—Es que ellos están de viaje. —Jessica le explicaba a Kevin, quien insistía en ir a hablar con sus tíos.
—¿Cómo que están de viaje? —preguntó enarcando una ceja.
—Cuando me dijiste que los llame para que no se preocupen por mí, me dijeron que cuando regresen de viaje hablaríamos. Ellos salieron ese mismo día para Europa a cerrar un contrato. Me dijeron que me quedara contigo hasta que ellos vuelvan. —Hizo una pausa—. Creo que temen a que me escape o algo así. —Sonrió divertida.
— ¿Y por qué no me lo dijiste? —le preguntó en forma de reclamo.
—No lo sé. —Puso sus manos sobre su rostro—. Creo que estaba tan molesta con ellos que no le di importancia... Perdón, lo olvidé. —Lo miró con ojos de borrego.
Kevin respiró profundo y peinó su rebelde cabello con sus manos.
—¿Cuándo regresan? —preguntó algo ansioso. A pesar de que apreciaba mucho a su prima no veía la hora de regresarla a su casa, puesto que con tan solo cinco días allí, ya había causado tensión entre él y Laura.
—No lo sé. —Ella contestó tristona—. Pero si soy molestia, no tengo problemas en irme... Soy adulta, puedo estar sola en casa. —Frunció el cejo.
—Lo siento, me mal interpretaste. —Suspiró—. Quédate hasta que ellos vengan, no quiero preocuparlos.
La chica le saltó encima y llenó su rostro de besos.
—Gracias, Kevin —respondió con una amplia sonrisa.
—Pero... —La miró con firmeza—. Te voy a pedir un favor. Deja a Laura tranquila y... —Su rostro se sonrojó con pena—. Respeta nuestra privacidad.
—No lo hice a propósito, Kevin. —Ella se sonrojó.
—Debiste tocar la puerta —dijo lleno de vergüenza. Recordar aquello le era bastante incómodo y embarazoso. Debía poner un límite a su prima o le traería problemas. Laura tenía dos días enojada con él por lo que pasó. Ellos estaban en su intimidad y a punto de llegar al clímax cuando Jessica abrió la puerta de la habitación de repente y con gran ruido, como si lo hiciera a propósito. El espanto fue tal que él sintió que le daría un infarto.
—Debieron poner seguro. —Ella refutó.
—¿Poner seguro? —profirió molesto—. ¿Acaso hay niños aquí? Se supone que eres lo suficientemente adulta para entender que se toca antes de entrar a una habitación y más si esa habitación pertenece a una pareja de esposos. Soy tu primo, pero soy hombre, así como nos encontraste... —hizo una pausa sonrojado— haciendo... eso… —Miró a los lados con incomodidad, en cambio Jessica entornó los ojos—. Pudiste encontrarme desnudo, bueno...
—Estabas desnudo —terminó por él divertida—. Eres demasiado cerrado, Kevin —dijo con total serenidad—. Estaban teniendo sexo, no tienes que hacer una película de algo que es obvio que hacen. Lo siento, ¿sí? La próxima vez toco, así les doy tiempo a despegarse —soltó sin decoro, ganando la cara de asombro de Kevin.
—Oye... —Le apuntó con el dedo—. Ni siquiera se te ocurra tocar de noche a menos que sea algo muy importante —le advirtió.
—¡Ja! Como si solo lo hicieran de noche. Deberían bajarle un poco o se van a desintegrar. En especial tú qué le estás dando todas tus proteínas a Laura.
—Tú como que estás muy informada, primita —dijo entrecerrando los ojos.
—¿A qué te refieres? ¿A ti o al sexo? —preguntó con expresión de descaro y coquetería.
—A las dos cosas —respondió sonrojado—. Deja de husmear todo lo que hago o Laura va a mal interpretar tu interés... Hasta yo estoy un poco sospechoso con tu actitud.
—No sé a qué te refieres. Yo solo te aprecio y admiro mucho —contestó nerviosa y sonrojada.
Kevin la miró con escepticismo y se acercó a ella.
—Yo te quiero mucho, Jessica. Eres mi prima favorita. —Pellizcó su mejilla—. Pero debes comportarte.
—Mentiroso. —Bufó—. Pablo es tu favorito.
—¡El idiota de tu hermano! —negó divertido—. Lo soporto porque es familia. —Bromeó arrugando el rostro y ambos rieron.
***
Laura llegó cansada, gracias a que duró el día entero fotografiando en un evento. Por había llegado a casa, llenas de ansias por darse un baño para tirarse en su cama. Cuando entró a la habitación se quedó anonadada ante lo que sus ojos vieron. Se cruzó de brazos y respiró profundo para no explotar.
—Jessica, ¿qué sucede aquí? —preguntó mirando el desorden. La televisión reflejaba una película y estaba tan alta que le retumbaba en el oído, provocándole jaqueca. Había bolsas de frituras por doquier y cada vez que la chica llevaba un puño de ésta a la boca, restos de las frituras caían al suelo—. ¡Estás ensuciando la alfombra! —Laura exclamó con disgusto al ver el desastre.
—Lo siento, no me había fijado —contestó con una sonrisa cínica que contradecía su disculpa.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó desconcertada—. Hay una televisión en tu habitación.
Jessica se puso de pie y la confrontó.
—¿Y..? —La encaró desafiante—. Ésta es la habitación de mi primo, del apartamento de mi primo y, si quiero ver la tele aquí, lo hago todas las veces que me venga en gana.
—Ésta es mi habitación, también. —Laura la confrontó con enojo—. Y no quiero que esto se repita.
—Ja, ja, ja, ja —Jessica rio con sarcasmo—. Tú a mí no me prohíbes nada, intrusa. Yo soy más para Kevin que tú. Soy su prima y llevamos la misma sangre, tú solo eres una trepadora que se le metió por los ojos para disfrutar de su dinero. Oportunista desgraciada. Kevin y yo estábamos bien hasta que tú interferiste en nuestra relación. Pero ni creas que has ganado, trepadora, la guerra apenas comienza —dijo amenazante y con una sonrisa retorcida—. Kevin es mío. Lo fue antes de que te aparecieras y nos separaras. Él me dio mi primer beso y con él perdí mi virginidad. —Dos lágrimas recorrieron su rostro—. Nos íbamos a casar cuando yo cumpliera la mayoría de edad, pero entonces, tuviste que aparecer y arruinarlo todo. Ahora que me puedo casar con él, el muy tonto está casado contigo. —Empezó a sollozar—. ¿Qué truco utilizaste para alejarlo de mí?
Laura la miró desconcertada y algo asustada. Esa chica era más venenosa de lo que imaginaba. ¿Acaso esperaba que ella le creyera todas esas estupideces?
—Estás enferma —Laura la miró con desaprobación—. ¿Sabes el daño que tus habladurías le pueden provocar a tu primo?
—¡¡No son habladurías!! ¡Eres una intrusa! —gritó como loca y salió de la habitación dejando su desorden atrás.
***
—Quiero que se vaya, Kevin —Laura demandó con gran enojo—. Tener a esa niña aquí nos traerá problemas. Ella está obsesionada contigo.
Kevin se acercó a ella y acarició su mejilla. Ambos estaban sentados sobre la cama.
—Ojos Melosos, ella es mi prima, deja tus celos.
—¡¿Qué?! —espetó decepcionada y ofendida—. ¿Crees que te pido esto por celos? —Negó con ironía—. No puedo creerlo, Kevin. Si vieras como encontré esta habitación. Y ni te imaginas todos los disparates que me dijo, qué tú le diste su primer beso y le quitaste su virginidad con la promesa de que te casarías con ella cuando cumpliera la mayoría de edad.
—¿Qué? —Kevin dijo desconcertado—. Eso no es cierto. ¿Sabes lo poco que nos veíamos Jessica y yo? Solo compartíamos en reuniones familiares por unas cuantas horas. Eso no tiene sentido. Además... —La miró coqueto—. Sabes que perdí mi virginidad contigo.
—Lo sé. Sé que es un invento, pero es peligroso que esté diciendo esas cosas, Kevin.
—No le pongas asunto, Laura. —Acarició su largo cabello con delicadeza—. Solo lo dice para molestarte. Voy a llamar a mis tíos para saber cuándo regresan. Desde que ellos vuelvan, ella se va.
—Eso espero, Kevin —le advirtió molesta—. Mi paciencia tiene un límite.
—Lo sé, amor. —Besó sus labios—. La mía, también. —Dejó salir una risita—. ¿Estamos bien? —Acarició su brazo con ternura, moviendo su dedo índice en círculo sobre la cálida piel.
—Sí... —respondió con una sonrisa—. No me gusta estar peleada contigo, mi amor. —Lo besó en los labios.
—¿Por qué no terminamos eso que nos fue interrumpido? —preguntó seductor. Laura sonrió coqueta. Kevin atrapó sus labios con fervor, ella por su parte, le quitó la camiseta que le impedía acariciar los músculos de su esposo y empezó un recorrido de besos sobre su fuerte torso mientras él acariciaba sus muslos. Kevin rodó el vestido de ella hacia arriba, al mismo tiempo en que se besaban con vehemencia, explotando en ellos ese frenético deseo que había estado acumulado por varios días. Sus labios suaves la enloquecían y quería más de él, por lo que lo atrajo con fuerza contra su cuerpo sin dejar de besarlo. ¡Cómo disfrutaba sus besos y caricias! Él ya se estaba deshaciendo del vestido cuando un grito de terror los espantó, causando que salten de la cama asustados. Alaridos de dolor y desesperación salían de la cocina, razón por la que se dirigieron hacia allá llenos de angustia.
—¡Qué rayos pasó! —Kevin gritó preocupado al ver la sangre correr por el brazo de Jessica.
—¡Ayúdame, Kevin! —Ella sollozaba desesperada mientras observaba su mano cortada. Kevin la llevó al hospital con prisa y allá le curaron la herida que era demasiado profunda y, que, según Jessica, se hizo accidentalmente mientras trataba de cortar una manzana.
Llegaron a la casa y Kevin se quedó a dormir con ella, después de que esta se lo rogara casi en llantos, manipulándolo con su herida.
Jessica despertó con una sonrisa al ver a su primo durmiendo a su lado. Acarició su mejilla con la mano sana y dejó un beso sobre sus labios. Kevin sonrió aún con los ojos cerrados. Jessica fue invadida de una felicidad inexplicable al ver su linda reacción, felicidad que se borró de golpe al escuchar su balbuceo:
—Ojos Melosos... —susurró sonriente. Jessica le golpeó el hombro con enojo, provocando que él se despierte espantado. Se sentó confundido y mirando a su alrededor. Frotó sus ojos y echó para atrás esas ondas negras que tapaban su frente. Jessica lo observaba como un niño observa un delicioso pastel en la vitrina de una pastelería. Su primo era muy atractivo y su rostro muy bien tallado. Nunca había visto a un hombre tan apuesto y dulce como él. Por lo regular, los chicos bonitos que conocía eran unos mujeriegos empedernidos, además de arrogantes y creídos. Pero Kevin era diferente. Muy centrado, con buenos valores, humilde y sencillo. Trataba a todos con respeto y amabilidad y siempre estaba dispuesto a ayudar. ¡Cómo deseaba que él la amara como lo hacía con Laura! No, él la amaba. Pero Laura lo alejaba de ella con sus trucos. Tenía la esperanza de que él despertara de su embrujo y reconociera que era a ella a quien quería. Haría todo lo que tuviera a su alcance para recuperar su amor. Lo miró a los ojos con una sonrisa y se quedó embobada observando sus orbes verdes, esos ojos que la hacían estremecer.
—¡Vaya, me quedé dormido! —dijo después de bostezar—. ¿Cómo amaneciste? ¿Te duele? —preguntó mirando hacia su mano herida.
—Duele un poco... —respondió tristona.
—Vamos a la cocina, te daré un analgésico para el dolor. —Kevin se paró de la cama y le extendió el brazo para ayudarla a levantarse. Ella se aferró a su mano para ponerse de pie, quedando frente a él. Acercó su rostro al de Kevin y dejó un beso sobre su mejilla.
Ambos se dirigieron a la cocina y ya Laura estaba allí haciendo el desayuno. Kevin la abrazó por la cintura desde atrás y le dio un beso tronante sobre su cuello, provocando la risa de su esposa para agregar más besos tiernos sobre éste y la parte de su rostro que sus labios podían alcanzar. Laura estalló en carcajadas ante las cosquillas que esto le provocaba, mientras que Jessica entornó los ojos celosa y aclaró su garganta para llamar la atención de Kevin. Él soltó a Laura, acto seguido le dio una palmada sobre sus firmes glúteos y esbozó una sonrisita coqueta al ver cómo ella dio un respingo de la impresión. Tomó un vaso, le echó jugo y lo dio a Jessica con una pastilla.
—Gracias. —Ella exclamó con una sonrisa y lo invitó a sentarse a su lado. Laura sirvió el desayuno y lo puso frente a ellos con una hermosa sonrisa que embelesó a Kevin por unos segundos.
—¡Auch! —Jessica se quejó al tratar de usar el tenedor con su mano herida. Kevin la miró con lástima y ella le devolvió la mirada tristona—. ¿Me ayudas? —preguntó con su expresión de cachorro triste. Kevin sonrió y empezó a alimentarla. Laura los miraba atenta y en silencio, sumiéndose en sus pensamientos, entonces recordó el comentario de la enfermera que las atendió mientras Kevin hacía los papeleos...
Flashback
—¿Estás segura que fue accidental? —La enfermera le preguntó a Jessica con recelo.
—Sí. —Ella respondió con seguridad—. Ya le dije que estaba partiendo una manzana y el cuchillo me traspasó la mano.
La enfermera la observó dudosa unos segundos.
—¿Y cómo rayos partiste esa manzana? ¿Cómo es posible que hayas herido tu mano derecha? —La miró escéptica—. Si la partiste sobre una tabla, hay posibilidad de que hirieras tu mano izquierda con la punta del cuchillo, o tal vez te cortaras los dedos sobre la manzana, eso si no prestaras atención a lo que estabas haciendo. Ahora bien, si fueras tan idiota de poner la manzana sobre tu mano mientras la cortabas, entonces, sí tendríamos una herida sobre tu palma, eso si hicieras tanta fuerza que el cuchillo traspase la manzana y llegara a tu mano; no obstante, sería sobre tu mano izquierda, no la derecha. Tú no eres zurda, así que lo lógico sería que sostuvieras el cuchillo con la derecha e hirieras la izquierda.
Jessica y Laura se quedaron pasmadas ante el comentario de la enfermera.
—Agarré la manzana con mi mano derecha y corté con la izquierda —respondió nerviosa—. Es así como suelo hacerlo.
—Debe vigilar a esa niña, no me convence su respuesta. —La enfermera le susurró a Laura en el oído.
Fin del flashback.
Esos días fueron intensos para Laura. Jessica se volvió más insoportable que nunca y no dejaba a Kevin ni respirar un momento, y todo con la excusa de su mano herida. Sabía cómo manipularlo para que su atención estuviera sobre ella todo el tiempo. Laura agradeció que la chica empezó a asistir a la universidad y podía tener momentos de tranquilidad. Pues, ni siquiera cuando estaban en la galería podían librarse de ella. La intimidad con Kevin se había vuelto casi imposible y a veces tenían que apresurar sus encuentros pasionales, aprovechando la ausencia de Jessica para no ser interrumpidos bruscamente. Kevin sospechaba a veces que ella lo hacía a propósito y Laura ya estaba ansiosa y hasta triste, puesto que ya no contaba mucho con la compañía y atención de su esposo.
***
Después de que a Jimena se le pasó el enojo, decidió ir al médico a ponerse la inyección anticonceptiva. Prefirió ese método que era mejor para ella, ya que temía olvidar tomar la pastilla. No le había dicho a Pablo de su decisión, puesto que él no le volvió a mencionar el tema. Cuando ella estuvo enojada con él, Pablo buscaba la forma de acercarse y de contentarla. Sin embargo, varios días atrás, él regresó extraño y muy callado del trabajo, algo que no era propio de él. Desde aquella tarde, se volvió frío e indiferente. Evitaba mirarla a los ojos y cualquier tipo de conversación con ella. Desde entonces, regresaba tarde del trabajo y se iba más temprano, como si evitara el contacto con ella y su hijo.
Jimena lo esperó despierta esa noche ¡Lo necesitaba! anhelaba recuperar a su esposo, daría la última pelea antes de rendirse por completo. Pablo llegó y se sorprendió al verla despierta. Fue directo al baño y duró un largo tiempo allí, como si estuviera escapando de algo o de alguien.
Salió con sigilo con la esperanza de que Jimena se haya dormido, se acostó a su lado y la miró con culpabilidad. Jimena le devolvió la mirada por lo que él se espantó al sentirse expuesto ante esos ojos azules que una vez lo conquistaron.
—Me alegra verte. —Jimena le sonrió acariciando su fuerte brazo—. Te estaba esperando, mi amor. —Lo miró coqueta e insinuante, acercándose a él con sensualismo. Besó sus labios y se sentó sobre su regazo. Pablo se mantenía en silencio, mirándola con asombro. Ella intensificó el beso apropiándose de su boca con pasión y fervor, mientras acariciaba sus hombros. Por su parte, él se quedó inmóvil sin corresponder aquel desenfreno con el que ella se adueñaba de su boca y piel.
—No te preocupes. —Dejó salir una risita pícara—. Estoy planificada —Pablo la miró a los ojos con tristeza y culpa. Acarició su largo cabello y ocultó su mirada con pesar.
—Lo siento... No estoy de humor —soltó con frialdad. Jimena se quedó helada mirándolo incrédula. Se sintió ridícula y estúpida a la vez. No sabía cómo reaccionar ante su rechazo. ¿Debería insistir y provocarle deseo con sus caricias o debería dejarlo tranquilo? Se quedó unos segundos en pleno mutismo y sin mover un músculo. Luego esbozó una sonrisa y empezó a besar su cuello. Pablo la separó de él suavemente y de forma sutil para que no se viera grosería ni rudeza en su rechazo—. Será después, ¿sí? —propuso fingiendo una sonrisa que más bien parecía una mueca.
—Está bien. —Jimena bajó el rostro tratando de contener las lágrimas que se formaban en sus ojos ante el amargor que embargó su pecho. Ella se acostó de espalda a él y se arropó con la sábana sin decir nada. Cuando se sintió segura en su escondite emocional, sus lágrimas salieron con libertad.
—Hiciste muy mal, Jessica. —Kevin le reprochaba molesto mientras daba vueltas en la sala de su apartamento. Por su parte, ella lo miraba como cachorro cuando su amo lo corrige, sentada en el sofá.—Lo siento, perdón —dijo con lamentos.—¿Por qué lo hiciste?—Quería estar contigo. —Dejó salir las lágrimas atrapadas—. Te extraño mucho y no soporto que te hayas casado con esa tonta de Laura. Tú ya no me quieres por culpa de ella.—¿Qué disparates dices? Yo nunca voy a dejar de quererte, eres mi prima. En cuanto a Laura, ella es mi esposa y te voy a pedir que la respetes. No tienes que mentir para que pasemos tiempo juntos o para que vengas a visitarme. —Kevin se acercó a ella mirándola con ternura—. Eres como esa hermanita que nunca
Laura sintió como si su mundo se derrumbaba, no podía creer lo que sus ojos veían. ¿Kevin? ¿Su Kevin? Debía ser una alucinación, aquello no estaba pasando. Las lágrimas inundaron sus mejillas y ella salió corriendo del apartamento sin rumbo fijo, solo necesitaba salir de allí, escapar de aquella dolorosa escena. Genaro abrió los ojos con incredulidad y la ira recorrió todos sus nervios. Apretó los puños de la rabia y se dirigió hacia ellos; Jessica se apeó de encima de Kevin al verse descubierta, aterrada al percatarse de que Genaro se acercaba a ella con mirada asesina, quien se le paró en frente y la cacheteó con fuerza.—¡Genaro! —Su esposa gritó entre lágrimas. Él ignoró su intervención y propinó otra cachetada a su hija.—¡Eres una
Laura estaba sentada en el diminuto comedor disfrutando la deliciosa comida que su madre le había preparado. Puesto que era domingo, no tendría que ir a la escuela, asimismo Leonor no tendría que trabajar.Laura se levantó de la mesa y se dirigió a la sala, se escondió al ver al casero acorralando a su progenitora.—No tienes que pagarme —el hombre la tenía entre él y la pared—. Podemos llegar a un acuerdo... —dijo con su mirada llena de lujuria.—Por favor, señor. —Leonor trataba de zafarse sin sonar con rudeza—. Tome el dinero, yo puedo pagarle...—Te dije que no tienes que hacerlo, preciosa. —acarició sus muslos con deseo mientras acercaba su rostro al de ella—. Solo debes ser un poco cariñosa conmigo y no solo vivirás aquí
Jimena moría de miedo frente a aquella habitación donde se oían gritos. Por parte de su padre los alaridos eran de reclamo y violencia, por parte de su madre, de ruego y dolor. Podía escuchar golpes. Empezó temblar y las lágrimas cubrieron su rostro. ¡Estaba tan asustada! Solo tenía cinco años y no comprendía muchas cosas, una de ellas era por qué su padre se encerraba con su madre y ella empezaba a llorar.Unos brazos protectores cubrieron su hombro. ¡Su hermana mayor siempre estaba allí como su refugio! Aunque ella era una niña también, se encargaba de cuidarla, al igual que a la pequeña Cecilia.Jimena despertó con lágrimas en sus ojos. Había pasado varios días desde que Pablo se marchó y el dolor se sentía igual o peor. La niñera se quedó todo el tiempo cuidando al beb&e
FlashbackClara se había reunido con Cristian y Genaro en casa del primero, para hablar de los negocios que tenían en conjunto y sobre la posible boda entre Jimena y Pablo, debido a que su sobrina había quedado embarazada.Clara subió las escaleras buscando un baño, y, cuando encontró uno al fin, el alivio vino a ella. Salió de allí pensando en la decepción que Jimena le había causado con su repentino embarazo.—Hola, Clarita. —Paulo la acorraló contra la pared del pasillo.—¿Qué haces, bestia? —Ella le reclamó.—¿Nerviosa? —La miró seductor.—¿Por qué me miras así? —preguntó nerviosa—. Aléjate de mí.&nbs
Clara tenía la mirada perdida frente a la ventana de Cristal en la habitación. Había pasado una semana de aquel encuentro con Gabriel y desde ese día su ánimo cambió. Paulo la miraba a una distancia prudente sin hacerle preguntas. Tenía miedo de su respuesta, de hostigarla o de que ella se sintiera juzgada o presionada. Sabía que era estúpido de su parte apartarse y fingir que no sucedía nada, entendía también, que su cobardía e inseguridad provocó que ella le fuera arrebatada una vez; bueno, no se podía arrebatar algo que no se tenía.Él la conoció en una reunión entre sus padres y los padres de ella. Ellos tenían muchos años de amistad por lo que decidieron hacer una alianza. Paulo no se involucraba en esas reuniones, pero ese día su padre lo amenazó con quitarle ciertos privilegios, por lo tanto, él accedi&o
Claudia llegó más temprano a la universidad y dio un recorrido por la facultad de leyes. Luego fue a la cafetería y cansada de su caminata, decidió ir a la cocina de los maestros. ¿Qué buscaba? Ni ella sabía. Su corazón latió con gran agitación al ver al profesor Páez tomando café junto a un grupo de maestros, mientras hablaban de cosas triviales. Ella saludó y se dirigió a la cafetera haciéndose la que no vio al profesor de sus pesadillas. Él la ignoró y continuó con su amena charla.Claudia se sentó frente a él con disimulo y nerviosismo, pero él se levantó, se despidió de todos y se marchó, dejando a Claudia con un inmenso vacío en el pecho y un gran enojo por la decepción.—¿Quién se cree ese imbécil que es para ignorarme? —Iba refunfuñ
Como si ocurriera un gran evento, la familia dejó de hablar y hacer lo que hacían al ver a aquella mujer frente a Jimena.—¡Eres un descarado, Pablo! —Jimena lo confrontó tratando de no llorar—. ¿Cómo te atreviste a traer a esta mujer a mi casa?—Esta mujer tiene su nombre. —Ariadna contestó desafiante.—¿Qué haces aquí, Ariadna? —Pablo le reclamó mirándola con odio y hastío. Estaba tan nervioso que no sabía cómo reaccionar.—Pablo, mi amor. —Sonrió maliciosa—. Como TU NOVIA —hizo énfasis en esas palabras, mientras miraba a Jimena airosa—, tengo el derecho de estar aquí. Mira, traje un regalo a mi hijastro.—¡Eres una descarada! —Jimena la confrontó—. Vete de mi casa, no eres bienvenida aqu&iacu