* CANDICE *—¿Y bien, Candice? ¿Te gustó el lugar? Algunos colegas me lo recomendaron el otro día —dijo Marcus apenas abrió la puerta principal.—La cena estuvo exquisita. No conocía ese restaurante —comenté mientras dejaba mi bolso en la entrada.Mi voz reflejaba el sincero aprecio por todas las consideraciones que Marcus había tenido conmigo esta noche.Marcus esbozó una tenue sonrisa, algo que se había vuelto escaso durante nuestro último año de matrimonio.—Deberíamos hacer esto más a menudo, como en los viejos tiempos —dijo con un dejo de nostalgia en su voz. —Sí, los viejos tiempos... —Sonreí con ternura, recordando con cariño los momentos que solíamos compartir juntos cuando éramos novios. En aquel entonces, cualquier modesto puesto de hot dogs se convertía en un restaurante de ensueño cuando él me invitaba a comer.—Tomaré una ducha antes de dormir… Candice, ¿aún estás de acuerdo con lo que hablamos en la sesión de hoy con la doctora? —inquirió, con una nota de inseguridad en
* GIOVANNI *—Gracias, Pine, sé que no debió haber sido sencillo para ti hacerme este favor, pero lo aprecio mucho —dije con una amplia sonrisa de satisfacción que se extendió por mi rostro mientras hablaba con mi viejo amigo por teléfono esa mañana.—Con esto ya estamos a mano —soltó con desdén, pues, estaba claro que él nunca quiso deshacerse de uno de sus subordinados sin un motivo aparente—. Ahora debo enfrentar a mi padre y explicarle por qué despedí a uno de sus arquitectos más talentosos.Resoplé, mosqueado.—¿Sabías que Marcus Douglas una vez golpeó a su esposa? Actualmente va a terapia por problemas de control de ira. El tipo es una joyita —reí entre dientes—. Si tu padre se pone pesado, dile que hablaste conmigo. Yo trabajo directamente con la víctima de su maltrato y puedo dar fe de ello, aunque ella jamás fue capaz de denunciarlo por temor.Pine silbó, sorprendido.—Vaya, no lo sabía —murmuró, aún conmocionado. Al parecer, Marcus no parecía el tipo de hombre que levantaría
* CANDICE *—Marcus, lo que esa compañía hizo contigo fue un despido intempestivo. Deberías denunciarlo —le dije mientras preparaba con esmero un té de lavanda, sintiendo cómo la indignación burbujeaba en mi pecho—. Al menos, mereces que te den una explicación válida.Marcus, desde su asiento al otro lado del mesón, negó con un gesto sombrío. Sus ojos reflejaban la pesadez de la situación que estábamos viviendo.—No considero que valga la pena iniciar un conflicto legal con ellos —comenzó a explicar, su voz cargada de resignación—. Eso podría cerrarme muchas puertas a futuro. Sé que fue injusto, e intento mantenerme positivo porque si no, habría explotado en el preciso momento en que recibí esa carta de despido.Le serví el té junto con un asentimiento renuente, sintiendo el calor reconfortante del líquido en mis manos. Luego, me crucé de brazos frente a él, tratando de ocultar mi frustración y decepción.Mi sueño de abandonar la compañía de los Mancini y buscar un nuevo rumbo en mi c
*GIOVANNI*—Te echaré mucho de menos, mi amor —dijo Antonella con un puchero. Su voz resonaba como una melodía triste en mis oídos.Sonreí para mi esposa y acaricié sus bonitos labios que lucían un labial rojo, un matiz que capturaba la mirada de cualquiera que se cruzara con ella. Antonella era verdaderamente hermosa, y su fascinación por maquillarse y lucirse con sus atuendos era uno de los pocos placeres en su vida con los que realmente podía conectar.Suspiré pesadamente antes de depositar un beso sobre sus labios. Ella me dedicó una sonrisa cuando nos separamos.—Yo te voy a extrañar más, cielo, pero te prometo que nos mantendremos en contacto todos los días —dije con sinceridad.Ella asintió, sus ojos reflejaban una mezcla de tristeza y un profundo amor.—De acuerdo, aunque eso me recuerda que yo también tengo que comenzar a alistar mi equipaje en estos días y tramitar mis pasajes y hospedaje, así que no tendré mucho tiempo para extrañarte. Eso es bueno. —Arrugó su nariz, risu
* CANDICE *—Solo serán un par de días, Marcus, no puedo creer que te comportes tan cursi y pegajoso como cuando comenzamos a salir —solté, acompañando mi comentario con una pequeña risa floja.El aeropuerto bullía con la energía incesante de personas que iban y venían, pero, caminar tomados de la mano como en los viejos tiempos, aligeraba el peso en mi corazón.Olvidar no era sencillo, y era muy consciente de ello, pero vivir con resentimiento era aún más difícil.Totalmente agotador.Su mano enredada en la mía era un vínculo reconfortante mientras avanzábamos por el área de arribo de pasajeros.Hoy, mi esposo había despertado de buen humor, y, para mi sorpresa, yo no me encontraba menos satisfecha que él.En estos últimos días, nos vimos envueltos en una pasión incontrolable que nos consumía noche tras noche.Desde aquella primera vez, hace apenas un par de días, en la que me entregué a él sin restricciones, había transcurrido un tiempo considerable desde la última ocasión en que co
* CANDICE *—Confirma la reunión con el equipo de publicidad de nuestros clientes para esta noche —dijo Giovanni, hundiéndose en su cómodo asiento de primera clase, mientras las luces tenues del avión creaban una atmósfera de calma.A su lado, abrí mi laptop, sumergiéndome en mi trabajo.Por el rabillo del ojo, noté cómo se colocaba su antifaz listo para tomar una siesta, mientras un suave murmullo de música clásica llenaba el espacio, creando una barrera entre nosotros por el resto del viaje.Aquello me llenó de alivio. Mi jefe estaba claramente molesto conmigo; los chupetones en mi cuello le dieron una idea bastante clara de cómo iba mi relación con mi esposo.Tal vez esto lo haría desistir. Ambos estábamos casados y, en teoría, nuestros matrimonios iban más que bien. No existe ninguna necesidad de que continuemos traicionando a nuestras parejas.Lo de aquella vez… fue un error. No tenía por qué repetirse.Cuando llegamos a Viena, nos dirigimos a nuestro hotel, un elegante edificio
* GIOVANNI *—Mira lo que me hiciste hacer —abrí bruscamente el grifo del lavamanos, dejando que el agua fría corriera sobre mis manos temblorosas.Había pasado más de media hora intentando recobrar la calma antes de regresar a la habitación, donde sabía que encontraría a Candy sumida en su trabajo, con un ceño fruncido y una expresión de decepción en su rostro.¿Por qué ella tenía que arruinarlo todo? No tiene sentido. Supuestamente, ella se divorciaría de Marcus en poco tiempo. Había sido testigo de la ruptura de ese matrimonio el tiempo suficiente como para saber que una reconciliación era poco probable, pero aquí estamos.—Mierda… ¿Ahora qué se supone que debo hacer?Desde que la vi llegar al aeropuerto de la mano de Marcus, supe que Candice estaba decidida a cortar de raíz nuestra relación. Tanto así, que no le importó que yo estuviera dispuesto a contarle todo sobre nuestra relación a su esposo.Jamás tuve intenciones de revelarle mi jugada contra Marcus y la razón de su despido
* GIOVANNI *—Buenos días —solté en cuanto la vi levantarse de la cama con una expresión de pocos amigos. El vino de anoche le estaba cobrando factura mientras intentaba erguirse sin sentir las punzadas de dolor en su cabeza.—En la mesita de noche tienes un vaso de agua y un analgésico —dije, en cuanto leía las noticias en mi Tablet junto con mi café y un emparedado—. Cuando estés lista, dime qué deseas para desayunar, lo pediré para ti.Ella asintió quedadamente y se puso de pie para dirigirse al baño.Esta mañana desperté de mejor humor. Tuve toda una noche de insomnio para reflexionar sobre mi situación actual con Candy, y decidí hacer borrón y cuenta nueva.Las desventajas de haberme fijado en una mujer que, además de bella, era muy inteligente y de difícil trato, era aprender a lidiar con esto. Amo a mi esposa, Antonella jamás me haría pasar un mal rato como Candice, pero, para ser honesto, eso era parte de su encanto. Los defectos de Candy eran compensados con la gracia y solem