Terminé de arreglar mis cosas para regresar a casa. No sabía cómo reaccionar cuando llegase Nicholas, solo sabía que claramente tenía a otra mujer y que sus llegadas tardes o ausencias en la gira se debían, no solo a ensayos y reuniones, si no a su doble vida.
Necesitaba aclarar todo, pero esa vez no esperaría respuesta de su parte. Si había sido capaz de mentirme y traicionarme con algo como eso, no me diría la verdad.Decidí quedarme callada e investigar. Tomé el celular, digité la clave y revisé las llamadas entrantes. Para mi mala suerte el número que llamó en la madrugada era privado, así que no pude hacer nada al respecto.Vi las llamadas salientes y lo único extraño fue una llamada a Chile. Rápidamente me envié el número para averiguar por qué mi esposo llamaba a mi país sin decirme nada. Estaba concentrada rescatando información cuando sentí a Nicholas que venía hacia nuestro dormitorio, dejé el celular y me metí al baño para disimular que había terminado recién de ducharme.Lamentablemente no alcancé a rescatar el número del mensaje y tampoco pude abrirlos, ya que si lo hacía los dejaría como vistos y descubriría de inmediato que le registré su celular. —Cariño, llegué y te traje un regalo. —Golpeó la puerta del baño.No podía entender cómo ese hombre tan dulce disimulaba tan bien.Puse mi mejor cara y con una sonrisa le recibí el ramo de rosas rojas que traía en las manos. —Em, ¿te pasa algo? —preguntó . —No, nada. ¿Por qué? —Tienes los ojos llorosos. —No, amor, tiene que ser porque desperté recién.Me dio un tierno beso, tomó su celular y me dijo que tenía que ir a su oficina a responder algunos e-mails. Volví a meterme al baño.Mis lágrimas no se hicieron indiferentes frente a la situación. Me tranquilicé, me vestí y fui a verlo.Entré y me le quedé mirando. Me dolía el corazón y no era capaz de decirle absolutamente nada.Estaba concentrado en el computador, pero se dio cuenta de que estaba parada en la puerta. Levantó su mirada, apoyó su cuerpo en el asiento y me sonrió. —Em, estás extraña. ¿Te ocurre algo? —preguntó, sonriendo.No sabía mentir, así que me acerqué en silencio. Quería saber qué estaba escribiendo tan concentrado antes de que yo llegara y la única forma era ir a sentarme en sus piernas y disimular para ver su MacBook. —No pasa nada, solo quiero estar contigo... Te he extrañado. —Me acerqué, mirando cada movimiento y gesto que hacía.Me recibió, pero antes de que yo llegara a él, cerró la pantalla del ordenador. —¿Qué hacías tan concentrado?—pregunté. —Solo respondía algunos correos, pero puedo hacer una pausa. —Sonrió y me besó.Mi libido empezó a traicionarme una vez más. Era tan débil.Me tomó de las axilas, levantándome y dejándome sentada en su escritorio. Abrió mis piernas y se acomodó entre ellas.—Amo que uses falda —dijo, acariciando mi culo por debajo de mi vestuario. Lentamente bajó sus manos por mi entrepierna hasta llegar a mi sexo.«Estúpida, Emilia. Ya estás cayendo en sus encantos. Tienes que ser fuerte», pensé, al sentir que mi vestuario ya no estaba en su lugar y que estaba disfrutando más de lo que debía.—¡Ah...! —gemí, al sentir como rasgó mis bragas y tocó mi sexo.Se quedó mirándome por unos segundos, luego llevó sus labios a mi cuello. Bajó jugando con su lengua hasta hasta el primer botón de mi blusa, mientras que con sus hábiles manos empezó a desabrocharlos uno por uno.Mis pechos quedaron al descubierto, pero no jugó con ellos como acostumbraba.Su boca llegó hasta mi ombligo y fue en ese momento que tomó mis pezones con sus dedos. Los estiraba y soltaba. Su boca llegó haciendo magia hasta mi sexo, el cual ya estaba húmedo y listo para empezar con la acción. Su lengua realmente era una profesional del juego sexual. Estaba en las nubes a punto de tener un orgasmo cuando mi cabeza empezó a recordarme todo lo que había descubierto.¿Le habrá hecho todo eso a la otra mujer? Quizá fue algo que ocurrió antes de casarnos y por eso él le pedía que lo dejara tranquilo.No podía seguir con eso y dejando que el buen sexo me nublara la memoria. —Nicholas, para, por favor —pedí, jadeando.No me hizo caso y continuó, así que tuve que levantar la voz. —¡Nicholas, para!Se retiró, volvió a sentarse y se quedó mirándome. Esperando a que le diera alguna explicación. —Lo siento, pero no puedo. —Me acomodé y empecé a vestirme. —¿Qué es lo que te está pasando? Se supone que no habrían más secretos —comentó mi esposo, molesto y insistente. —Ese es el problema, Nicholas, que las cosas funcionan cuando ambos ponen de su parte. —Abroché mi blusa. —Em, no estoy entendiendo nada. —Lo siento, no me siento bien. Iré a terminar de arreglar mis cosas. —Me levanté, terminé de acomodarme la ropa y fui a nuestro dormitorio a buscar qué hacer.No paso más de un minuto cuando Nicholas entró, me abrazó y me dijo: —Em, sea lo que sea que te esté pasando quiero que no dudes ni un segundo de que eres lo más importante que tengo en mi vida y que no sé vivir sin ti.Con lo que me estaba diciendo me confundía aún más. ¿Me amaba, pero me ocultaba cosas?El timbre nos interrumpió, corrí a abrir la puerta. Ya venían por nosotros, así que no pudimos seguir conversando.Agradecí que así fuera, porque estuve a punto de vomitarle todo y enfrentar la situación.Camino al avión me tomó las manos, intentaba encontrar mi mirada, pero yo no era capaz de verlo a los ojos. Tenía tanta rabia acumulada que se me estaba haciendo muy difícil no mandarlo a volar lejos de mi vida.Llegamos al avión y me senté al lado de mi profesor de guitarra. —Hola, Em. ¡Wow, quedaste muy bonita con el estilista que Renato te recomendó! —Me miró de abrir a hacia abajo. —Gracias, Ryan. —Lo miré, sin ánimos de hablar. —¿Pasa algo? Te noto triste. —No, solo me siento un poco indispuesta. ¿Te parece si nos vamos juntos y así aprovechamos de practicar algunas cosas con la guitarra? —Sí, claro... Esperemos a que el avión despegue y nos ponemos en ello.Renato se acercó a saludarme y me dijo al oído: —Tu marido está con un genio del terror, así que, por favor, llévalo al baño y ten sexo con él para que se relaje, sino va a despedir a todos, incluyéndome a mí. Lo que significaría que este rostro bonito no tendría cómo pagar sus cremas.Volteé parar mirar a Nicholas, el cual estaba sentado atrás mío en diagonal. Me estaba mirando seriamente. No podía descifrar su cara, no sabía si eran celos o su conciencia, pero no quería nada con él, así que le respondí a Renato, tratando de evitar que las lagrimas salieran nuevamente. —Renato, no es a mí a quien le tienes que pedir que se lo coja.Ryan escuchó eso e interrumpió: —Em, ¿está todo bien? ¿Te hizo algo?Renato se quedó callado esperando mi respuesta, la cual no obtuvo, porque la tripulación empezó a pedir que nos sentáramos.Tenía una duda que aclarar antes de despegar, y era cosa de segundos para hacerlo.Saqué mi celular y marqué al número de Chile que Nicholas tenía registrado en sus salientes.Casi me desmayé cuando me respondieron y escuché el otro lado del teléfono.—Clínica de rehabilitación Cumbres, ¿con quién tengo el gusto?Mi corazón casi salió por mi boca, fue tanta mi sorpresa que me puse pálida. Ryan, de inmediato reaccionó, preguntando: —¿Estás bien? —No, no lo estoy, necesito bajar de este avión. —No podemos, ya está en marcha. —Tomó mi mano para calmarme. Nicholas me miraba por la parte de atrás, preocupado por lo que estaba viendo, pero no podía levantarse del asiento porque el avión ya estaba andando. De inmediato miré a Ryan y le dije: —¿Puedo hacerte una pregunta? Pero que esto quede solo entre nosotros, por favor... —Por supuesto. —Me miró, preocupado. —Tu pasas más tiempo con Nicholas, ¿has notado algo sospechoso? —¿Algo cómo qué? Creo que tienes que ser más específica. —Algo como otra mujer en su vida. —Em, ese hombre tendría que ser un imbécil si buscara otra mujer. Mírate, eres todo lo que un hombre quiere. Y me incluyo.«¿Qué fue eso? ¿Una declaración de amor?», pensé. Él sabía muy bien que conmigo que
El viaje estuvo muy agotador. Prendí mi celular y tenía millones de mensajes de Nicholas. Me rompía el corazón saber que me estaba engañando. «Te amo, no me hagas esto, podemos hablar y solucionar lo que te está ocurriendo.»No quise responder, era mejor así. Mi cabeza en ese momento no podía pensar en nada más que encontrar al enfermo que me secuestró y tenía que enfocarme en eso. Legué al hotel y me tumbé en la cama a mirar el techo. Tenía que encontrar a ese hombre y mi ansiedad no me permitiría darme todo el tiempo del mundo para hacerlo. Tomé mi MacBook y busqué en Google toda la información del psiquiatra. Aún trabajaba en la Clínica Cumbres y me aparecía la dirección de su consulta privada. Me duché, me vestí y fui al lugar que tanto sufrimiento me trajo: la clínica de rehabilitación.El taxi me dejó en la entrada, me bajé y la miré con un poco de miedo, recordando a Andrés y lo que me había hecho. Todo seguía igual. Respiré profundo y entré.Me acerqué a una de las secreta
Me levanté y de un grito le pedí a Nicholas que dejara de golpear al médico, quién ya estaba tirado en el piso, sin poder levantarse. —¡Nicholas, detente! —Me acerqué e intenté separarlos. La cara de Rodolfo estaba desfigurada, apenas podía hablar. Nunca había visto a mi esposo tan descontrolado. Por una parte lo entendía, nuevamente me defendió y salvó de algo que podría haberme marcado por el resto de mi vida. —Nicholas, vámonos de aquí. —Lo tomé del brazo y empujé hacia la puerta.Mi rubio me miró con una cara que jamás habría imaginado ver. Estaba furioso conmigo. Me pasó su jersey para taparme, ya que mi ropa había quedado completamente inutilizable y mientras estaba en eso Rodolfo me dijo:—Emilia, no sabes con qué estás jugando. Ustedes son tal para cual. Podrías preguntarle a Nicholas porqué me llamaba con tanta insistencia. Miré a Nicholas, exigiendo una respuesta, pero el solo se acercó a Rodolfo y le dio una patada en las costillas. Se quejó del dolor, pero ni eso l
Llevaba tres días en el hotel encerrada. No podía parar de llorar. Revisaba mi celular a cada rato con la ilusión de que Nicholas me hubiese escrito, pero nada. Le escribí a Renato, quién me respondió con una llamada telefónica. —Em, qué gusto escucharte. —¿Cómo estás? —pregunté, deseando que me contara más de Nicholas, que de él mismo. —Por lo que oigo, mejor que tú. ¿Qué te hizo ese idiota? —¿No estás enterado? —No, pero era obvio que algo ocurría, anda con un genio de los mil demonios. —Terminamos, estoy en Chile. —¿Qué? Espera, ahora no podré seguir hablando, pero te llamo apenas pueda. —Mejor te llamo yo, apenas tenga un rato lo haré. Te quiero, amigo. —También te quiero, Fiona. Me levanté para darme una ducha y mientras el agua caía yo intentaba descubrir la forma de recuperar mi matrimonio.Las palabras de Rodolfo diciendo que Nicholas estaba involucrado no dejaban de darme vueltas, pero era un tema que tenía que dejar de lado, porque pensar en eso sig
El viaje había sido muy bueno, tuve que firmarle autógrafos y sacarme fotografías con casi todo el avión, por lo menos la alegría de la gente me distrajo y me sacó más de una sonrisa.Llegué a casa, abrí la puerta y saludé a todos los que estaban, quienes me saludaron como si nada pasara. Me fui a la que era nuestra habitación y escuché la ducha. Miré por la puerta silenciosamente y ahí estaba el hombre más sexi del mundo.Tenía millones de problemas, pero lo que estaba viendo hacía que se me olvidaran. Me quité la ropa y sin emitir ningún ruido me incorporé a la ducha con él. Estaba de espaldas, así que no se dio cuenta de que estaba ahí hasta que lo toqué. —Em, volviste —dijo, volteándose hacia mi. —Sí, pero ahora no quiero hablar. —Le tapé la boca con mi dedo índice. Me acerqué para besarlo y di gracias a todos los dioses por haber sido respondida. Nos besamos tan apasionadamente que el mundo quedó a nuestros pies. Empecé a besarle el cuello y fui bajando lentamente hasta
Llegamos a los ensayos. Renato se acercó para abrazarme. —Em, me tenías preocupado, nunca llamaste. —Lo siento tanto... ¿Has vistos a Ryan? —pregunté, buscándolo con la mirada. —Sí, de hecho ahí viene. —Apuntó, detrás de mi—. ¿Cómo va todo, se reconciliaron con don falta de sexo? —No lo sé... Espero que mejorando —respondí, con una leve sonrisa. Volteé para mirar y me quedé frente a frente con el guitarrista. —¿Qué tal, Em? Veo que volviste. —Besó mi mejilla.Nicholas desde lejos me miraba, creía que Ryan sentía algo por mí y yo notaba que eso no lo dejaba tranquilo. —¿Tienes tiempo para clases? —Sonreí. —Siempre tengo tiempo para ti —respondió, sin quitarme la mirada. Renato se acercó y mostrándole el dedo Índice le dijo: —Te lo advierto, la cuidas. Nos fuimos a una sala pequeña que tenía unos sofás y le pedí que me enseñara la canción que había tenido pegada desde que me subí al auto para llegar. Fight song, de Rachel Platten. Sonrió, nos sentamos y me empez
Yo sabía que estaba obsesionada con saber quien era la persona que estaba detrás del teléfono. También tenía claro que que no podía ser tan fácil saber quién era. Estaba segura que ese mensaje era otra trampa, por lo mismo, me contuve y no respondí. Le pedí a todos los que trabajaban en la casa que se fueran temprano, lógicamente el personal de seguridad tenía que quedarse. Como todo había estado más tranquilo teníamos puntos ciegos en la casa para mayor privacidad. El jacuzzi exterior era uno de ellos, así que lo encendí y mandé a pedir champán y algunas cosas para comer. Me desvestí, puse música de Sam Smith y esperé desnuda en el jacuzzi.El agua estaba realmente exquisita, llevaba un año viviendo en ese lugar y nunca me había metido sola. Sentí una venda en mis ojos y me emocioné pensando que Nicholas también traía una sorpresa para mí. —Cariño, qué bueno que llegaste —dije.Lo sentí incorporarse al agua y riendo pregunté: —¿Por qué me vendas los ojos?Me empezó a oler e
—Em, cuando te secuestraron y te traje a casa, pedí al investigador que siguiera averiguando. Lógicamente todo coincidía: fotografías de un centro de rehabilitación, sumado a que él era psiquiatra y dueño actual de la casa. Además de tu historia con tu ex y la amistad que ellos tenían. Finalmente me enfrenté al médico. —Nicholas, ¿en qué momento hiciste eso? —Em, por favor, que no te gane la ansiedad y deja que te cuente todo paso a paso. —Okey. —El mexicano no era ningún inocente, él también estaba en la casa y lo capturaron porque no alcanzó a escapar, pero el imbécil de Merino sí lo hizo. Ya tenía su nombre, así que conseguí con mi agente de viajes, la cual tiene millones de contactos en las aerolíneas que averiguaría cuando regresaría a Chile. Si era inteligente lo haría. »Compré el asiento de al lado para que no pudiese escapar. Así obtendría respuestas. Puedo decirte que sí se puede viajar a Chile por el día.—Rió—. Casi se le cae la cara cuando me vio sentado a su lad