Los chicos después de desempacar, decidieron reunirse para ir a almorzar fuera. Nadir y Lianet eran felicitados por todos los estudiantes con quienes se encontraron, que querían saber de primera mano qué había sucedido para que corrieran sin sillas de montar en la primera eliminatoria. Ellos evitaban contestar con detalles, como les había pedido el rector. —No fue nada, chicos, nos hicieron una maldad —contestaba Nadir, con Lianet y Nina prácticamente escondidas detrás de ellos. Raidell e Ismael abrían paso.—Oigan, chicos, yo no los puedo acompañar, a no ser que vayan conmigo al hotel en que se hospedan mis padres —dijo Raidell.—Está bien, vamos a comer allá —dijo Nadir, que quería tomar de la mano a Lianet, pero ella iba abrazada con Nina, que tenía los ojos rojos, según ella de una alergia—. Nina, ¿quieres que vayamos primero a un doctor para ver tu alergia? —le preguntó preocupado.—Gracias, Nadir, pero ya me eché gotas, no es nada serio —respondió como si nada y cambió de tem
Raidel ve cómo sus amigos se retiran por la puerta de servicio, evitando ser vistos por la prensa. Entre ellos está Camila Meyer quien, aunque los ve irse, solo baja la vista ante la mirada acusadora de Ismael. Mientras tanto, su padre Ranseff Fresneda paga la cuenta y deja una enorme propina a la señorita que los atendió. Se pone de pie y ayuda a su hermosa mujer que, aunque pasa de los cincuenta años, su belleza y elegancia hacen que todos vuelvan la mirada hacia ella al pasar. Ellos también hacen lo mismo y toman el elevador de servicio, evitando que los periodistas y paparazzi puedan acercarse. Al entrar al elevador, Raidel ve a Camila y observa en ella la misma mirada triste que vio en los ojos de su amada Nina, esa que no puede sacar de su cabeza y le duele, pues sus ojos estaban rojos. Va pensando: "Tengo que convencer a mi padre para que me libere de ese matrimonio absurdo. No es posible que tenga que casarme con alguien a quien jamás voy a amar, porque yo sé que mi verdadero
En el pasillo, el tiempo parecía esfumarse para Nadir y Lianet. A pesar de la avanzada hora, él la envolvió en sus brazos, ofreciéndole un refugio del mundo exterior. Ella, con la cara apoyada contra su pecho, se sentía protegida, hallando una paz inédita en su vida. Rodeada por sus brazos, el mundo exterior se desvanecía; el latido de su corazón le brindaba una melodía que eclipsaba cualquier otra conocida. El aroma de su perfume la embriagaba, provocando un estremecimiento en su cuerpo y un torbellino de emociones que se intensificó cuando Nadir levantó su rostro para regalarle un beso de despedida.—Mi amor, ya es tarde. Debemos irnos a dormir; mañana retomamos las clases y no podemos llegar tarde —dijo él con dulzura. Ella asintió en silencio, se puso de puntillas y depositó un tierno beso en los labios de Nadir, quien se estremeció ante el contacto y sintió que nada es comparable al amor que los une.—Lo sé, Nadir. Pero, ¿no te resulta extraño que mi madre no haya llamado? Ni s
En la habitación del hotel donde se hospedaba Carlos Limonta, Cindy estaba llena de nervios esperando a que saliera de la ducha. Al verlo salir solo envuelto en una toalla, su corazón dio un vuelco y su ritmo se aceleró. Carlos sonrió complacido al ver el efecto que causaba en ella, pero de inmediato le preguntó muy seriamente.—¡Vamos, ponme al día de todo! ¡No vine aquí a perder mi tiempo! ¡Adelante, no te quedes ahí como si hubieras visto un fantasma! ¿Cuál es el motivo por el que no pudiste hacer nada con estos dos hermanos? Estoy consciente de que Nadir es difícil, pero el tonto de Ismael seguro caía fácil en tus garras. ¿Qué pasó?Cindy se encogió sobre sí misma, sabiendo que a Carlos no le gustaría el enorme error que había cometido.—Pues verás, Carlos... es que...—¿Qué diablos te pasa? ¿Por qué tartamudeas? No me digas que metiste la pata hasta el fondo con ellos, ¿verdad? —preguntó tomándola por la barbilla y haciéndola mirarlo furioso —. Puedo verlo, te creíste que Nadir c
Esa mañana, a Lianet le estaban traicionando los nervios. Primero, la avalancha de estudiantes encima de ellos, preguntando y felicitándolos por la competencia ecuestre, le hizo recordar cuando era acosada de niña por los periodistas. La situación se volvía más caótica para ella al ver cómo todas las aspirantes a ser novias de Nadir la miraban como si se la quisieran comer. Podía escuchar los murmullos de cómo ella había logrado enamorar al chico más popular de la universidad.—De seguro se le metió en la cama —susurraba una lo suficientemente alto para que ella lo escuchara.—Seguro que se hizo la virgen para amarrarlo, estas campesinas son así —contestó otra de igual manera.—No se preocupen, de seguro Nadir se aburre de ella muy pronto. ¿Qué puede ofrecer ella que no tengamos nosotras? Si lo que le gusta es el delicioso, pues yo me le ofrezco en bandeja —dijo una más atrevida—. Oye Nadir, cuando te aburras de ella me tiene a mí, y sin aburrirte también, ja, ja, ja… —rieron todas a
Nadir se removía inquieto en su silla, la ausencia de Lianet comenzaba a pesarle como una eternidad. Con cada minuto que pasaba, la preocupación tejía una red más apretada en su pecho. Finalmente, la incertidumbre lo venció y, excusándose con un gesto, se levantó. Al salir del aula, sus ojos buscaron frenéticamente hasta que, a lo lejos, la figura de su novia se delineó en un abrazo ajeno. El corazón de Nadir se estremeció al considerar la posibilidad de que su dulce e inocente prometida pudiera ocultarle un secreto. Con pasos apresurados, Nadir se acercó a la pareja, sintiendo cómo la inquietud se convertía en una losa en su corazón. Al aproximarse, reconoció al hombre que abrazaba a Lianet: era Carlos, su medio hermano mayor. La sorpresa se reflejó en su rostro. ¿Qué hacía él allí, en la universidad? Nadir se detuvo frente a ellos, su mirada era un desafío silencioso. Lianet, percibiendo la tensión, se desligó de Carlos y se acercó a Nadir, cuyos ojos no dejaban de escrutar a Carlo
Camila asintió con rapidez, volviendo a buscar refugio en el pecho de Ismael. El ritmo de su corazón le ofrecía una sensación de seguridad y calma.—Quiero, sí, quiero. No hay nada que desee más en mi vida —afirmó, abrazando a Ismael con fuerza, quien sonrió satisfecho—. No te fallaré de nuevo, Ismael, es una promesa.—Eso espero, Camila, porque me gustas mucho y quiero que compartamos todo juntos —le susurró él al oído—. Pero antes de que avancemos, hay algo que debes saber: nunca me quedaré en Alemania. Mi destino está en la finca de mis padres adoptivos. Les debo mucho y no puedo abandonar a mi hermano; ellos cuentan con mi apoyo. Reflexiona sobre esto, sé que tu vida y tu carrera están aquí, en la ciudad, pero necesito ser honesto contigo. Camila se apartó ligeramente para mirar directamente a los ojos de Ismael y luego lo besó con una pasión que evidenciaba su decisión. Siempre había soñado con un hombre que le ofreciera sinceridad desde el comienzo, alguien que no estuviera ceg
Raidel se quedó mirando fijamente a Nina, quien le sostuvo la mirada con una mezcla de desafío e incomprensión. Sin embargo, no le ofreció ninguna explicación; él, menos que nadie, debía descubrir qué intentaba hacer que su prometido rompiera el compromiso para seguir con él. No quería alimentar falsas esperanzas ni ser la causa de su dolor. Así que, como era su costumbre, recurrió al humor para desviar la situación.—¡Deja de burlarte de mí, pelirrojo! No tiene gracia que te regodees en mi desgracia.—No me burlo, Nina. Lo digo en serio —respondió Raidel, su voz grave y sincera disipó la sonrisa en los labios de Nina y sus ojos parecieron llenarse de una luz acuosa. —Quiero verte feliz. Nina no articuló palabra, se quedó inmóvil por un instante, los ojos clavados en los de Raidel, quien se esforzaba por contener sus propias esperanzas. Luego, con un giro repentino, se marchó seguida por Lianet. Camila, testigo silenciosa de la escena, sacudió la cabeza con pesar y se acercó a Raide