—Hiciste muy mal, Jessica. —Kevin le reprochaba molesto mientras daba vueltas en la sala de su apartamento. Por su parte, ella lo miraba como cachorro cuando su amo lo corrige, sentada en el sofá.
—Lo siento, perdón —dijo con lamentos.
—¿Por qué lo hiciste?
—Quería estar contigo. —Dejó salir las lágrimas atrapadas—. Te extraño mucho y no soporto que te hayas casado con esa tonta de Laura. Tú ya no me quieres por culpa de ella.
—¿Qué disparates dices? Yo nunca voy a dejar de quererte, eres mi prima. En cuanto a Laura, ella es mi esposa y te voy a pedir que la respetes. No tienes que mentir para que pasemos tiempo juntos o para que vengas a visitarme. —Kevin se acercó a ella mirándola con ternura—. Eres como esa hermanita que nunca tuve —pellizcó su nariz—, prométeme que no me volverás a mentir.
—Lo prometo. —Bajó el rostro apenada—. Lo siento de verdad.
—Me alegra escuchar que lo sientes, pero le debes una disculpa a tus padres. Los hiciste quedar como unos villanos cuando ellos mismos te están pagando las clases. No debiste aprovechar que se fueron de viaje para mentir de esa forma. No te imaginas lo triste y preocupados que se quedaron cuando los llamé. Ellos vendrán por ti mañana, adelantaron el viaje por tu causa.
—Lo siento, de verdad. —Lo abrazó y dejó las lágrimas salir.
—¡Estúpido, Kevin! —Jessica se lamentó sobre su cama mientras las lágrimas bañaban su rostro—. ¿Por qué los llamaste? Estaba tan cerca de recuperarte. ¡Qué tonta soy! Debí pensar en un mejor plan, era obvio que ese tonto los iba a llamar tarde o temprano. Debo hacer algo... No puedo perderte Kevin; yo te amo, mi amor.
***
Pablo se levantó y se sorprendió al no ver a Jimena en la cama, dejó salir un suspiro y apretó su cabello de la impotencia. La culpa estaba acabando con su paz. Quería recuperar lo perdido con ella, pero ¿cómo mirarla a los ojos?
Jimena entró a la habitación con el bebé en manos, lo puso sobre la cama y éste gateó en dirección a Pablo. Ella evadió la mirada de su esposo y entró al baño en silencio. Era sábado y al parecer ella no se quedaría en casa ese día, así que él no tendría que escapar a ningún lado.
Jimena salió envuelta en una toalla con su piel mojada y su cabello recogido. No pudo evitar mirar a su esposo jugar con el bebé, parecía un niño pequeño y se veía muy tierno.
—¿Quién es la hermosa rubia, Adrián? —dijo al bebé hablando como el pato Donalds. Jimena trató de no reír y hacerse la indiferente—. ¿Qué hace esa mujer tan linda en la habitación? ¿Quién la dejó entrar? —Seguía hablando como el personaje mientras le hacía cosquillas al bebé—. Adrián, dile que se quite la toalla de una buena vez y que lo haga lentamente. —La miró con picardía, mas ella entornó los ojos.
—¡Payaso! —espetó molesta y salió de la habitación con su ropa en mano.
—¡Hey! ¿Para dónde vas...? —No terminó la frase cuando Jimena había tirado la puerta tras sí—. ¡Uff! —Miró al bebé—. Tu mami está enojada.
Después de un rato, Jimena entró a la habitación vestida con un vestido corto, ajustado arriba y ancho en la falda, con mangas cortas. El color naranja le quedaba bien y él quedó embobado al ver sus labios del mismo color. Su cabello estaba suelto y lacio. Llevaba unas zapatillas bajitas y cómodas ya que llevaría al bebé.
—¿Vas a salir? —preguntó mirándola fijamente. Hacía mucho que ella no se arreglaba y realmente se veía bien.
—Sí. Voy a llevar a Adrián al parque y luego me reuniré con mi tía y las chicas. Vamos a celebrar que Cecilia se graduó y que regresó para quedarse.
—Entonces... puedo acompañarte al parque si quieres, hasta que llegue la hora de la reunión de las Gutiérrez, ahí sí tomo mi camino. Así quedan en libertad para criticar a los Mars, porque cariño, sé que cuando se reúnen somos el centro de la conversación y no creo que digan cosas bonitas sobre nosotros.
—¡Ja! Como si fueran tan importante. —Jimena lo miró con disgusto.
—Bueno, por alguna razón, tres de ustedes están casadas con nosotros; tenemos ese algo que vuelve locas a las Gutiérrez —alardeó con una sonrisita.
—Creído, idiota. —Ella gruñó provocando carcajadas a su esposo, quien se paró de la cama y la abrazó por detrás—. ¡Suéltame, tarado! —Se removía entre sus brazos, cosa que lo motivaba a él para apretarla con más fuerza. Pablo dejó un tronante beso sobre su cuello, provocando que ella se enoje más—. ¡Suéltame, Pablo! —gruñó. Él la soltó con lentitud y la puso frente a él.
—¿Sigues enojada? —Su voz sonó sería y ronca, pero ella evitaba su mirada. Le avergonzaba recordar su rechazo. Cuando por fin se atrevió a tomar la iniciativa y volver a ser esa chica intrépida que una vez fue, entonces, él se rehusó a la intimidad.
—No. No tengo nada que reclamarte, Pablo. —miró en dirección al suelo—. Cuando regrese, hablamos. —Lo encaró con tristeza y una firmeza que le dio una sensación de amargura al pelinegro—. Hablaremos de nuestro divorcio. —Luchó con las lágrimas.
—¿N-nuestro d- divorcio? —tartamudeó sorprendido.
***
—No me dejes... —Kevin susurró sobre el cuello de Laura, disfrutando del olor de su dulce colonia—. No abandones a tu esposo —bromeaba mientras dejaba pequeños besos sobre la sensible piel.
—No me retrases más, Kevin —dijo tomando su rostro y dejando un tierno beso sobre sus labios, lo que provocó que él atacara su boca con anhelo. Ella se distanció arrugando el rostro—. Kevin Mars, es la tercera vez que arruinas mi labial —se quejó mientras quitaba los restos de pintura de sus labios.
—Eres una malvada. —Le apuntó con el dedo—. Vas a abandonar a tu esposo y ni siquiera dejas que te dé un besito.
—¡Manipulador! —espetó volviendo a ponerse el labial. Él se acercó con intención de besarla, pero ella puso su mano sobre sus labios y frunció el cejo—. Ni se te ocurra. —Lo miró amenazante y él empezó a reír.
—Llamaré a Pablo para pasarme el día con él, ya que nuestras esposas se reunirán a conspirar en nuestra contra.
—Sí, claro. Como si ustedes fueran el centro del universo.
—Eso me pregunto yo. Creo que somos irresistibles para las Gutiérrez.
—¡Uju! —Laura balbuceó con sarcasmo y tomó su bolso—. Adiós, esposo. —Movió su mano despidiéndose con una sonrisita. Él corrió tras ella, pero ésta huyó riendo.
***
—¡Quédate en la cama! —Paulo rogó a su esposa, quien ya tenía la toalla puesta.
—Vas a hacer que llegue tarde, Paulito.
—Me prendes cuando usas ese diminutivo —dijo coqueto, provocando que su esposa se sonroje.
—Deja de usar ese vocabulario, Paulo Mars —reclamó escandalizada. Él se paró de la cama como Dios lo trajo al mundo y la rodeó con sus brazos desde atrás.
—Qué quieres que diga entonces —susurró sobre sus oídos—; que despiertas al amigo, que me lo...
—¡Paulo Mars! —lo interrumpió ofendida y roja como un tomate—. Deberías lavarte la boca con jabón, indecente. —Él estalló en carcajadas—. No le veo la gracia a tu indecencia.
—¡Que hipócrita eres! —La miró con picardía—. Mucho que te gusta cuando se me...—Ella le tapó la boca con su palma, provocando una risita en él, quien dio una mordida suave sobre ésta y la miró a los ojos con una sonrisa pervertida—. ¿Qué haremos, Clarita? Despertaste a la bestia y no sales de aquí hasta que la duermas —dicho esto, la cargó sobre sus brazos y la regresó a la cama.
***
Kevin fue a visitar a Pablo a su casa.
—Trata de calmarte, Pablo —Kevin aconsejó preocupado mientras lo miraba desde el sofá. Pablo daba vueltas en la sala nervioso.
—¿Cómo puedo calmarme? Jimena me pidió el divorcio, Kevin.
—Bueno... te lo mereces por idiota.
—¿Qué voy a hacer, Kevin? —Se sentó de golpe en el sofá con expresión aturdida.
—Habla con ella y aclara las cosas. Pero Pablo, debes estar seguro de lo que quieres. No es justo que Jimena siga sufriendo por tu estupidez.
—El problema es... que no sé lo que quiero, tengo tanto miedo. Sé que estoy siendo egoísta, pero no estoy listo para dejarla ir; aun así, me siento atraído por Ariadna.
—¡Eres un Patán, primo! —Kevin lo miró con decepción—. No es justo lo que haces.
—Tienes razón, debo tomar una decisión pronto. Después de ese beso no he podido dejar de pensar en ella y eso me está torturando. No puedo ni mirar a Jimena por la culpa.
—¿Beso? —Kevin inquirió aterrado. Pablo suspiró.
—Ella me besó. Te juro que no iba a corresponderlo, pero fui muy débil ante sus dulces labios. Fue... tan delicioso que no me pude contener. Nos besamos como locos, me encantó y no sé cómo afrontar esto. Me gusta mucho Ariadna, pero también me gusta Jimena. ¿Puedes estar enamorado de dos personas al mismo tiempo?
Kevin lo miró abrumado e incrédulo.
—¡No puedo creerlo, Pablo! Pienso que Jimena debe separarse de ti; eres una basura. Te amo, Pablo; eres mi primo, pero eres de lo peor. —Meneó la cabeza con desaprobación—. Jimena es tu esposa, la madre de tu hijo y la estás poniendo en el mismo lugar que esa aparecida sin escrúpulos. Porque déjame decirte, querido primo; una mujer que se respeta no se le insinúa ni besa a un hombre casado. Piensa bien qué harás, porque si la escoges a ella te espera una vida amarga.
—Ella no es así, Kevin. No hables de una persona sin antes conocerla. —Pablo gruñó.
—Bien, no la conozco; sin embargo, lo que has dicho es suficiente para saber el tipo de mujer que es. Pero es tu vida, Pablo. ¡Jódete, imbécil! —replicó enojado y se marchó.
***
Las mujeres Gutiérrez se reunieron en una cafetería y después de abrazar a Cecilia con fervor y felicitarla, se sentaron a conversar.
—¡Qué hermoso mi sobrino! —Cecilia exclamó con el bebé en sus brazos—. Jimena, tiene tus ojos, pero es idéntico a Pablo; hasta tiene su negra cabellera.
—Sí, la cabellera de los Mars.
—Esos hombres Mars son terribles. —Clara espetó.
—¡Pero encantadores! —Laura exclamó con picardía y todas rieron, menos Claudia.
—¡Qué aburrimiento! —Claudia se quejó—. No hablaremos de ellos hoy, también. Están buenos, pero son unos tarados. El único mejorcito es Kevin y cometió la estupidez de casarse con Laura. —Todas la miraron mal y decidieron ignorarla.
—¿Todo bien? —Cecilia le preguntó a Jimena, acariciando su mano con ternura que estaba sobre la mesa. Jimena asintió fingiendo una sonrisa—. Estás diferente.
—¡Pero, claro que lo está! —Claudia intervino con toda su maldad—. Engordó demasiado, parece una vaca al igual que Laura. —Jimena bajó el rostro apenada.
—Deja de decir tonterías, Claudia. Ni Laura ni Jimena están gordas. Ambas son hermosísimas; a decir verdad, el matrimonio les ha favorecido.
—No más que a ti, tía —Laura le sonrió con picardía—. Cada vez que te veo luces más hermosa y feliz. Si te soy sincera, se me hacía raro una relación entre tú y él tío Paulo, pero al parecer ustedes se complementan muy bien.
—El tío es guapo y divertido; mientras que la tía es un poco anticuada y aburrida, además de santurrona. Me preguntó... —Claudia puso su dedo sobre sus labios pensativa—. ¿Cómo es que tienen intimidad? El tío se ve muy pícaro y atrevido, mientras que tú, tía... —Empezó a reír como loca.
—¡Respétame, jovencita! —Clara la regañó—. Mi intimidad con Paulito es información privada, es decir, no te incumbe.
—Tía, tú nunca nos contaste cómo fue que tú y él se enamoraron. ¿Cuándo fue que empezaron a salir? —Cecilia preguntó con curiosidad.
—¿Fue durante las vacaciones o cuando regresamos? —Laura preguntó a la expectativa de una respuesta, al igual que todas.
—Empezamos cuando regresamos —respondió sonrojada—; es lo único que les diré, entrometidas. —Todas bufaron—. Por cierto, Cecilia y Claudia; deberían buscarse un novio por lo menos, se están quedando atrás. —Su tía dijo burlona.
—Yo estuve saliendo con un chico en la universidad, pero resultó ser un patán y lo mandé a volar. —Cecilia contestó frunciendo el ceño.
—Y yo... he tenido lo mío. —Claudia respondió con desdén. Entonces hubo un momento de tensión al recordar los problemas que Claudia había tenido con los hombres. Decidieron cambiar el tema y terminaron hablando sobre los Mars.
***
Jessica estaba frente al complejo de apartamentos hablando con un chico de su edad.
—¡Estúpido Kevin! —se quejó golpeando su puño—. Por su culpa mis padres vendrán a buscarme hoy, y me imagino el sermón que tendré que soportar —se lamentó.
—Es que te pasaste de la raya. —Su amigo la miró negando con desaprobación—. ¿Cómo se te ocurre inventar que tus padres te prohibieron estudiar diseño y que te iban a enviar a Europa? A veces actúas como una loca. Estás obsesionada con tu primo, deberías olvidar eso, incestuosa.
—Nunca. Los primos se pueden casar, en la realeza ellos se casan para conservar el apellido. No voy a permitir que nada ni nadie me separe de él.
—Pero él está casado y tú no eres mujer para él. Él es mucho mayor que tú.
—No me importa. Kevin solo tiene veintiséis años, no me lleva mucho.
—Tienes dieciocho. Eres una mocosa.
—Mocosa tu madrina, imbécil. Deja de decir tonterías y entrégame la bolsa.
—Por cierto, ¿qué fue lo que Cris te envió?
—No es tu asunto. Gracias por la entrega, ahora desaparece de mi vista y dile a tu hermano que le pago en la uni.
El chico se marchó y Jessica esbozó una sonrisa malvada.
***
Jimena llegó a la casa de noche y encontró a Pablo viendo una película.
—¿Dónde está Adrián? —preguntó al no ver al bebé.
—En su habitación. Se había dormido desde que salí —contestó indiferente.
—Te pasaste el día entero afuera, me imagino lo cansado que debió estar.
—Sí. —Ella secundó con el corazón acelerado. Entró al baño, se duchó y salió envuelta en una toalla. Pablo se acercó a ella y empezó a besarla. Ella se alejó de él y lo miró con reclamo—. No vuelvas a besarme; recuerda que tenemos una conversación pendiente —dijo temblorosa, pues no estaba segura de su decisión.
—Jimena... no hay nada que discutir. —La abrazó con lágrimas en los ojos—. Perdóname, he sido un patán, idiota y mal esposo. Mi amor, no me dejes. —Agarró su rostro con sus dos manos y la miró a los ojos—. Vamos a darnos unos días, ¿sí? Pensemos bien si de verdad esa es la solución. Démonos una oportunidad y si tenemos que ir a terapia, vamos; pero no me dejes, por favor. —Besó sus labios con ternura. Jimena empezó a llorar y él la abrazó.
—Tengo miedo, Pablo. —Se limpió las lágrimas—. No quiero que terminemos mal.
—Lo sé; yo también tengo miedo. —Pablo quitó la toalla que la cubría y empezó a besarla con pasión, mientras sus manos acariciaban su cuerpo. Ella le quitó la camiseta y él se deshizo de su pantalón con desesperación. Se tiraron a la cama donde Pablo recorrió el cuerpo de Jimena con sus labios—. Relájate, preciosa —dijo seductor—; me toca complacerte y compensarte, disfrútalo, amor. —La sedujo con picardía. Jimena se entregó al deleite que su esposo le ofrecía, olvidando así todos los sentimientos negativos que había embargado esos días. No sabía si hacía lo correcto, pero necesitaba creer que Pablo cumpliría su palabra está vez; quería creer que su matrimonio tenía solución y que Pablo podría ser ese esposo que ella tanto anhelaba que fuera. Tal vez... no estaba mal de su parte soñar.
***
Kevin llegó de casa de su padre y se sentó en el sofá a esperar a Laura.—Hola, Kevin. —Jessica lo saludó con timidez.
—Hola, Jess. —Este le devolvió el saludo con una sonrisa.
—¿Tienes hambre?
—No. Cené con mi padre.
—Entonces te traigo un delicioso jugo que te preparé —dijo con entusiasmo y sin esperar respuesta, fue a la cocina—. Toma. —Le pasó el vaso. Kevin lo tomó y se lo bebió todo. Jessica sonrió victoriosa y se sentó a su lado. Ella se puso a conversar con él y diez minutos después, Kevin empezó a sentirse mareado y a ver borroso. Sintió como su cuerpo se relajaba y empezaba a tener sueño.
—Será mejor que me acueste... —susurró arrastrando las palabras—. No me estoy sintiendo bien… —Jessica se acercó nerviosa al darse cuenta que la sustancia hacía su efecto. Empezó a acariciar su rostro y besar su cuello. Kevin trató de distanciarla, sin embargo, no tenía fuerzas. Ella se sentó sobre su regazo y besó sus labios con fervor. Desabotonó la camisa de Kevin y se la quitó. Empezó a besar su firme pecho y escalofríos la recorrieron, sus manos temblaban y el corazón le latía a mil. Por fin él estaba a su disposición, solo para ella. Le desabrochó el pantalón y lo bajó hasta quitárselo, quedando él en ropa interior. Ella se quitó la blusa y tomó la mano de Kevin, frotándola sobre su cuerpo mientras se comía su boca. Aunque él no le correspondía, nada podía darle mejor goce que saborear esos labios con los que tanto soñó. Kevin balbuceaba incoherencias y no entendía lo que sucedía en ese momento. Ella, por su parte, se movía encima de él, pero no lograba su objetivo, ya que Kevin se encontraba casi inconsciente. Estaba frustrada y decepcionada. Creyó que la droga le haría actuar sin inhibiciones, no obstante, provocó lo contrario, pues Kevin estaba casi dormido y sin fuerzas. Ella nunca había estado con un hombre, así que no sabía qué hacer. Entonces, decidió disfrutar de él y siguió besándolo...
—Siento mucho el comportamiento de Jessica, Laura. —La madre de la chica la miró avergonzada. Laura y los padres de Jessica se habían encontrado frente al complejo de apartamentos cuando esta regresaba a casa.—No te preocupes. —Laura le sonrió—. Kevin habló con Jessica y ella se veía muy arrepentida.
—No entiendo que es lo que esa niña tiene en la cabeza; me asusta su comportamiento. Laura, no criamos a nuestros hijos de esa manera... —Genaro se lamentó. Se veía muy preocupado y avergonzado.
—Creo que deben hablar con ella. Tal vez es una etapa de rebeldía.
—No lo sé... Ella divulgó las fotos de Frank y le dijo a su amiga que tú le fuiste infiel a Kevin con él. Bueno, ya sabes cómo terminó todo eso. A veces pienso que esa chiquilla está enamorada de su primo. No quería aceptarlo, así que trataba de asimilar esa admiración exagerada hacia él como algo normal, pero… ya me asusta esta situación. Creo que buscaré ayuda profesional —dijo abrumado. Laura recordó el incidente de la herida y la advertencia de la enfermera; sin embargo, no quería preocuparlos más, así que decidió posponer esa conversación para otra ocasión, donde ellos estuvieran más tranquilos.
Ellos salieron del ascensor y Laura abrió la puerta. Los tres entraron al apartamento y se pararon en seco al ver la escena. Jessica estaba sentada sobre Kevin, ambos semi desnudos, besándose con vehemencia.
Laura sintió como si su mundo se derrumbaba, no podía creer lo que sus ojos veían. ¿Kevin? ¿Su Kevin? Debía ser una alucinación, aquello no estaba pasando. Las lágrimas inundaron sus mejillas y ella salió corriendo del apartamento sin rumbo fijo, solo necesitaba salir de allí, escapar de aquella dolorosa escena. Genaro abrió los ojos con incredulidad y la ira recorrió todos sus nervios. Apretó los puños de la rabia y se dirigió hacia ellos; Jessica se apeó de encima de Kevin al verse descubierta, aterrada al percatarse de que Genaro se acercaba a ella con mirada asesina, quien se le paró en frente y la cacheteó con fuerza.—¡Genaro! —Su esposa gritó entre lágrimas. Él ignoró su intervención y propinó otra cachetada a su hija.—¡Eres una
Laura estaba sentada en el diminuto comedor disfrutando la deliciosa comida que su madre le había preparado. Puesto que era domingo, no tendría que ir a la escuela, asimismo Leonor no tendría que trabajar.Laura se levantó de la mesa y se dirigió a la sala, se escondió al ver al casero acorralando a su progenitora.—No tienes que pagarme —el hombre la tenía entre él y la pared—. Podemos llegar a un acuerdo... —dijo con su mirada llena de lujuria.—Por favor, señor. —Leonor trataba de zafarse sin sonar con rudeza—. Tome el dinero, yo puedo pagarle...—Te dije que no tienes que hacerlo, preciosa. —acarició sus muslos con deseo mientras acercaba su rostro al de ella—. Solo debes ser un poco cariñosa conmigo y no solo vivirás aquí
Jimena moría de miedo frente a aquella habitación donde se oían gritos. Por parte de su padre los alaridos eran de reclamo y violencia, por parte de su madre, de ruego y dolor. Podía escuchar golpes. Empezó temblar y las lágrimas cubrieron su rostro. ¡Estaba tan asustada! Solo tenía cinco años y no comprendía muchas cosas, una de ellas era por qué su padre se encerraba con su madre y ella empezaba a llorar.Unos brazos protectores cubrieron su hombro. ¡Su hermana mayor siempre estaba allí como su refugio! Aunque ella era una niña también, se encargaba de cuidarla, al igual que a la pequeña Cecilia.Jimena despertó con lágrimas en sus ojos. Había pasado varios días desde que Pablo se marchó y el dolor se sentía igual o peor. La niñera se quedó todo el tiempo cuidando al beb&e
FlashbackClara se había reunido con Cristian y Genaro en casa del primero, para hablar de los negocios que tenían en conjunto y sobre la posible boda entre Jimena y Pablo, debido a que su sobrina había quedado embarazada.Clara subió las escaleras buscando un baño, y, cuando encontró uno al fin, el alivio vino a ella. Salió de allí pensando en la decepción que Jimena le había causado con su repentino embarazo.—Hola, Clarita. —Paulo la acorraló contra la pared del pasillo.—¿Qué haces, bestia? —Ella le reclamó.—¿Nerviosa? —La miró seductor.—¿Por qué me miras así? —preguntó nerviosa—. Aléjate de mí.&nbs
Clara tenía la mirada perdida frente a la ventana de Cristal en la habitación. Había pasado una semana de aquel encuentro con Gabriel y desde ese día su ánimo cambió. Paulo la miraba a una distancia prudente sin hacerle preguntas. Tenía miedo de su respuesta, de hostigarla o de que ella se sintiera juzgada o presionada. Sabía que era estúpido de su parte apartarse y fingir que no sucedía nada, entendía también, que su cobardía e inseguridad provocó que ella le fuera arrebatada una vez; bueno, no se podía arrebatar algo que no se tenía.Él la conoció en una reunión entre sus padres y los padres de ella. Ellos tenían muchos años de amistad por lo que decidieron hacer una alianza. Paulo no se involucraba en esas reuniones, pero ese día su padre lo amenazó con quitarle ciertos privilegios, por lo tanto, él accedi&o
Claudia llegó más temprano a la universidad y dio un recorrido por la facultad de leyes. Luego fue a la cafetería y cansada de su caminata, decidió ir a la cocina de los maestros. ¿Qué buscaba? Ni ella sabía. Su corazón latió con gran agitación al ver al profesor Páez tomando café junto a un grupo de maestros, mientras hablaban de cosas triviales. Ella saludó y se dirigió a la cafetera haciéndose la que no vio al profesor de sus pesadillas. Él la ignoró y continuó con su amena charla.Claudia se sentó frente a él con disimulo y nerviosismo, pero él se levantó, se despidió de todos y se marchó, dejando a Claudia con un inmenso vacío en el pecho y un gran enojo por la decepción.—¿Quién se cree ese imbécil que es para ignorarme? —Iba refunfuñ
Como si ocurriera un gran evento, la familia dejó de hablar y hacer lo que hacían al ver a aquella mujer frente a Jimena.—¡Eres un descarado, Pablo! —Jimena lo confrontó tratando de no llorar—. ¿Cómo te atreviste a traer a esta mujer a mi casa?—Esta mujer tiene su nombre. —Ariadna contestó desafiante.—¿Qué haces aquí, Ariadna? —Pablo le reclamó mirándola con odio y hastío. Estaba tan nervioso que no sabía cómo reaccionar.—Pablo, mi amor. —Sonrió maliciosa—. Como TU NOVIA —hizo énfasis en esas palabras, mientras miraba a Jimena airosa—, tengo el derecho de estar aquí. Mira, traje un regalo a mi hijastro.—¡Eres una descarada! —Jimena la confrontó—. Vete de mi casa, no eres bienvenida aqu&iacu
Jimena se levantó llena de energía. ¡Tenía tantas ganas de ejercitarse!Tomó su ropa deportiva que tenía mucho no usaba y fue al gimnasio. La sensación del sudor recorriendo su piel, la contracción de sus músculos y la carga de energía y adrenalina, le daban una sensación de placer y satisfacción indescriptible. Terminó su rutina y se duchó. A la salida se encontró con un rostro familiar.—¿Jack? —preguntó estudiándolo con la mirada.—¡Jimena! —El rubio se acercó y la abrazó con euforia, besó su mejilla y la recorrió con la mirada—. Pero ¡qué hermosa estás!Jimena se sonrojó y lo recorrió con la mirada. Estaba muy cambiado. Ya no usaba anteojos y no era ese chico flaco y pecoso que recordaba. Si bien no era un tipo musculoso