Flashback
Clara se había reunido con Cristian y Genaro en casa del primero, para hablar de los negocios que tenían en conjunto y sobre la posible boda entre Jimena y Pablo, debido a que su sobrina había quedado embarazada.
Clara subió las escaleras buscando un baño, y, cuando encontró uno al fin, el alivio vino a ella. Salió de allí pensando en la decepción que Jimena le había causado con su repentino embarazo.
—Hola, Clarita. —Paulo la acorraló contra la pared del pasillo.
—¿Qué haces, bestia? —Ella le reclamó.
—¿Nerviosa? —La miró seductor.
—¿Por qué me miras así? —preguntó nerviosa—. Aléjate de mí.&nbs
Clara tenía la mirada perdida frente a la ventana de Cristal en la habitación. Había pasado una semana de aquel encuentro con Gabriel y desde ese día su ánimo cambió. Paulo la miraba a una distancia prudente sin hacerle preguntas. Tenía miedo de su respuesta, de hostigarla o de que ella se sintiera juzgada o presionada. Sabía que era estúpido de su parte apartarse y fingir que no sucedía nada, entendía también, que su cobardía e inseguridad provocó que ella le fuera arrebatada una vez; bueno, no se podía arrebatar algo que no se tenía.Él la conoció en una reunión entre sus padres y los padres de ella. Ellos tenían muchos años de amistad por lo que decidieron hacer una alianza. Paulo no se involucraba en esas reuniones, pero ese día su padre lo amenazó con quitarle ciertos privilegios, por lo tanto, él accedi&o
Claudia llegó más temprano a la universidad y dio un recorrido por la facultad de leyes. Luego fue a la cafetería y cansada de su caminata, decidió ir a la cocina de los maestros. ¿Qué buscaba? Ni ella sabía. Su corazón latió con gran agitación al ver al profesor Páez tomando café junto a un grupo de maestros, mientras hablaban de cosas triviales. Ella saludó y se dirigió a la cafetera haciéndose la que no vio al profesor de sus pesadillas. Él la ignoró y continuó con su amena charla.Claudia se sentó frente a él con disimulo y nerviosismo, pero él se levantó, se despidió de todos y se marchó, dejando a Claudia con un inmenso vacío en el pecho y un gran enojo por la decepción.—¿Quién se cree ese imbécil que es para ignorarme? —Iba refunfuñ
Como si ocurriera un gran evento, la familia dejó de hablar y hacer lo que hacían al ver a aquella mujer frente a Jimena.—¡Eres un descarado, Pablo! —Jimena lo confrontó tratando de no llorar—. ¿Cómo te atreviste a traer a esta mujer a mi casa?—Esta mujer tiene su nombre. —Ariadna contestó desafiante.—¿Qué haces aquí, Ariadna? —Pablo le reclamó mirándola con odio y hastío. Estaba tan nervioso que no sabía cómo reaccionar.—Pablo, mi amor. —Sonrió maliciosa—. Como TU NOVIA —hizo énfasis en esas palabras, mientras miraba a Jimena airosa—, tengo el derecho de estar aquí. Mira, traje un regalo a mi hijastro.—¡Eres una descarada! —Jimena la confrontó—. Vete de mi casa, no eres bienvenida aqu&iacu
Jimena se levantó llena de energía. ¡Tenía tantas ganas de ejercitarse!Tomó su ropa deportiva que tenía mucho no usaba y fue al gimnasio. La sensación del sudor recorriendo su piel, la contracción de sus músculos y la carga de energía y adrenalina, le daban una sensación de placer y satisfacción indescriptible. Terminó su rutina y se duchó. A la salida se encontró con un rostro familiar.—¿Jack? —preguntó estudiándolo con la mirada.—¡Jimena! —El rubio se acercó y la abrazó con euforia, besó su mejilla y la recorrió con la mirada—. Pero ¡qué hermosa estás!Jimena se sonrojó y lo recorrió con la mirada. Estaba muy cambiado. Ya no usaba anteojos y no era ese chico flaco y pecoso que recordaba. Si bien no era un tipo musculoso
Claudia llegó temprano como de costumbre y sus ojos brillaron al encontrar a Matt en la cocina de los maestros. Ella se sentó frente a él y éste sacó un recipiente con pan tostado, queso y café con leche. Junto a este desayuno había una manzana y una rosa roja. Claudia miró la rosa conmovida y esbozó una sonrisa que derritió el corazón del profesor. Él tomó su mano y dejó un casto beso sobre ella mientras Claudia lo miraba embelesada. ¿Era ese hombre real?Captó su atención que llevaba su cabello diferente, en lugar del extraño peinado de costumbre, lo tenía libre de aquel químico que lo mantenía pegado al cráneo. Se veía muy bien, pese a que aun llevaba su fea y anticuada ropa. Se preguntaba donde compraba aquellas raras prendas. Pero con todo y mal vestido, no lo podía encontrar más atractivo. ¿
—Chicas, hay algo que debo decirles. —Claudia las miró nerviosa. Estaban en un café de un centro comercial; era sábado y Pablo se llevó a Adrián a casa de sus padres, dejándole el día libre a Jimena.—Habla, ya, Clau. Me tienes nerviosa. —Cecilia se quejó impaciente.—Chicas, tengo novio —tiró emocionada y con un brillo especial en los ojos. Cecilia y Jimena se miraron preocupadas.—¿Un novio? —Jimena preguntó incrédula.—Sí... —Claudia las miró apenada.—Pero... —Cecilia no sabía cómo indagar sin ofender a su hermana—. ¿Es un novio de verdad? Lo que quiero decir es... cómo decirlo... ¿Él te corresponde?Claudia sonrió y luego estalló de la risa. Jimena y Cecilia la observaron m
Gabriel tenía tres días parándose cerca de la empresa de los Mars con la esperanza de ver a Clara a la salida, pero no había tenido suerte.Ese día fue desde temprano y ya era la hora del almuerzo. Sus ojos se llenaron de felicidad al ver a Clara, corrió hacia ella y la interceptó.—Clara, necesito hablar contigo, por favor. —Ella se espantó al verlo y los nervios inundaron su ser.***—¿Todo bien? —Paulo preguntó a Clara mientras le acariciaba el cabello. Ambos yacían desnudos sobre la cama. Clara estaba acurrucada en su pecho, como si allí encontrara ese refugio que necesitaba.—Gabriel es un cretino —susurró temblorosa—. Fue a la empresa hoy a pedirme que lo ayude a recuperar a Laura. ¿Puedes creerlo? Laura no lo necesita ahora, ella lo necesitaba cuando era una niña y se
Cristian estaba de cumpleaños y la familia se reunió en la mansión de éste para celebrar.—Gracias por el regalo, no debiste molestarte —contestó sonrojado frente a la hermosa pelirroja.—No es una molestia, Cristian —lo miró con timidez. Cristian tomó su rostro entre sus dos manos y acortó la distancia entre ellos, provocando que su corazón se acelere.—Cristian, aquí estás... —Paulo paró en seco al entender que había interrumpido algo importante—. Lo siento... —Los miró apenado— No fue mi intención interrumpir, ustedes sigan en lo suyo e ignoren que yo los vi... —dijo mientras retrocedía.—¡Qué cosa dices, Paulo! —Cristian exclamó molesto—. No viste ni interrumpiste nada.—No, Cristian, yo sé muy b