* CANDICE *—Buenos días, preciosa, ¿Cómo amaneciste?Di un respingo apenas escuché la voz de mi jefe a centímetros de mi oído. Un cosquilleo recorrió mi espalda, y sentí cómo mis mejillas se ruborizaron intensamente.Retrocedí con un movimiento brusco de mi silla giratoria, observando cautelosamente a mí alrededor. Por suerte, mis compañeros de cubículo aún no habían llegado. Al menos por el momento, no tendríamos que preocuparnos de las miradas indiscretas.Finalmente, elevé mi mirada hacia el señor Mancini, quien me observaba expectante. Él lucía de muy buen humor, y por la manera en la que tomó asiento en el escritorio de mi pequeña área de trabajo, tampoco sentía ningún tipo de temor de que alguien comenzara a esparcir rumores sobre nosotros dos.Mi jefe se cruzó de brazos y me dedicó una mirada dúctil.—No te angusties, antes de salir de mi oficina, revisé que no hubiera moros en la costa —dijo, con una sonrisa radiante. Luego, consultó la hora en su reloj de muñeca—. Solo somos
* GIOVANNI *Sobre mi cadáver…Instalar cámaras y micrófonos en el Departamento de Desarrollo ha sido una de las mejores decisiones que he tomado como presidente de esta compañía.Desde la comodidad de mi silla, podía observar las imágenes en blanco y negro que se desplegaban en la pantalla de mi tablet. Esta tarde, mientras las pasaba una a una hasta llegar a mi favorita, aquella que me mostraba a Candice concentrada en su trabajo mientras intentaba finalizar algunas tareas pendientes antes del final de su jornada, recordé cuánta curiosidad sentí al verla pasar hasta su cubículo con su celular en la mano, absorta en su conversación.Hice algo que pocas veces hago, y eso fue accionar el micrófono que coloqué bajo su escritorio. Por lo general, siempre me he conformado con observarla trabajar, pero esta vez sentí demasiada curiosidad como para dejarlo pasar. Gracias a esto, me enteré de los planes de Marcus. Aún puedo sentir cómo mi sangre hierve cuando escuché a Candice considerar la
*CANDICE*Me escondí detrás de la puerta de uno de los cubículos del baño de damas, ubicado tres pisos por debajo del departamento de desarrollo, y rompí en sollozos incontrolables. Sentía el rastro de lágrimas en mis mejillas mientras intentaba calmarme, lidiando con la frustración y el enojo.¿Cómo pudo hacerme esto? ¿De verdad el señor Mancini no dejará de confundirme con sus acciones desde que sucumbimos a nuestro deseo?Puse una mano en mi pecho, buscando recuperar la serenidad. No necesitaba que alguien entrara al baño y me escuchara en ese estado. Salí del cubículo una vez que mi respiración se estabilizó, dirigiéndome hacia el lavamanos donde me encontré con mi lamentable reflejo.Las lágrimas habían dejado manchas en mi maquillaje, así que tomé un par de toallitas de papel, las humedecí y limpié el desastre. Afortunadamente, pronto los pasillos de la empresa estarían vacíos, solo tenía que esperar a que mis compañeros de departamento se fueran a casa para buscar mi bolso y re
* GIOVANNI *—¿Renunciar? ¿Con que esas tenemos? —exclamé con incredulidad, dejando escapar un suspiro exasperado. Llevaba alrededor de dos horas sumido en mis pensamientos, rezongando y rechinando los dientes frente al persistente recuerdo de Candice confrontándome esta tarde.«¿Es que acaso aún no lo comprende?».El sonido agudo y monótono del tintineo de mis dedos sobre la superficie pulida del escritorio, se mezclaba con el silencio opresivo que llenaba mi oficina. Cada toque era una descarga de frustración, y un recordatorio de la tensión que se había instalado en el ambiente desde que Candice abandonó el departamento de desarrollo con lágrimas en los ojos frente a todos sus compañeros de trabajo.Hubo muchos murmureos, y en todos ellos, ambos éramos los protagonistas.Me tranquilizaba que los pasillos aledaños estuvieran desiertos a estas altas horas de la noche, brindándome la privacidad necesaria para dejar salir mi frustración.Observé los fragmentos de una vieja lámpara que
* GIOVANNI *—Hola, cielo, bienvenido a casa —me recibió Antonella con una sonrisa cálida, mientras su hermosa cabellera negra caía en cascada sobre sus hombros—. ¿Quieres que te sirva la cena? Seguro no has comido nada.Eran alrededor de las 10:45 p.m., y en mi rostro se reflejaba lo largo que había sido mi día.Forcé una sonrisa en respuesta y asentí, aunque en realidad no tenía mucho apetito para una cena ligera. Mi mente ansiaba sumergirse en un baño relajante y descansar temprano.—¿Qué tal fue tu día? —preguntó minutos más tarde, colocando un plato de ensalada y pollo al vapor frente a mí.—Bien, hermosa, nada fuera de lo común. ¿Y tú? —pregunté, seguro de que me contaría emocionada sobre su día.Ella comenzó a relatarme una larga anécdota sobre una posible compradora de joyas, su entusiasmo brillando en sus ojos con cada palabra.—Ya he comenzado a empacar —concluyó con una sonrisa radiante.Recordé la conversación que tuvimos anoche sobre su próximo viaje de negocios, el prime
* CANDICE *—¿Y bien, Candice? ¿Te gustó el lugar? Algunos colegas me lo recomendaron el otro día —dijo Marcus apenas abrió la puerta principal.—La cena estuvo exquisita. No conocía ese restaurante —comenté mientras dejaba mi bolso en la entrada.Mi voz reflejaba el sincero aprecio por todas las consideraciones que Marcus había tenido conmigo esta noche.Marcus esbozó una tenue sonrisa, algo que se había vuelto escaso durante nuestro último año de matrimonio.—Deberíamos hacer esto más a menudo, como en los viejos tiempos —dijo con un dejo de nostalgia en su voz. —Sí, los viejos tiempos... —Sonreí con ternura, recordando con cariño los momentos que solíamos compartir juntos cuando éramos novios. En aquel entonces, cualquier modesto puesto de hot dogs se convertía en un restaurante de ensueño cuando él me invitaba a comer.—Tomaré una ducha antes de dormir… Candice, ¿aún estás de acuerdo con lo que hablamos en la sesión de hoy con la doctora? —inquirió, con una nota de inseguridad en
* GIOVANNI *—Gracias, Pine, sé que no debió haber sido sencillo para ti hacerme este favor, pero lo aprecio mucho —dije con una amplia sonrisa de satisfacción que se extendió por mi rostro mientras hablaba con mi viejo amigo por teléfono esa mañana.—Con esto ya estamos a mano —soltó con desdén, pues, estaba claro que él nunca quiso deshacerse de uno de sus subordinados sin un motivo aparente—. Ahora debo enfrentar a mi padre y explicarle por qué despedí a uno de sus arquitectos más talentosos.Resoplé, mosqueado.—¿Sabías que Marcus Douglas una vez golpeó a su esposa? Actualmente va a terapia por problemas de control de ira. El tipo es una joyita —reí entre dientes—. Si tu padre se pone pesado, dile que hablaste conmigo. Yo trabajo directamente con la víctima de su maltrato y puedo dar fe de ello, aunque ella jamás fue capaz de denunciarlo por temor.Pine silbó, sorprendido.—Vaya, no lo sabía —murmuró, aún conmocionado. Al parecer, Marcus no parecía el tipo de hombre que levantaría
* CANDICE *—Marcus, lo que esa compañía hizo contigo fue un despido intempestivo. Deberías denunciarlo —le dije mientras preparaba con esmero un té de lavanda, sintiendo cómo la indignación burbujeaba en mi pecho—. Al menos, mereces que te den una explicación válida.Marcus, desde su asiento al otro lado del mesón, negó con un gesto sombrío. Sus ojos reflejaban la pesadez de la situación que estábamos viviendo.—No considero que valga la pena iniciar un conflicto legal con ellos —comenzó a explicar, su voz cargada de resignación—. Eso podría cerrarme muchas puertas a futuro. Sé que fue injusto, e intento mantenerme positivo porque si no, habría explotado en el preciso momento en que recibí esa carta de despido.Le serví el té junto con un asentimiento renuente, sintiendo el calor reconfortante del líquido en mis manos. Luego, me crucé de brazos frente a él, tratando de ocultar mi frustración y decepción.Mi sueño de abandonar la compañía de los Mancini y buscar un nuevo rumbo en mi c