Estela tomó la decisión de ir a un bar cercano para quitarse un poco de tensión y es que habían sido semanas llenas de mucho trabajo y quería al menos sentirse más ligera. Sin embargo ella también se estaba complicando la vida con todo el asunto del moreno. Pensaba que si, no se tomaba un respiro, terminaría colapsando. Inspiró hondo. Estela entró al bar, sintiéndose aún confundida por esos sentimientos extraños que comenzaban a florecer dentro de ella, dirigidos a Noah. Era como si su presencia se hubiera incrustado en su mente de una manera que no podía ignorar. A pesar de la música y las luces parpadeantes, sus pensamientos se centraban en él, en sus ojos y su hermosa sonrisa, todo se transformaba en algo especial. Se acomodó en la barra y pidió una bebida, intentando distraerse. Pero mientras el líquido llenaba su vaso, su mente seguía regresando a Noah, a cada una de sus interacciones recientes. Era como si ahora se hubiera metido más en su cabeza, y esa sensación la hacia se
Aria despertó en la mañana, ofuscada por la luz del sol golpeando su rostro. Se soltó de las sábanas y salió de la cama, enderezando su espalda. Aunque durmió, se sentía agotada aún. Tres pequeños revoltosos se presentaron en la habitación y ella los recibió repartiendo dulces besos sobre cada uno. Aria, aún inquieta por la necesidad de sus trillizos por saber de su padre, tenía que fingir que nada malo pasaba. Que todo estaba bien. —Mamá, quiero comer tortitas. —¿tortitas? —Yo también —coincidió Arthur con sus ojos brillando —. Las tortitas qué vimos en la tele. Maximiliano se relamió los labios al tiempo que tocaba su pancita. Aria no pudo evitar sonreír y sentirse curiosa. Así que tras indagar un poco se puso al tanto de las "tortitas, que sus pequeños querían comer. Después de un rato, y después de asegurarse de que comieran, pudo sentarse en el sofá y descansar. Los niños, mientras tanto, estaban jugando en la habitación. Aria se acomodó en el sofá de su nuevo departam
Días antes...La morena se sentía profundamente afectada después de haber recibido el rechazo de su jefe. Pretendía que no le afectaba, pero por dentro estaba muriendo de odio. Se preguntaba cómo era posible que no fuera como los demás hombres. Aún recordaba la primera vez que puso un pie en su oficina, cuando miró esos ojos azules como el mar. Desde ese momento, su vida cambiaría para siempre. No podía evitar sentirse atraída por quien rápidamente se convirtió en su jefe.Se esforzó por dar lo mejor de sí, ser competente y perfecta en todos los sentidos, con la esperanza de llamar la atención de Maxwell Kensington. Pero todo se vino abajo como un castillo de cartas, dejándola con un sabor amargo.Aquella mañana, la morena caminaba por calles repletas de transeúntes. Odiaba su vida, detestaba no tener la suerte de pertenecer a una familia adinerada. Sin otra opción, debía usar el transporte público, pero al menos ahora podía darse el lujo de tomar un taxi con más frecuencia.Enfadada
Maxwell había salido salido de la reunión. Al abordar su deportivo en el estacionamiento subterráneo, sintió una punzada aguda en su cabeza, como si un rayo de dolor lo atravesara.Mientras conducía por las calles, el dolor se intensificó, llevándolo a un estado de alerta. Con cada giro, las luces de la ciudad parecían bailar, distorsionadas por la niebla de su malestar. Sin previo aviso, el dolor se volvió insoportable, y en un impulso, frenó de golpe. El sonido del neumático chirriante resonó en la noche, pero no fue el único ruido que se escuchó. Un estruendo sordo siguió: el impacto de otro vehículo chocando contra la parte trasera de su auto.Maxwell sintió cómo su cuerpo se sacudía por la colisión. Con dificultad, giró la cabeza para ver el daño, pero el dolor en su cabeza lo mantenía aturdido. Mientras tanto, Aria, quien viajaba en el coche que había impactado, maldijo en voz baja. Había estado distraída, pensando en sus propios problemas, y ahora estaba furiosa por el idiota q
Maxwell salió de la casa de sus padres con el corazón palpitante, decidido. La conversación con sus padres seguía siendo una tortura en su cabeza, pero ya no había lugar para las dudas. Se subió a su auto y, sin pensarlo dos veces, pisó el acelerador. La adrenalina corría por sus venas mientras avanzaba entre los autos, aferrado al volante con una fuerza casi desesperada. Su mirada era intensa, fija en la carretera que se extendía delante de él.La ira lo invadía, pero ese mismo enojo era el que lo empujaba a seguir adelante. De repente, frenó en seco en un área de descanso, sacando su teléfono. Y marcó el número de Noah. Pronto la voz de Noah se escuchó. —¿Maxwell? ¿Qué pasa? Estoy en la oficina, trabajando en un caso. ¿Algo urgente?Maxwell respiró hondo antes de hablarle sobre su decisión. —Te llamo para decirte que he decidido hacerlo. Quiero conocer a los trillizos.El silencio se apoderó de la llamada. Noah, sorprendido, no sabía qué decir al principio. La revelación de su a
Aria al separarse de Maxwell se dio cuenta de lo que acaba de ocurrir, entonces disimuladamente intentó mantener la calma, mientras con movimientos torpes quitó las lágrimas de su rostro, aunque el líquido salado había hecho ya el recorrido. —Maxwell, aunque quise tomar la decisión de irme, créeme que tenía mucha ilusión de que me acompañaras en todo el proceso de mi embarazo, créeme cuando te digo que deseaba que estuvieras allí durante el nacimiento de los niños, pero no tuve otra opción. Maxwell, que había prometido tener una conversación civilizada encapsuló el enojo potente y se mostró más comprensivo con lo que ella le estaba diciendo. —¿Por qué dices eso? Aria alzó la mirada y conectó con sus profundos ojos azules que inevitablemente la sometían, entonces tomó un profundo respiro antes de darle una respuesta. —Tu madre me amenazó, Maxwell, recibí amenazas de parte de tu madre, ella me advirtió que si no me marchaba y me alejaba de ti, entonces haría todo lo posible para qu
Cuando se apartó, ambos tenían la respiración entorpecida. A duras penas tratando de recuperar el aire que exigían sus pulmones. La mujer se enrojeció hasta la médula y trató a fingir que lo ocurrido no le afectaba en absoluto, pero en su expresión era más que evidente que aquel beso le aturdió mucho. Que lo que creyó extinto, en realidad seguía quemando. —Maxwell...—Aria, aún después de esto, ¿vas a seguir fingiendo que no sientes lo mismo? —inquirió de manera atrevida y ella en lugar de darle una respuesta solo lo abrazó y no quiso soltarlo, él frunció el ceño, pero devolvió el gesto —. Debería tomar esto como un sí... Lo haré. Ella de inmediato se separó y sonrió fugazmente. Si bien era cierto que habían pasado demasiadas cosas entre ellos y ahora la reconciliación tan esperada se sentía también precipitada, más bien inesperada, sus sentimientos hacia Maxwell nunca antes habían estado tan claros como ahora, pero el miedo también seguía palpitando dentro de ella, casi como una b
Amanda de camino a su trabajo se detuvo mirando los escaparates de aquella boutique. Sin duda alguna deseaba tener poder adquisitivo y adquirir todo lo que se le antojara, sin embargo eso era imposible. Ahora no podido darse el lujo de comprar la cantidad que quisiera de vestidos de diseñador, su presupuesto era siempre limitado, ya no quería seguir así. Por eso, Maxwell Kensington era su medio para cambiar su vida para siempre. No podía permitir que Aria y su regreso a su vida, le quitara esa oportunidad. Mientras sus pensamientos estaban dirigidos a sus deseos obsesivos, apretaba con dureza sus puños sin darse cuenta, con los ojos inyectados de un loco cometido. Ring ring. Buscó en su bolsa el teléfono y tomó la llamada de inmediato. —Sebastián, ¿qué pasa ahora? —¿La princesita está de mal humor el día de hoy? Amanda, necesito que te apresures.La morena puse los ojos en blanco, no se sentía obligada, pero sí presionada de alguna forma; ella todavía necesitaba encontrar el mom