Llevaba tres días en el hotel encerrada. No podía parar de llorar. Revisaba mi celular a cada rato con la ilusión de que Nicholas me hubiese escrito, pero nada. Le escribí a Renato, quién me respondió con una llamada telefónica. —Em, qué gusto escucharte. —¿Cómo estás? —pregunté, deseando que me contara más de Nicholas, que de él mismo. —Por lo que oigo, mejor que tú. ¿Qué te hizo ese idiota? —¿No estás enterado? —No, pero era obvio que algo ocurría, anda con un genio de los mil demonios. —Terminamos, estoy en Chile. —¿Qué? Espera, ahora no podré seguir hablando, pero te llamo apenas pueda. —Mejor te llamo yo, apenas tenga un rato lo haré. Te quiero, amigo. —También te quiero, Fiona. Me levanté para darme una ducha y mientras el agua caía yo intentaba descubrir la forma de recuperar mi matrimonio.Las palabras de Rodolfo diciendo que Nicholas estaba involucrado no dejaban de darme vueltas, pero era un tema que tenía que dejar de lado, porque pensar en eso sig
El viaje había sido muy bueno, tuve que firmarle autógrafos y sacarme fotografías con casi todo el avión, por lo menos la alegría de la gente me distrajo y me sacó más de una sonrisa.Llegué a casa, abrí la puerta y saludé a todos los que estaban, quienes me saludaron como si nada pasara. Me fui a la que era nuestra habitación y escuché la ducha. Miré por la puerta silenciosamente y ahí estaba el hombre más sexi del mundo.Tenía millones de problemas, pero lo que estaba viendo hacía que se me olvidaran. Me quité la ropa y sin emitir ningún ruido me incorporé a la ducha con él. Estaba de espaldas, así que no se dio cuenta de que estaba ahí hasta que lo toqué. —Em, volviste —dijo, volteándose hacia mi. —Sí, pero ahora no quiero hablar. —Le tapé la boca con mi dedo índice. Me acerqué para besarlo y di gracias a todos los dioses por haber sido respondida. Nos besamos tan apasionadamente que el mundo quedó a nuestros pies. Empecé a besarle el cuello y fui bajando lentamente hasta
Llegamos a los ensayos. Renato se acercó para abrazarme. —Em, me tenías preocupado, nunca llamaste. —Lo siento tanto... ¿Has vistos a Ryan? —pregunté, buscándolo con la mirada. —Sí, de hecho ahí viene. —Apuntó, detrás de mi—. ¿Cómo va todo, se reconciliaron con don falta de sexo? —No lo sé... Espero que mejorando —respondí, con una leve sonrisa. Volteé para mirar y me quedé frente a frente con el guitarrista. —¿Qué tal, Em? Veo que volviste. —Besó mi mejilla.Nicholas desde lejos me miraba, creía que Ryan sentía algo por mí y yo notaba que eso no lo dejaba tranquilo. —¿Tienes tiempo para clases? —Sonreí. —Siempre tengo tiempo para ti —respondió, sin quitarme la mirada. Renato se acercó y mostrándole el dedo Índice le dijo: —Te lo advierto, la cuidas. Nos fuimos a una sala pequeña que tenía unos sofás y le pedí que me enseñara la canción que había tenido pegada desde que me subí al auto para llegar. Fight song, de Rachel Platten. Sonrió, nos sentamos y me empez
Yo sabía que estaba obsesionada con saber quien era la persona que estaba detrás del teléfono. También tenía claro que que no podía ser tan fácil saber quién era. Estaba segura que ese mensaje era otra trampa, por lo mismo, me contuve y no respondí. Le pedí a todos los que trabajaban en la casa que se fueran temprano, lógicamente el personal de seguridad tenía que quedarse. Como todo había estado más tranquilo teníamos puntos ciegos en la casa para mayor privacidad. El jacuzzi exterior era uno de ellos, así que lo encendí y mandé a pedir champán y algunas cosas para comer. Me desvestí, puse música de Sam Smith y esperé desnuda en el jacuzzi.El agua estaba realmente exquisita, llevaba un año viviendo en ese lugar y nunca me había metido sola. Sentí una venda en mis ojos y me emocioné pensando que Nicholas también traía una sorpresa para mí. —Cariño, qué bueno que llegaste —dije.Lo sentí incorporarse al agua y riendo pregunté: —¿Por qué me vendas los ojos?Me empezó a oler e
—Em, cuando te secuestraron y te traje a casa, pedí al investigador que siguiera averiguando. Lógicamente todo coincidía: fotografías de un centro de rehabilitación, sumado a que él era psiquiatra y dueño actual de la casa. Además de tu historia con tu ex y la amistad que ellos tenían. Finalmente me enfrenté al médico. —Nicholas, ¿en qué momento hiciste eso? —Em, por favor, que no te gane la ansiedad y deja que te cuente todo paso a paso. —Okey. —El mexicano no era ningún inocente, él también estaba en la casa y lo capturaron porque no alcanzó a escapar, pero el imbécil de Merino sí lo hizo. Ya tenía su nombre, así que conseguí con mi agente de viajes, la cual tiene millones de contactos en las aerolíneas que averiguaría cuando regresaría a Chile. Si era inteligente lo haría. »Compré el asiento de al lado para que no pudiese escapar. Así obtendría respuestas. Puedo decirte que sí se puede viajar a Chile por el día.—Rió—. Casi se le cae la cara cuando me vio sentado a su lad
Sacamos los celulares y alumbramos para ver qué estaba ocurriendo. Renato y el baterista estaban en pleno acto sexual, jamás fue un grito de auxilio, al contrario. —Cariño, creo que ninguno de los dos necesita que lo ayudemos —dije, riendo. —Volvamos a nuestras copas de vino, Em, creo que vimos suficiente y ellos no necesitan público para continuar —susurró.Volvimos a casa y la luz había llegado. Solo había sido un corte, el cual la compañía de electricidad ratificó. —Nicholas, no podemos seguir viviendo así. Asustándonos por todo. Se corta la luz o escuchamos un grito y es como si estuviéramos en una película de terror. ¡Es ridículo! —exclaméMe sentí frustrada, cansada. Necesitaba terminar con el juego. —¿Qué quieres hacer? —Me abrazó. —Concretar una cita con ella y cerrar esto. Saber qué es lo que quiere. —¡Sobre mi cadaver! —Se alejó, apuntó con su índice a modo de advertencia. —Deja que le responda, le diré que nos juntemos, pero siempre y cuando me diga pri
—Em, no entiendo que hacemos en la cárcel donde está tu padre un día domingo —Estacionó el auto mientras se agarraba la cabeza. —Es el único que puede darme las respuestas que necesito. —Pero los domingo no hay visitas. Menos en una cárcel cómo esta. —¿Tú cómo sabes eso? —pregunté, extrañada y mirándolo a los ojos. —No lo sé, me lo imagino. —Se encogió de hombros. El edificio era enorme, desde el auto solo veíamos a las personas que hacían guardia, porque las murallas tapaban todo lo que no fuera techo. —Nicholas, no se cómo lo voy a hacer, aunque tenga que vestirme de cocinera, lavandera o lo que sea, voy a hablar con él hoy. Nicholas rió. —¿De qué te ríes? —Hablas como si estuvieran en un hotel. Dudo que tengan cocinera. —¿Me vas a acompañar? —respondí, con cara de enojada. Un poco molesto por mi hostilidad y por no haberle contado absolutamente nada en elcamino, se bajó del auto conmigo. Caminamos hasta la entrada en donde nos dijeron que no era día de vi
Mi rabia fue tanta que mi celular volvió a sufrir las consecuencias. Lo tiré en el piso, dejándolo completamente quebrado.Nicholas volvió, me miró con cara de: te volviste completamente loca, y lo recogió. —Emilia, basta, mira cómo dejaste el teléfono. Y el vidrio del dormitorio —exclamó, intentado controlar su enojo. Para nuestra mala suerte, y como ocurre muy poco en Las Vegas, se largó a llover. Estábamos quedando completamente mojados. Nicholas no se atrevía a acercarse a mí, podía intuirlo. —Lo siento, pero no sé que me está ocurriendo —dije, confundida.Nos abrazamos, nos besamos y el teléfono de la única persona que me entregaba paz en esos momentos empezó a sonar. Con la lluvia no podía escuchar lo que decían al otro lado, pero sí podía ver los ojos de mi esposo, los cuales se abrieron de tal tamaño que me dio miedo ver a mi alrededor. Apagó el teléfono y de inmediato me dijo: —Hay alguien en nuestra casa o en los jardines. Lo vieron pasar hace algunos minutos por l