63. LA VERDAD

Cada segundo que Manuel Limonta pasaba a lomos de su caballo era como una puñalada en el corazón. La rabia y la ira se iban apoderando de su mente. "¡No puedo haber sido tan estúpido!", se repetía una y otra vez. "Si me hubiera dado cuenta de ese vil engaño, me habría divorciado y me hubiera casado con Cecy, el gran amor de mi vida. ¡Estúpido, burro, por ser tan ingenuo te pasan estas cosas!" Afortunadamente, sus amigos Josué y Vania no le guardaban rencor.

El caballo galopaba a toda velocidad, como si en cada instante se jugara la vida. Al llegar al establo, Manuel se bajó de un salto y, sin detenerse, salió corriendo. Su amigo Mario intentó seguirlo, pero cuando llegó, sólo pudo ver a Manuel alejándose corriendo.

Mientras tanto, Rosario de Limonta del Monte se preparaba con elegancia en su habitación. Vestida con refinamiento, perfectamente arreglada y perfumada con su fragancia predilecta, decidió bajar al bar de la casa para disfrutar de su whisky favorito, servido con dos cubos d
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