Paciencia

Thomas no soltó la mano de Sophia. No hizo ademán de abrazarla ni de decirle que todo estaría bien, porque sabía que no era lo que ella necesitaba. En cambio, se quedó en silencio, dándole el tiempo que ella quisiera para respirar, para recomponerse.

El sonido de los cubiertos y las conversaciones a su alrededor parecía lejano, casi inexistente. Sophia intentó retirar su mano, sin brusquedad, sino con un gesto medido, como quien pone distancia sin cerrar del todo la puerta, pero Thomas no se lo permitió. Cuando sintió el suave movimiento de la mano de su novia intentando alejarse de él, el rugbier cerró aún más los dedos, impidiendo que se vaya.

—No estás sola en esto —le recordó. Sophia lo miró con sus expresivos ojos. Thomas identificó en ellos años de profundo dolor y sufrimiento. Tristeza y trauma por su pasado. Parecían los ojos de un perro o un gato maltratado, implorando a la persona que tenía en frente que por favor no le haga más daño del que ya había pasado, porque había suf
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