CAPÍTULO 38

—Yo... lo pensé.

Pero no pude hacerlo.

La Thalassi sentía como su corazón latía sumamente rápido bajo su pecho.

—Porque yo jodí tu plan, ¿No es así?

Valerio gruñó tirando del pelo de Livana acercándola a él, provocando que esta gimiera.

Sus orbes se clavaron en ella con una intensidad que la asustó.

Estaban oscuros, llenos de rabia.

Sus colmillos sobresalían mostrando lo poderoso que él era.

—Porque no quería hacerte daño —admitió al fin ella en voz alta.

Por un momento los dos se dedicaron a mirarse fijamente.

Livana deseó fervientemente poder ver qué era lo que pasaba por la cabeza del macho, porque su expresión permanecía imperturbable.

Quizás no debía haber sido tan débil como para admitirlo pero ya estaba hecho.

—¿Hacerme daño? ¿Tú a mí?

Él mostró una letal sonrisa ladina en señal de burla por las palabras de Livana, y ella sintió que sus mejillas se coloreaban de rojo.

Si bien era cierto que ella era muy débil en comparación a él, no era a eso a lo que ella se había referido.

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