La confianza, esa valiosa actitud que une a los humanos tan difícil de ganar y tan fácil de perder. Es un vínculo muy frágil, pero profundo entre dos almas. Requiere vulnerabilidad, apertura del corazón, la disposición a poner tus más íntimos secretos en manos de otro.Cuando confiamos en alguien, le damos un poder inmenso sobre nuestro bienestar emocional. Le entregamos la delicada llave de nuestra autoestima y sentimiento de seguridad. Confiar es creer, tener fe en la bondad fundamental de otro ser humano.Y cuando esa confianza se traiciona, el dolor puede ser infinito. Es una puñalada directa al corazón, una violación de los lazos más sagrados entre dos personas. No solo se rompe la fe en el otro, sino también en uno mismo y la propia capacidad de discernir quién es digno de credibilidad.Reconstruir la confianza es un camino largo y tortuoso. Requiere comprender la falibilidad humana, pero también afirmar que algunos límites no deben cruzarse. Cuando la traición viene de un ser q
Carlos Limonta tiene ya todo preparado para viajar después de haber esquivado el otro vaso que le arrojara su madre, Rosario. Sube a su habitación, recoge su maleta y baja. Se monta en su auto deportivo y sale a toda velocidad hacia el aeropuerto, ya que solo faltan dos horas para su vuelo y no quiere perderlo. Va planeando cuidadosamente cómo deberá acercarse a la hija de quien funge como su padre, Manuel Limonta. Hace mucho que conoce que no es su hijo; escuchó a su abuelo discutiendo con su madre cuando tenía cinco años. Y es por eso que odia a Lianet, la única que le puede arrebatar todo lo que con gran esfuerzo le ha costado ganar.Su abuelo materno ya puso la finca a su nombre, pero está muy lejos de la ruta fluvial que utiliza para su contrabando de drogas y otras actividades ilícitas. Manuel es duro de convencer. No sabe aún cómo su abuelo logró engañarlo y hacer que se casara con su madre cuando estaba embarazada de él, incluso dándole su apellido. Tiene que seguir haciéndos
En Alemania, la casa rodante avanzaba por la carretera silenciosa, más despacio de lo normal por ir detrás del tráiler que transportaba a los caballos. No querían dejarlos atrás por temor a que les pasara algo. Un silencio ensordecedor acompañaba a todos, que estaban sentados mirando una película en la gran pantalla. Pero la alegría que sentía Lianet por creer que había hablado con su madre Cecilia, la certeza de que no le había pasado nada, que no estaba muerta como habían anunciado, era demasiada para permanecer callada. Le quitó el control remoto a Nina y buscó en internet una competencia de su mamá.—Mi mamá es la mejor —dijo con orgullo—. Sé que se preguntan por qué no digo que soy su hija. Fue muy traumático para mí de pequeña, por eso soy así, hasta me desmayo y entro en pánico cuando me veo rodeada de gente o debo hablar en público. —¿Qué fue lo que pasó? —preguntó Nina curiosa.Lianet comenzó su relato con la voz temblorosa y la mirada gacha. Revivir esos dolorosos recuerd
Las bromas y risas continuaron, mientras Lianet en vano trataba de defenderse. En el fondo, estaba feliz de ver la alegría en el rostro de sus amigos tras tanta tristeza compartida. Eran su familia, su hogar. Y Nadir...bueno, con Nadir las cosas parecían fluir de forma natural y mágica. Pero eso no pensaba admitirlo frente a todos. Todavía no.—Bueno chicos, para ser honesto le seguí la farsa del compromiso en verdad como dice ella, para protegerla de ese grupo, pero…, ja, ja, ja. No voy a negarlo, ¡aproveché la oportunidad! Y…, seguí el consejo de mi hermano aquí presente que aseguraba que yo estaba enamorado de Lianet y me la llevé a solucionar todo el malentendido que ella tenía conmigo. Pero con precaución… —dice y se pasa la mano por la mejilla—. No quieran saber lo que me ha hecho mi novia, ja, ja, ja..—¡Nadir! Fue un malentendido...—se defendió Lianet, muerta de vergüenza.—Eso es cierto —intervino Ismael, soltando una carcajada—. ¿Pueden creer que Trencita, apenas nos vimos e
Nadir y Lianet apenas entraron a la residencia estudiantil, una avalancha de felicitaciones y bromas les llovieron de parte de sus compañeros por el recién ganado campeonato. Solo atinaban a sonreír, ruborizados y tomados fuertemente de las manos, como si temieran soltarse.Cuando por fin lograron zafarse del alboroto colectivo, cada uno se dirigió a su respectiva habitación, aún sin terminar de procesar los vertiginosos acontecimientos de los últimos días. ¿Cómo era posible que el mismo viernes se hubieran declarado una guerra encarnizada, de profundo odio y desprecio mutuo, para terminar el domingo comprometidos y profundamente enamorados? Parecía un sueño, una fantasía maravillosa. Pero no, era real. Los sentimientos que se desbordaban en sus corazones eran genuinos, una mezcla embriagadora de dicha, ternura y pasión descontrolada cada vez que se miraban a los ojos. Cada uno en su cuarto, suspiraron al mismo tiempo, con una sonrisa de oreja a oreja. La vida les había dado una opo
Cada segundo que Manuel Limonta pasaba a lomos de su caballo era como una puñalada en el corazón. La rabia y la ira se iban apoderando de su mente. "¡No puedo haber sido tan estúpido!", se repetía una y otra vez. "Si me hubiera dado cuenta de ese vil engaño, me habría divorciado y me hubiera casado con Cecy, el gran amor de mi vida. ¡Estúpido, burro, por ser tan ingenuo te pasan estas cosas!" Afortunadamente, sus amigos Josué y Vania no le guardaban rencor.El caballo galopaba a toda velocidad, como si en cada instante se jugara la vida. Al llegar al establo, Manuel se bajó de un salto y, sin detenerse, salió corriendo. Su amigo Mario intentó seguirlo, pero cuando llegó, sólo pudo ver a Manuel alejándose corriendo.Mientras tanto, Rosario de Limonta del Monte se preparaba con elegancia en su habitación. Vestida con refinamiento, perfectamente arreglada y perfumada con su fragancia predilecta, decidió bajar al bar de la casa para disfrutar de su whisky favorito, servido con dos cubos d
Los chicos después de desempacar, decidieron reunirse para ir a almorzar fuera. Nadir y Lianet eran felicitados por todos los estudiantes con quienes se encontraron, que querían saber de primera mano qué había sucedido para que corrieran sin sillas de montar en la primera eliminatoria. Ellos evitaban contestar con detalles, como les había pedido el rector. —No fue nada, chicos, nos hicieron una maldad —contestaba Nadir, con Lianet y Nina prácticamente escondidas detrás de ellos. Raidell e Ismael abrían paso.—Oigan, chicos, yo no los puedo acompañar, a no ser que vayan conmigo al hotel en que se hospedan mis padres —dijo Raidell.—Está bien, vamos a comer allá —dijo Nadir, que quería tomar de la mano a Lianet, pero ella iba abrazada con Nina, que tenía los ojos rojos, según ella de una alergia—. Nina, ¿quieres que vayamos primero a un doctor para ver tu alergia? —le preguntó preocupado.—Gracias, Nadir, pero ya me eché gotas, no es nada serio —respondió como si nada y cambió de tem
Raidel ve cómo sus amigos se retiran por la puerta de servicio, evitando ser vistos por la prensa. Entre ellos está Camila Meyer quien, aunque los ve irse, solo baja la vista ante la mirada acusadora de Ismael. Mientras tanto, su padre Ranseff Fresneda paga la cuenta y deja una enorme propina a la señorita que los atendió. Se pone de pie y ayuda a su hermosa mujer que, aunque pasa de los cincuenta años, su belleza y elegancia hacen que todos vuelvan la mirada hacia ella al pasar. Ellos también hacen lo mismo y toman el elevador de servicio, evitando que los periodistas y paparazzi puedan acercarse. Al entrar al elevador, Raidel ve a Camila y observa en ella la misma mirada triste que vio en los ojos de su amada Nina, esa que no puede sacar de su cabeza y le duele, pues sus ojos estaban rojos. Va pensando: "Tengo que convencer a mi padre para que me libere de ese matrimonio absurdo. No es posible que tenga que casarme con alguien a quien jamás voy a amar, porque yo sé que mi verdadero