminente llegada de un crudo invierno.Un par de pies envueltos por unas pantuflas de un popular personaje de Disney aparecieron en el marco de la puerta. Era Sophia que iniciaba su jornada con su rutina diaria. En el sofá, Rex descansaba a gusto, con la manta envuelta sobre su cabeza, roncando y ladrando en sueños, ajeno a que su cuidadora había iniciado su jornada. Reprimiendo un bostezo, Sophia se acercó a la pava eléctrica y presionó el botón de encendido para hacerse un café. Miró a través de la ventana de la cocina y observó su jardín: Casi todos sus árboles estaban en estado latente, iniciando el sueño del invierno, y debería de aprovecha para podar algunas ramas.Un mensaje llegó a su teléfono, que le advirt
Sophia se quedó mirando a Thomas, asimilando sus palabras. La sinceridad en sus ojos oscuros le dejó claro que no se trataba de una advertencia para alejarla, sino de una invitación a entender plenamente lo que implicaba estar con él. Thomas no solo le ofrecía su amor, sino también los desafíos que venían con él, y ese nivel de transparencia la conmovió profundamente.Ella tomó aire, dejando que las emociones se asentaran antes de responder.—Siempre voy a querer estar contigo, aunque nos persigan todos los paparazzis del mundo.Thomas la miró fijamente durante un largo momento, su expresión se suavizó y una pequeña sonrisa apareció en sus labios.—Sabía que eras fuerte, pero escucharlo de ti… —Sacudió la cabeza con admiración—. Eres increíble, amor.El camarero se acercó justo en ese momento, interrumpiendo el momento. Les ofreció el menú y, después de tomar sus pedidos, los dejó a solas nuevamente. La conversación se volvió más ligera, con Thomas compartiendo anécdotas del club y So
Thomas sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Se quedó en silencio, observando el rostro de Sophia con una mezcla de sorpresa y preocupación.—¿Se mató? —repitió en un susurro.Sophia asintió, con la mirada fija en un punto indefinido de la mesa. Jugaba distraídamente con su servilleta entre los dedos, como si mantener sus manos ocupadas evitara que las emociones la abrumaran.—Fue un accidente de tránsito —explicó tras un largo suspiro—. Me llamaron en la madrugada para avisarme. Un choque en la autopista. El auto quedó destrozado… y él no sobrevivió.Thomas notó el tono contenido en su voz, como si las palabras fueran piezas frágiles de un rompecabezas que no quería armar. Pensó en tomar su mano, pero temió que ella se alejara, así que esperó.—Lo siento mucho, Sophia —dijo con sinceridad.—Yo también lo sentí —murmuró ella—. Pero no por las razones que creerías.Thomas frunció el ceño.—¿Qué quieres decir?Sophia cerró los ojos un instante, como si reunir las palabras le costa
Thomas no soltó la mano de Sophia. No hizo ademán de abrazarla ni de decirle que todo estaría bien, porque sabía que no era lo que ella necesitaba. En cambio, se quedó en silencio, dándole el tiempo que ella quisiera para respirar, para recomponerse.El sonido de los cubiertos y las conversaciones a su alrededor parecía lejano, casi inexistente. Sophia intentó retirar su mano, sin brusquedad, sino con un gesto medido, como quien pone distancia sin cerrar del todo la puerta, pero Thomas no se lo permitió. Cuando sintió el suave movimiento de la mano de su novia intentando alejarse de él, el rugbier cerró aún más los dedos, impidiendo que se vaya.—No estás sola en esto —le recordó. Sophia lo miró con sus expresivos ojos. Thomas identificó en ellos años de profundo dolor y sufrimiento. Tristeza y trauma por su pasado. Parecían los ojos de un perro o un gato maltratado, implorando a la persona que tenía en frente que por favor no le haga más daño del que ya había pasado, porque había suf
La brisa nocturna los envolvió cuando salieron del restaurante. Sophia se abrazó a sí misma, no tanto por frío, sino por la sensación de liviandad que la invadía tras la conversación con Thomas. Sentía su mente aliviada, pero su cuerpo vibraba con una tensión distinta, una electricidad silenciosa que se deslizaba entre ellos en cada mirada, en cada gesto.Thomas no dijo nada mientras la guiaba hasta su auto. Le abrió la puerta y esperó a que se acomodara antes de cerrar y rodear el vehículo para tomar asiento al volante. El trayecto fue silencioso, pero no cómodo. Había algo denso en el aire, algo que pesaba y se aferraba a la piel como un susurro apenas contenido.Cuando llegaron a casa de Sophia, él apagó el motor y se giró hacia ella. La mujer sintió su mirada recorriéndola con una calma estudiada, como si midiera cada uno de sus movimientos antes de hacer algo. Ella no habló. No se movió. Solo esperó.—Vamos adentro —dijo él finalmente, con voz grave.Sophia asintió y salió del au
Thomas despertó antes que ella. Acostado de lado, la observó respirar con la tranquilidad de quien, por primera vez en mucho tiempo, había encontrado un refugio seguro. Sophia dormía con el rostro relajado, con los labios apenas entreabiertos y una mano descansando cerca de su boca. Sus senos habían sido tapados por el borde de la sábana rosada, y su cabello estaba desordenado sobre la almohada, largo y sedoso, se extendía. Thomas, con un gesto instintivo, deslizó los dedos por algunas hebras sueltas, apartándolas de su rostro con la misma reverencia con la que se toca algo sagrado.No quería moverse. No quería hacer nada que rompiera la quietud de ese instante. Pero su mente, disciplinada por años de exigencia en el rugby, ya estaba despierta, procesando la noche anterior y el abismo en el que había caído sin remedio. No era solo deseo. No era solo necesidad. Era algo más profundo, algo mucho más importante que sólo amor. Era devoción plena hacia ella que tanto había arriesgado sólo