Terminaba de ponerme las botas cuando Lena entró en mi habitación. La observé de arriba abajo y sonreí, vestíamos exactamente iguales. Un vestido corto, una gabardina de cuero, todo de negro con la única diferencia que mis botas llegaban más arriba de mis rodillas.Habíamos llegado hace tres horas y nos preparábamos para la reunión con los líderes de algunas de las familias de Estados Unidos, incluyendo Los Ángeles, Chicago, Miami, California y Nueva Jersey. Manteníamos un tratado de paz con estos grupos, lo cual resultaba beneficioso para el contrabando que entraba y salía del país de cada familia. Anualmente se reunían para discutir asuntos clave y Francia fue elegida como el lugar neutral para este encuentro. Darko, quien se ausentó dos días atrás por nuestros problemas familiares, había comunicado a los líderes el ligero cambio en la reunión. Desconocíamos si estaban de acuerdo o no, ya que en cuanto terminó de informarles a través una videollamada, simplemente colgó. Nos había
—¿Están seguras de que dos mujeres pueden manejar esta clase de negocios? Esto no es lugar para juegos de niñas. Deberían de estar en casa con los niños o de compras, como hacen todas las demás princesas de la mafia.El comentario, lleno de machismo y desprecio, generó murmullos incómodos en la sala. Sin embargo, antes de que la tensión pudiera intensificarse, Lena, con su cruda mirada, intervino.—Te sugiero que midas tus palabras. La capacidad para dirigir no está determinada por el género, sino por la inteligencia y la eficacia. Si no tienes nada constructivo que aportar, sería mejor que te mantuvieras en silencio o mi paciencia acabará y te llevaras una bala contigo a tu jodida Nueva Jersey.El silencio regresó, pero esta vez cargado de una advertencia implícita. Mi mirada se cruzó con la de Lena y asentí.—¿Entonces no tienen miedo de estar rodeadas de tantos hombres aquí en esta sala?, son las únicas mujeres. —Algo en su mirada no me gustaba y quise reírme—. No podrían con todos
POV DARKO ROMANOV—¡La vida de lujo en las islas griegas! Voy a comprar una casa tanto en Santorini como en Mykonos. Necesito tus sugerencias, ya que es tu país.—Las propiedades en venta son un poco escasas, pero supongo que puedo hacer algo al respecto. Y, claro, con una vista al mar, porque, ¿quién puede resistirse a eso?—Exactamente.—Ah, ¿es por qué quieres mantener vigilada a Lena? No debes preocuparte, estará a salvo conmigo. Nada malo le sucederá.—Lena será vigilada, eso ni siquiera es tema de discusión —aclaré, mientras lo miraba fijamente—. Todo esto es para mi esposa. Le encanta tu país, así que necesitamos una casa para nuestras escapadas vacacionales.En su rostro se formó una sonrisa que me provocaron ganas de borrarla de inmediato.Cambiarla por un gesto de dolor sería lo mejor —pensé. —Después de todo eres detallista —comentó, cruzándose de brazos. Rodeé los ojos—. ¿Quién lo diría?—Es mi mujer, merece lo mejor. —Me encogí de hombros—. Espero que también mi hermana
—Lo soy —respondí, sin un ápice de arrepentimiento en mi voz—. Tenlo siempre en cuenta.La tensión se espesó en el aire mientras aguardábamos a Alessandro en el punto designado para la emboscada. La oscuridad de la noche nos envolvió, y los susurros del viento amplificaron la expectación que flotaba en el ambiente.—¿Estás seguro de que Alessandro se creyó tu historia? —inquirí a Xander, mi mirada recorriendo el lugar con cautela.Xander, con los ojos fijos en el punto de encuentro, frunció el ceño.—Debería haber llegado ya. ¿Dónde demonios está?Mis ojos escrutaron la oscuridad circundante, la incertidumbre aumentando.—Pero, ¿realmente crees que te compró la historia? Porque hasta ahora, parece todo lo contrario. —Chasqueé la lengua sin creerlo—. Mierda, no puedes hacer algo bien.Suspiró, su expresión mostrando una mezcla de impaciencia y frustración.—Confía en mí, Darko. Alessandro caerá en la trampa. Fui convincente y el necesita tus rutas para seguir saboteando tus entregas. T
—Probablemente pienses que soy una estúpida, pero... no quiero que mi padre muera. No deseo cargar con esa culpa; solo hay que dejarlo ir. Esta vez no volverá, y yo no volveré a ceder ante sus llamados.Lena, quien había estado observando con binoculares el bar donde tendría que reunirme con mi padre, volteó a verme.—No sé mucho sobre padres ni el vínculo que debería existir con ellos, pero... si hubiese tenido a mis padres, nunca en mi vida sería capaz de matarlos. —Apretó mi mano y asentí—. Te entiendo. Nadie lo tocará, pero si tengo que elegir entre él y tú, sabes a quién elegiré.Sentí cómo un peso que había estado cargando las últimas horas se desvanecía por completo.Mi celular sonó de repente, e inhalé hondo antes de contestar.—Dime.—¿Dónde estás? ¿Vas a venir? No hay tiempo. —Se notaba muy ansioso—. Necesito el dinero, Isabella.El bar donde me había citado estaba rodeado de los guardias del Don Alessandro. Uno de mis hombres había intentado entrar después de un recorrido,
De repente, la radio de Lyonya crujió con vida, y nuestros oídos captaron las voces entrelazadas de los hombres que se comunicaban en clave. Algo estaba sucediendo.—Lyonya, ¿todo está bien? —pregunté ansiosa.—Nos encontramos con resistencia, pero estamos avanzando. No se muevan. Mantengan su posición —ordenó, y el tono de su voz dejaba claro que la situación no era tan simple como habíamos esperado.La espera se volvió eterna, y mi mente divagaba entre temores y esperanzas. El ruido de metrallas no ayudaba en nada. —No aguanto más —exclamé—. Entremos por atrás, tengo que saber que está bien, por favor. Juntas podemos. —Recuerda todo lo que te enseñe y no dudes en ningún momento, Isabella. Esos hombres no dudaran en matarte. ¿Entiendes? —tragué duro y asentí. La oscuridad nos envolvió, y solo la tenue luz de nuestras linternas guiaba nuestro camino. No sabíamos qué encontraríamos, pero estábamos decididas a enfrentarlo. A medida que nos acercábamos, los disparos y gritos de los h
Alessandro, con una sonrisa siniestra, observó nuestras expresiones con deleite mientras su mano herida sostenía la sangre que brotaba. El silencio se hizo más denso cuando pronunció sus palabras con frialdad.—En quince minutos, este edificio se convertirá en escombros. Las cargas explosivas que acabo de activar asegurarán que no quede piedra sobre piedra.La noticia cayó como un manto de plomo sobre nosotros.Mis ojos se abrieron con incredulidad, y mi corazón pareció detenerse por un momento. El aliento se me escapó como si alguien hubiera perforado mis pulmones y el tiempo, que hasta ese momento se movía en un flujo constante, se convirtió en un cruel antagonista que marcaba el límite entre la vida y la muerte.La habitación comenzó a dar vueltas a mi alrededor, y mis piernas temblaron ligeramente. Él continuaba hablando, pero sus palabras eran un zumbido lejano. Un frío intenso se apoderó de mí, y el nudo en mi garganta me hizo casi imposible respirar.—¿Por qué no hay nadie aquí
—¿Qué? —preguntó desconcertado.—La única manera de sacarte de esas esposas es rompiendo tu dedo pulgar. —Mi voz tembló, consciente de la brutalidad de la sugerencia. Sabía que no había otra opción si queríamos liberarlo antes de que todo se viniera abajo.Darko asintió, aceptando el precio que tendría que pagar para su libertad. Con manos temblorosas, busqué un objeto que pudiera servir para la tarea, mientras el tiempo seguía su marcha inexorable.Agarré una barra de metal que encontré cerca y regresé hacia Darko. Sabía que este acto sería agonizante, pero no había tiempo para la duda. Él me miró con una mezcla de gratitud y pesar, como si lamentara ponerme en esta posición.—Isabella, hazlo —dijo con voz entrecortada. Sus ojos nunca se apartaron de los míos, buscando consuelo en medio de la inevitable tortura—. Puedo aguantar otro hueso roto.Respiré hondo, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con escapar nuevamente. Con un movimiento rápido y preciso, apliqué la fuerza