Llevaba tres días en el hotel encerrada. No podía parar de llorar. Revisaba mi celular a cada rato con la ilusión de que Nicholas me hubiese escrito, pero nada. Le escribí a Renato, quién me respondió con una llamada telefónica. —Em, qué gusto escucharte. —¿Cómo estás? —pregunté, deseando que me contara más de Nicholas, que de él mismo. —Por lo que oigo, mejor que tú. ¿Qué te hizo ese idiota? —¿No estás enterado? —No, pero era obvio que algo ocurría, anda con un genio de los mil demonios. —Terminamos, estoy en Chile. —¿Qué? Espera, ahora no podré seguir hablando, pero te llamo apenas pueda. —Mejor te llamo yo, apenas tenga un rato lo haré. Te quiero, amigo. —También te quiero, Fiona. Me levanté para darme una ducha y mientras el agua caía yo intentaba descubrir la forma de recuperar mi matrimonio.Las palabras de Rodolfo diciendo que Nicholas estaba involucrado no dejaban de darme vueltas, pero era un tema que tenía que dejar de lado, porque pensar en eso sig
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