—Em, cuando te secuestraron y te traje a casa, pedí al investigador que siguiera averiguando. Lógicamente todo coincidía: fotografías de un centro de rehabilitación, sumado a que él era psiquiatra y dueño actual de la casa. Además de tu historia con tu ex y la amistad que ellos tenían. Finalmente me enfrenté al médico. —Nicholas, ¿en qué momento hiciste eso? —Em, por favor, que no te gane la ansiedad y deja que te cuente todo paso a paso. —Okey. —El mexicano no era ningún inocente, él también estaba en la casa y lo capturaron porque no alcanzó a escapar, pero el imbécil de Merino sí lo hizo. Ya tenía su nombre, así que conseguí con mi agente de viajes, la cual tiene millones de contactos en las aerolíneas que averiguaría cuando regresaría a Chile. Si era inteligente lo haría. »Compré el asiento de al lado para que no pudiese escapar. Así obtendría respuestas. Puedo decirte que sí se puede viajar a Chile por el día.—Rió—. Casi se le cae la cara cuando me vio sentado a su lad
Sacamos los celulares y alumbramos para ver qué estaba ocurriendo. Renato y el baterista estaban en pleno acto sexual, jamás fue un grito de auxilio, al contrario. —Cariño, creo que ninguno de los dos necesita que lo ayudemos —dije, riendo. —Volvamos a nuestras copas de vino, Em, creo que vimos suficiente y ellos no necesitan público para continuar —susurró.Volvimos a casa y la luz había llegado. Solo había sido un corte, el cual la compañía de electricidad ratificó. —Nicholas, no podemos seguir viviendo así. Asustándonos por todo. Se corta la luz o escuchamos un grito y es como si estuviéramos en una película de terror. ¡Es ridículo! —exclaméMe sentí frustrada, cansada. Necesitaba terminar con el juego. —¿Qué quieres hacer? —Me abrazó. —Concretar una cita con ella y cerrar esto. Saber qué es lo que quiere. —¡Sobre mi cadaver! —Se alejó, apuntó con su índice a modo de advertencia. —Deja que le responda, le diré que nos juntemos, pero siempre y cuando me diga pri
—Em, no entiendo que hacemos en la cárcel donde está tu padre un día domingo —Estacionó el auto mientras se agarraba la cabeza. —Es el único que puede darme las respuestas que necesito. —Pero los domingo no hay visitas. Menos en una cárcel cómo esta. —¿Tú cómo sabes eso? —pregunté, extrañada y mirándolo a los ojos. —No lo sé, me lo imagino. —Se encogió de hombros. El edificio era enorme, desde el auto solo veíamos a las personas que hacían guardia, porque las murallas tapaban todo lo que no fuera techo. —Nicholas, no se cómo lo voy a hacer, aunque tenga que vestirme de cocinera, lavandera o lo que sea, voy a hablar con él hoy. Nicholas rió. —¿De qué te ríes? —Hablas como si estuvieran en un hotel. Dudo que tengan cocinera. —¿Me vas a acompañar? —respondí, con cara de enojada. Un poco molesto por mi hostilidad y por no haberle contado absolutamente nada en elcamino, se bajó del auto conmigo. Caminamos hasta la entrada en donde nos dijeron que no era día de vi
Mi rabia fue tanta que mi celular volvió a sufrir las consecuencias. Lo tiré en el piso, dejándolo completamente quebrado.Nicholas volvió, me miró con cara de: te volviste completamente loca, y lo recogió. —Emilia, basta, mira cómo dejaste el teléfono. Y el vidrio del dormitorio —exclamó, intentado controlar su enojo. Para nuestra mala suerte, y como ocurre muy poco en Las Vegas, se largó a llover. Estábamos quedando completamente mojados. Nicholas no se atrevía a acercarse a mí, podía intuirlo. —Lo siento, pero no sé que me está ocurriendo —dije, confundida.Nos abrazamos, nos besamos y el teléfono de la única persona que me entregaba paz en esos momentos empezó a sonar. Con la lluvia no podía escuchar lo que decían al otro lado, pero sí podía ver los ojos de mi esposo, los cuales se abrieron de tal tamaño que me dio miedo ver a mi alrededor. Apagó el teléfono y de inmediato me dijo: —Hay alguien en nuestra casa o en los jardines. Lo vieron pasar hace algunos minutos por l
Una bolsa negra colgaba de uno de los árboles. Cuando llegamos, estaban bajándola del lugar. No sabía que había , pero lo que fuese tenía que ser importante para armar tanto alboroto. Estaba en mi casa y tenía el derecho a saber lo que habían encontrado en ella. Me acerqué y un hombre que no supe distinguir si era detective o policía me dijo: —¿Estás segura que quieres ver lo que hay?Nicholas se cruzó frente a mi y de inmediato interrumpió. —Em, no lo hagas. Me tomó con ambas manos mis mejillas y buscó mi mirada. Lo esquivé y me acerqué sin responder una palabra a nadie. Ahí estaba. El cuerpo de mi madre. Podía ver su larga cabellera oscura y distinguir su manicura siempre bien hecha. Su delgadez permanecía y su siempre buen gusto para vestir, también. No parecía un cuerpo recién asesinado, al contrario, pero yo no sabía de eso, así que lo poco que miré fue suficiente para mí. Nicholas me sostuvo para no desmayarme. Me llevó al sofá del living. Rápidamente dos detectives s
Corrí detrás de él y de inmediato me detuvo. —No, Emilia. Ambos necesitamos un descanso. Tenemos mucho en qué pensar. —Por favor, no me hagas esto. —Intenté acercarme. Mi rubio se alejó y de inmediato dijo: —No es lo que quiero, créeme, pero es lo correcto. —Subió al ascensor. Nuevamente quedé sola. Renato llegó una hora más tarde. Tuve que contarle todo desde un comienzo. —Em, lo que me cuentas está para una película de terror. ¿Por qué no llamaron a la policía desde un comienzo? —dijo, abriendo los ojos como lechuza. —Porque la manipulación era tanta que siempre pensé que podríamos salir como culpables de algo. —Sollocé. —Culpable no, pero sí eres cómplice de mucho. Lo que me extraña es que Nicholas decida dejarte así como así de un día para otro, cuando siempre fue tu apoyo. Entre lágrimas le respondí: —Se aburrió de todo esto. Mi imprudencia, ansiedad y forma de hacer las cosas sin pensar en las consecuencias lo cansó. Lo entiendo, Renato, no sé cómo aguantó tan
—Papá, ¿que haces aquí? —pregunté, asustada y mirando hacia todos lados. —¡Emilia! —exclamó, tomándome de un brazo y arrastrándome hacia un auto. Entramos en él para poder conversar. —¿Qué haces acá? ¿Me estás siguiendo? —consulté, confundida. —No, fue solo coincidencia. —Miró nervioso para todas partes. —¿Por qué estás tan nervioso? —Emilia, aléjate de mí. —¿Te sigue la policía? —Ojalá fuera eso. —¿Mataste a mi madre? —¿Cómo se te puede ocurrir? —Clavó sus ojos en los míos. Estaba ofendido por lo que lo estaba culpando. —Papá, por favor —Miré, nerviosa hacia afuera, pensando en que alguien seguía a mi padre y nos podía hacer algo. —Emilia, ahora no puedo hablar. —Me entregó una tarjeta—. Te espero a las diez en esa dirección. Ten cuidado. Me bajé del auto y seguí mi camino. Ryan venía llegando de sus ensayos. Tendría que irse unas semanas y llegaría justo el día de la boda. Me alegraba saber que estaría sola, lo necesitaba.Me costaba ser cariñosa c
No nos dijimos nada. Habíamos pasado de odiarnos a amarnos en cosa de segundos.Puso sus manos en mi espalda y poco a poco empezó a abrir el cierre del vestido.Me encontraba completamente desnuda sobre él. Con un movimiento rápido me dio vuelta, dejándome de espaldas en el suelo.Se puso sobre mí, se sacó la pajarita, la camisa y volvió a besarme.Conocía cada parte de mi cuerpo y lo que me gustaba que hiciera con él. Tomó mis pechos y jugó con mis pezones, los estiraba con sus labios una y otra vez. Mi sexo estaba completamente mojado.Llevó una de sus manos a mi entrepierna y con sus dedos empezó a hacer movimientos circulares en el clítoris. Tuve mi primer orgasmo.Me levanté y lo dejé recostado, aproveché de besarlo completamente hasta llegar a su erección. Mi lengua empezó a trabajar, su sabor era como siempre, exquisito.Entraba y salía de mi boca, hasta que logré que dejara un orgasmo en ella. Me levantó, me montó en su cadera y me apoyó en el closet donde habíamos estado busc