Claudia llegó más temprano a la universidad y dio un recorrido por la facultad de leyes. Luego fue a la cafetería y cansada de su caminata, decidió ir a la cocina de los maestros. ¿Qué buscaba? Ni ella sabía. Su corazón latió con gran agitación al ver al profesor Páez tomando café junto a un grupo de maestros, mientras hablaban de cosas triviales. Ella saludó y se dirigió a la cafetera haciéndose la que no vio al profesor de sus pesadillas. Él la ignoró y continuó con su amena charla.
Claudia se sentó frente a él con disimulo y nerviosismo, pero él se levantó, se despidió de todos y se marchó, dejando a Claudia con un inmenso vacío en el pecho y un gran enojo por la decepción.
—¿Quién se cree ese imbécil que es para ignorarme? —Iba refunfuñ
Como si ocurriera un gran evento, la familia dejó de hablar y hacer lo que hacían al ver a aquella mujer frente a Jimena.—¡Eres un descarado, Pablo! —Jimena lo confrontó tratando de no llorar—. ¿Cómo te atreviste a traer a esta mujer a mi casa?—Esta mujer tiene su nombre. —Ariadna contestó desafiante.—¿Qué haces aquí, Ariadna? —Pablo le reclamó mirándola con odio y hastío. Estaba tan nervioso que no sabía cómo reaccionar.—Pablo, mi amor. —Sonrió maliciosa—. Como TU NOVIA —hizo énfasis en esas palabras, mientras miraba a Jimena airosa—, tengo el derecho de estar aquí. Mira, traje un regalo a mi hijastro.—¡Eres una descarada! —Jimena la confrontó—. Vete de mi casa, no eres bienvenida aqu&iacu
Jimena se levantó llena de energía. ¡Tenía tantas ganas de ejercitarse!Tomó su ropa deportiva que tenía mucho no usaba y fue al gimnasio. La sensación del sudor recorriendo su piel, la contracción de sus músculos y la carga de energía y adrenalina, le daban una sensación de placer y satisfacción indescriptible. Terminó su rutina y se duchó. A la salida se encontró con un rostro familiar.—¿Jack? —preguntó estudiándolo con la mirada.—¡Jimena! —El rubio se acercó y la abrazó con euforia, besó su mejilla y la recorrió con la mirada—. Pero ¡qué hermosa estás!Jimena se sonrojó y lo recorrió con la mirada. Estaba muy cambiado. Ya no usaba anteojos y no era ese chico flaco y pecoso que recordaba. Si bien no era un tipo musculoso
Claudia llegó temprano como de costumbre y sus ojos brillaron al encontrar a Matt en la cocina de los maestros. Ella se sentó frente a él y éste sacó un recipiente con pan tostado, queso y café con leche. Junto a este desayuno había una manzana y una rosa roja. Claudia miró la rosa conmovida y esbozó una sonrisa que derritió el corazón del profesor. Él tomó su mano y dejó un casto beso sobre ella mientras Claudia lo miraba embelesada. ¿Era ese hombre real?Captó su atención que llevaba su cabello diferente, en lugar del extraño peinado de costumbre, lo tenía libre de aquel químico que lo mantenía pegado al cráneo. Se veía muy bien, pese a que aun llevaba su fea y anticuada ropa. Se preguntaba donde compraba aquellas raras prendas. Pero con todo y mal vestido, no lo podía encontrar más atractivo. ¿
—Chicas, hay algo que debo decirles. —Claudia las miró nerviosa. Estaban en un café de un centro comercial; era sábado y Pablo se llevó a Adrián a casa de sus padres, dejándole el día libre a Jimena.—Habla, ya, Clau. Me tienes nerviosa. —Cecilia se quejó impaciente.—Chicas, tengo novio —tiró emocionada y con un brillo especial en los ojos. Cecilia y Jimena se miraron preocupadas.—¿Un novio? —Jimena preguntó incrédula.—Sí... —Claudia las miró apenada.—Pero... —Cecilia no sabía cómo indagar sin ofender a su hermana—. ¿Es un novio de verdad? Lo que quiero decir es... cómo decirlo... ¿Él te corresponde?Claudia sonrió y luego estalló de la risa. Jimena y Cecilia la observaron m
Gabriel tenía tres días parándose cerca de la empresa de los Mars con la esperanza de ver a Clara a la salida, pero no había tenido suerte.Ese día fue desde temprano y ya era la hora del almuerzo. Sus ojos se llenaron de felicidad al ver a Clara, corrió hacia ella y la interceptó.—Clara, necesito hablar contigo, por favor. —Ella se espantó al verlo y los nervios inundaron su ser.***—¿Todo bien? —Paulo preguntó a Clara mientras le acariciaba el cabello. Ambos yacían desnudos sobre la cama. Clara estaba acurrucada en su pecho, como si allí encontrara ese refugio que necesitaba.—Gabriel es un cretino —susurró temblorosa—. Fue a la empresa hoy a pedirme que lo ayude a recuperar a Laura. ¿Puedes creerlo? Laura no lo necesita ahora, ella lo necesitaba cuando era una niña y se
Cristian estaba de cumpleaños y la familia se reunió en la mansión de éste para celebrar.—Gracias por el regalo, no debiste molestarte —contestó sonrojado frente a la hermosa pelirroja.—No es una molestia, Cristian —lo miró con timidez. Cristian tomó su rostro entre sus dos manos y acortó la distancia entre ellos, provocando que su corazón se acelere.—Cristian, aquí estás... —Paulo paró en seco al entender que había interrumpido algo importante—. Lo siento... —Los miró apenado— No fue mi intención interrumpir, ustedes sigan en lo suyo e ignoren que yo los vi... —dijo mientras retrocedía.—¡Qué cosa dices, Paulo! —Cristian exclamó molesto—. No viste ni interrumpiste nada.—No, Cristian, yo sé muy b
Jimena miraba la puerta cada minuto, era el segundo sábado que Pablo no iba a visitar a Adrián. Ya el niño se había acostumbrado a su visita y cada cierto tiempo lo buscaba en la puerta mencionando la palabra “papá”. Había aprendido una que otra palabra, pero aún no decía una frase completa. Jimena sentía una tristeza extraña, como si tuviera un mal presentimiento.Ella nunca lo llamaba ni preguntaba por él. Esos días no había visto a nadie de la familia ni a sus hermanas, puesto que estaba muy ocupada en un proyecto que esperaba poner en práctica con ayuda de sus hermanas y Laura. Ella no les había dicho nada aún, pero sabía que la idea las iba a emocionar.Decidió llamar a Laura, dado que sus hermanas no tendrían información de Pablo, además quería evitarse el sermón.—¿Q
—¡Tú te crees mucho, imbécil! —Una mujer con cara de matona se acercó a Ariadna, quién tenía parte del rostro cubierto, aún. Estaba en el baño de la prisión y fue rodeada por un grupo de mujeres.—¡Aléjense de mí, ratas asquerosas! —Ella las confrontó y todas empezaron a reír.—¿Qué te haremos por tu insolencia? —Una de ellas dijo lamiéndose los labios.Ariadna yacía en el frío y sucio piso, toda agolpeada y con la herida de su rostro sangrando. Lágrimas cubrían su rostro y entonces, añoraba aquel apartamento sencillo del que una vez tanto se quejó.***Pablo estaba sentado en un balcón de la instalación, mirando el azul oscuro del cielo decorado con estrellas. Ese firmamento le recordaba a a