En el pasillo, el tiempo parecía esfumarse para Nadir y Lianet. A pesar de la avanzada hora, él la envolvió en sus brazos, ofreciéndole un refugio del mundo exterior. Ella, con la cara apoyada contra su pecho, se sentía protegida, hallando una paz inédita en su vida. Rodeada por sus brazos, el mundo exterior se desvanecía; el latido de su corazón le brindaba una melodía que eclipsaba cualquier otra conocida. El aroma de su perfume la embriagaba, provocando un estremecimiento en su cuerpo y un torbellino de emociones que se intensificó cuando Nadir levantó su rostro para regalarle un beso de despedida.—Mi amor, ya es tarde. Debemos irnos a dormir; mañana retomamos las clases y no podemos llegar tarde —dijo él con dulzura. Ella asintió en silencio, se puso de puntillas y depositó un tierno beso en los labios de Nadir, quien se estremeció ante el contacto y sintió que nada es comparable al amor que los une.—Lo sé, Nadir. Pero, ¿no te resulta extraño que mi madre no haya llamado? Ni s
En la habitación del hotel donde se hospedaba Carlos Limonta, Cindy estaba llena de nervios esperando a que saliera de la ducha. Al verlo salir solo envuelto en una toalla, su corazón dio un vuelco y su ritmo se aceleró. Carlos sonrió complacido al ver el efecto que causaba en ella, pero de inmediato le preguntó muy seriamente.—¡Vamos, ponme al día de todo! ¡No vine aquí a perder mi tiempo! ¡Adelante, no te quedes ahí como si hubieras visto un fantasma! ¿Cuál es el motivo por el que no pudiste hacer nada con estos dos hermanos? Estoy consciente de que Nadir es difícil, pero el tonto de Ismael seguro caía fácil en tus garras. ¿Qué pasó?Cindy se encogió sobre sí misma, sabiendo que a Carlos no le gustaría el enorme error que había cometido.—Pues verás, Carlos... es que...—¿Qué diablos te pasa? ¿Por qué tartamudeas? No me digas que metiste la pata hasta el fondo con ellos, ¿verdad? —preguntó tomándola por la barbilla y haciéndola mirarlo furioso —. Puedo verlo, te creíste que Nadir c
Esa mañana, a Lianet le estaban traicionando los nervios. Primero, la avalancha de estudiantes encima de ellos, preguntando y felicitándolos por la competencia ecuestre, le hizo recordar cuando era acosada de niña por los periodistas. La situación se volvía más caótica para ella al ver cómo todas las aspirantes a ser novias de Nadir la miraban como si se la quisieran comer. Podía escuchar los murmullos de cómo ella había logrado enamorar al chico más popular de la universidad.—De seguro se le metió en la cama —susurraba una lo suficientemente alto para que ella lo escuchara.—Seguro que se hizo la virgen para amarrarlo, estas campesinas son así —contestó otra de igual manera.—No se preocupen, de seguro Nadir se aburre de ella muy pronto. ¿Qué puede ofrecer ella que no tengamos nosotras? Si lo que le gusta es el delicioso, pues yo me le ofrezco en bandeja —dijo una más atrevida—. Oye Nadir, cuando te aburras de ella me tiene a mí, y sin aburrirte también, ja, ja, ja… —rieron todas a
Nadir se removía inquieto en su silla, la ausencia de Lianet comenzaba a pesarle como una eternidad. Con cada minuto que pasaba, la preocupación tejía una red más apretada en su pecho. Finalmente, la incertidumbre lo venció y, excusándose con un gesto, se levantó. Al salir del aula, sus ojos buscaron frenéticamente hasta que, a lo lejos, la figura de su novia se delineó en un abrazo ajeno. El corazón de Nadir se estremeció al considerar la posibilidad de que su dulce e inocente prometida pudiera ocultarle un secreto. Con pasos apresurados, Nadir se acercó a la pareja, sintiendo cómo la inquietud se convertía en una losa en su corazón. Al aproximarse, reconoció al hombre que abrazaba a Lianet: era Carlos, su medio hermano mayor. La sorpresa se reflejó en su rostro. ¿Qué hacía él allí, en la universidad? Nadir se detuvo frente a ellos, su mirada era un desafío silencioso. Lianet, percibiendo la tensión, se desligó de Carlos y se acercó a Nadir, cuyos ojos no dejaban de escrutar a Carlo
Camila asintió con rapidez, volviendo a buscar refugio en el pecho de Ismael. El ritmo de su corazón le ofrecía una sensación de seguridad y calma.—Quiero, sí, quiero. No hay nada que desee más en mi vida —afirmó, abrazando a Ismael con fuerza, quien sonrió satisfecho—. No te fallaré de nuevo, Ismael, es una promesa.—Eso espero, Camila, porque me gustas mucho y quiero que compartamos todo juntos —le susurró él al oído—. Pero antes de que avancemos, hay algo que debes saber: nunca me quedaré en Alemania. Mi destino está en la finca de mis padres adoptivos. Les debo mucho y no puedo abandonar a mi hermano; ellos cuentan con mi apoyo. Reflexiona sobre esto, sé que tu vida y tu carrera están aquí, en la ciudad, pero necesito ser honesto contigo. Camila se apartó ligeramente para mirar directamente a los ojos de Ismael y luego lo besó con una pasión que evidenciaba su decisión. Siempre había soñado con un hombre que le ofreciera sinceridad desde el comienzo, alguien que no estuviera ceg
Raidel se quedó mirando fijamente a Nina, quien le sostuvo la mirada con una mezcla de desafío e incomprensión. Sin embargo, no le ofreció ninguna explicación; él, menos que nadie, debía descubrir qué intentaba hacer que su prometido rompiera el compromiso para seguir con él. No quería alimentar falsas esperanzas ni ser la causa de su dolor. Así que, como era su costumbre, recurrió al humor para desviar la situación.—¡Deja de burlarte de mí, pelirrojo! No tiene gracia que te regodees en mi desgracia.—No me burlo, Nina. Lo digo en serio —respondió Raidel, su voz grave y sincera disipó la sonrisa en los labios de Nina y sus ojos parecieron llenarse de una luz acuosa. —Quiero verte feliz. Nina no articuló palabra, se quedó inmóvil por un instante, los ojos clavados en los de Raidel, quien se esforzaba por contener sus propias esperanzas. Luego, con un giro repentino, se marchó seguida por Lianet. Camila, testigo silenciosa de la escena, sacudió la cabeza con pesar y se acercó a Raide
Mientras tanto, en la habitación que compartían Lianet y Nina. Nadir abrazaba a su novia, quien aún estaba sacudida por la conmoción. Lianet alzó la mirada hacia él, sus ojos implorando una respuesta en su rostro.—Nadir, ¿cómo vamos a superar esto? —preguntó con una voz temblorosa.Nadir reforzó su abrazo, ofreciendo un silencio reconfortante antes de responder. Había percibido problemas desde el momento en que Carlos apareció.—Limpiaremos tu nombre, Lianet. No importa quién esté detrás de todo esto, no dejaré que te lastimen —afirmó con una convicción inquebrantable—. No tengas miedo, mi amor, sé que no has estado con nadie más, que eres solo mía. Confía en mí; encontraré una solución.—¿Pero cómo? ¿Cómo vas a restablecer mi reputación? Si mi padre se entera... —Lianet rompió a llorar.Nadir estrechó a Lianet entre sus brazos, buscando desesperadamente una manera de calmarla. Actuando por instinto, tomó el teléfono de su novia y marcó a Manuel, quien contestó de inmediato.—Lía, ca
Al aproximarse a la imponente residencia del señor Harrison, es evidente la ostentación de la riqueza que la define. La mansión, de dimensiones colosales, alberga numerosos sirvientes que se desplazan con diligencia, atendiendo a la distinguida colección de caballos. Para Carlos Limonta, esta escena no es del todo sorprendente; en la hacienda de su presunto padre se vivía un bullicio similar día tras día. Sin embargo, la opulencia de esta propiedad supera con creces la de la suya, empañada por una gestión deficiente y los excesos derrochadores. Avanzan por un corredor flanqueado por un jardín deslumbrante. El señor Harrison encabeza el grupo, seguido por su hijo Hans, Cindy y Carlos. Penetran en el santuario de la mansión, una estancia que irradia lujo y buen gusto en su decoración. Se dirigen hacia la biblioteca, un espacio amplio y acogedor que alberga una diversidad de volúmenes y una sección consagrada exclusivamente a la equitación y los caballos. Una vez dentro, Harrison los i