—¡Kevin! —La voz molesta de Laura se escuchó desde el baño. Kevin se estaba colocando su chaqueta negra de cuero cuando ella salió echa furia—. ¿En serio, Kevin? —dijo con la toalla colgando de sus dedos. Él mordió su labio inferior al sentirse atrapado, otra vez.
—Te prometo que no lo vuelvo a hacer. —Se acercó meloso. Laura frunció el ceño y le tiró la toalla encima.
—Eso espero, Kevin Mars. —Le apuntó con el dedo—. No es nada agradable tropezarme con tu toalla húmeda en el baño.
—Lo sé, lo siento. —Rodeó su cintura con sus fuertes brazos y besó su mejilla. Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de ella, quien ya no se veía tan enojada.
—¡Kevin Mars! —Una voz masculina los detuvo cuando estaban entrando a la galería.
—¡John Case! —él devolvió el saludo al reconocer al dueño de la potente voz.
—How's everything, bud? I heard you got married, man. (¿Cómo está todo, amigo? Escuché que te casaste).
—Todo bien. Ven, te presentaré a mi esposa —dijo acercándose a Laura quien los observaba con curiosidad—. John, esta es mi esposa, Laura. Laura, éste es el mal nacido de John, un mal amigo que conocí en la academia de arte.
—¡Kevin! —Laura miró al hombre avergonzada.
—No me regañes. —Él la miró divertido—. Es nuestra manera de mostrarnos afecto. —Laura miró a Kevin extrañada antes de extender la mano al sexy hombre frente a ella.
—Oh - my - God! —El rubio expresó recorriéndola con la mirada—. ¡Tienes muy buen gusto, Kevin! —La examinó de forma seductora—. Hasta podría decir que tienes los mismos gustos que yo. —La volvió a mirar como si quisiera comérsela. Laura sonrió un poco incómoda por la forma en que él la abordaba. Kevin rodeó su cintura con firmeza, como marcando su territorio.
—Sí. —Kevin frunció el ceño—. Mi esposa —hizo mucho énfasis en esa palabra— es muy hermosa. —Besó su mejilla.
—Sí que lo es. —El gringo la escudriñaba con picardía.
—¿Entramos? —Kevin invitó medio incómodo.
—Let's go in! —El gringo expresó divertido.
***
Jimena se levantó llena de energía y alegría, totalmente renovada. Se estremecía cada vez que recordaba aquella noche del sábado, después de tanto tiempo sin acción, sintió como todo su estrés abandonó su cuerpo. Claro, no todo era felicidad, ya que tuvo que lidiar con los nervios de Pablo y asegurarle que la pastilla del día después evitaría un embarazo. Por supuesto, eso no era cien por ciento seguro, pero no podían tener tanta mala suerte o ¿sí?
Había un asunto que la tenía ansiosa y era el hecho de la planificación, puesto que Pablo no le mencionó el tema y por alguna razón ella temía preguntar. No sabía si lo que hicieron aquella noche se volvería a repetir, como debe pasar en un matrimonio normal; o si solo fue eso, un desahogo que no volvería a pasar entre ellos. La inseguridad y la tristeza la abrazaron otra vez. ¿Desde cuándo ella era una mujer insegura y miedosa? ¿Cómo era posible que ella viera el sexo con su esposo como algo inalcanzable? ¿Sería mala idea hablar con él sobre eso? ¿Debería?
—Señor, Mars. —La morena de ojos grises hizo su entrada sensual, descontrolando los nervios de Pablo—. Aquí están los documentos que me pidió. —Puso los papeles sobre el escritorio, encorvándose más de la cuenta para mostrarle su escote. Pablo tragó pesado ante la vista que ella le brindaba—. Señor Mars, necesito que vea algo. —Él la miró extrañado. Ella se acercó y se agachó para estar a su nivel—. Este color de uñas no creo que combine con mi vestuario —la sensual mujer pasó sus manos por su escote—, el color de mi blusa no le queda, ¿verdad? —dijo en tono inocente. Pablo empezó a sentir una sensación de calor que le recorría todo el cuerpo. Ella se acercó a su rostro, mas él quedó petrificado. La puerta se abrió de repente y ellos dieron un respingo por el sobresalto. Pablo sintió que el corazón se le salía del pecho al ver a Jimena frente a la puerta con una expresión de sorpresa y desconcierto.
—Ah... —La rubia balbuceó llena de asombro—. Perdón, debí tocar. —Un amargor le recorrió el pecho y luchaba para no dejar salir esas lágrimas que se habían acumulado en las cuencas de sus orbes azules.
—Jimena... —Pablo estaba pálido y las palabras se le dificultaban—. ¿Qué haces aquí?
—¿Qué crees que hago? —Lo miró con enojo—. También tengo acciones en esta empresa. —miró a la asistente de soslayo.
—Señor Mars —la chica se dirigió a Pablo con malicia—, si ya no me necesita más, me retiro. —Caminó moviendo la cadera de un lado a otro. Se detuvo unos segundos para dedicarle una mirada de desafío a Jimena, acto seguido, salió de la oficina airosa.
—Muy linda tu secretaria. —Jimena sonrió con ironía.
—Sí, lo es —dijo indiferente—. ¿A qué viniste, Jimena? ¿Dónde dejaste al niño? —Su tono era rudo.
—Vine a... —Ocultó el folleto de planificación que le dieron en el médico y que con tanta emoción ella fue a mostrarle para que escogieran un método—. Adrián está con Marta. —Cambió la frase.
—¿Y viniste a? —Los nervios lo hacían sonar enojado.
—¿Qué fue lo que te molestó? —Sus ojos se llenaron de lágrimas—. ¿Que viniera a fastidiarte con mi presencia o que te haya interrumpido?
—¿Qué pendejadas dices, Jimena? —Se sentó en su silla y se puso a ojear unos papeles—. Si viniste a hacerme una escena, ahórratela para cuándo llegue a la casa, tengo mucho trabajo. —Continuaba con su mirada sobre los documentos. Jimena negó maravillada de su descaro y salió estrellando la puerta. Pablo dejó salir un suspiro y topó su frente con su mano.
—¡Estoy jodido! —espetó dejando salir un resoplido.
***
—Gracias por los regalos. —Jimena miró a Laura con timidez.
—No tienes que agradecerme. Me encanta mimar a mi pequeño angelito, ¿verdad, mi amor? —Acercó su rostro al bebé, quien estaba sobre sus piernas, mientras lo llenaba de besos.
—Y... ¿Cómo va todo con Kevin? —Jimena inquirió con picardía. Laura esbozó una sonrisa y sus mejillas se sonrojaron.
—Pues..., muy bien. Aunque a veces me enoja mucho. Ese Kevin es un desordenado —contestó frunciendo el ceño—. Pero amo estar con él... Es tan romántico y lindo que me dan ganas de comérmelo a besos.
—Ah... —Jimena suspiró con tristeza—. Ojalá Pablo y yo tuviéramos algo así- —Las lágrimas inundaron sus ojos, amenazando con salir. Laura la miró confundida.
—¿Ustedes están bien? —preguntó preocupada.
—No. —Jimena negó y las lágrimas salieron con libertad.
—Oh... —Laura balbuceó con pesar—. Pero... ¿Se pelearon?
—Laura, no se trata de si peleamos o no... —Secó sus lágrimas y fingió una sonrisa—. Nuestro matrimonio es un fracaso. Pablo ya no me quiere y creo que tiene enredos con su secretaria. Los encontré a punto de besarse y él en vez de darme una explicación, me trató como si fuera una intrusa. Soy una idiota al pensar que podría reconquistarlo. No sé qué hacer, yo lo amo tanto que temo perderlo. —Laura la abrazó, al instante, Jimena estalló en llantos.
—Deberías hablar con él —sugirió con ternura mientras limpiaba sus lágrimas—. Tal vez es un mal entendido. Debes darte tu lugar e intentar por arreglar las cosas. Eres su esposa, tienes derecho a una explicación.
—Lo sé. —Bajó la mirada—. Pero me siento tan insegura ante él, como si no tuviera derecho a su amor, debido a que por mi culpa, tiene que cargar con un matrimonio que nunca quiso.
—Él no estaba obligado a casarse. Si lo hizo fue porque quiso. No debes culparte por eso —le dijo con dulzura y besó su frente—. Pablo sería un tonto si pierde a una esposa como tú.
—Tú porque no viste a su secretaria, Laura. —Bajó la mirada con indignación—. Esa mujer parece una modelo. Y yo...
—¡Basta de compararte! —Laura la interrumpió frunciendo el entrecejo—. Tú eres hermosa, inteligente, buena madre y esposa. Eres divertida y muy fuerte. Nunca te menosprecies ni te compares. Por algo Pablo se fijó en ti y mira —apuntó a Adrián—, hicieron al bebé más lindo del mundo. —Ambas sonrieron.
Laura regresó a la galería mientras que Jimena fue al gimnasio a combatir la tristeza, haciendo lo que más le gustaba: ejercitarse.
***
Fue un día agitado para Laura y Kevin y ambos estaban muy cansados, por tal razón, decidieron comprar comida para la cena. Después de un delicioso y reconfortante baño, solo una cosa les ayudaría a combatir el estrés.
—¡Masaje! —Laura demandó, poniendo sus pies sobre la pierna de Kevin. Ambos estaban sentados sobre la cama, decidiendo qué película ver. Kevin tomó un poco de aceite aromático y empezó a masajear. Laura se dejó caer en la cama, disfrutando el momento.
—¿Te gusta, Ojos Melosos? —preguntó con picardía—. Si quieres extiendo el masaje a otros lugares... —dijo seductor, mas ella le pegó con la almohada.
—¡Cállate y sigue! —demandó. Él continuó con su masaje un largo rato. Luego empezó a subir sus manos sobre su pierna desnuda, provocando que Laura tiemble ante el contacto. Ella tenía un vestidito corto que le llegaba por encima de la rodilla, el cual estaba siendo levantado por los dedos traviesos de él. Kevin se colocó encima de Laura mientras sus manos juguetonas siguieron su recorrido, alterándole la respiración a ella, quien respondí a su juego con un intenso beso. Kevin continuó levantando la tela hasta deshacerse del vestido, dejando a su esposa expuesta ante él. Recorrió con sus labios la fresca y suave piel de ella, nublando su razón. La deseaba tanto y le era tan deliciosa. Disfrutaba de cada centímetro de su cuerpo como loco hambriento, estremeciendo a su amada del placer. El timbre de la casa empezó a sonar, por lo que Kevin gruñó apretando los ojos del enojo. Decidió ignorar el molesto sonido y continuó su travesía en el cuerpo de su esposa, cuando un segundo timbrazo colmó su paciencia.
—¡Rayos! —espetó—. ¿Quién se atreve a molestar a unos recién casados a esta hora? —se preguntó con ironía. Laura lo miró con desaprobación y pellizcó su mejilla.
—Deberías calmarte, campeón. —Lo miró divertida—. Ve a abrir. De seguro te buscan a ti —dijo buscando su vestido. Él la agarró por las muñecas y empezó a besar sus labios. El timbre siguió sonando, pero él lo ignoró—. Kevin... —Laura susurró—. Deberías abrir.
—En algún momento se cansarán de tocar —espetó frunciendo el ceño.
—Eres un mal educado —Laura se quejó con desaprobación.
—Mal educada es la persona que toca con tanta insistencia. —Arrugó el rostro—. Si tocas una puerta y no te responden es porque no hay nadie o, en su defecto, es que no te quieren abrir, como sucede ahora.
—Kevin, tal vez es una emergencia. Más te vale que abras esa puerta, no soporto ese timbre un segundo más. —Kevin suspiró molesto y se fue a abrir.
—¿Jessica? —Kevin miró a su prima de arriba a abajo sorprendido de su inoportuna visita—. ¿Qué haces aquí a esta hora? —preguntó con algo de preocupación, debido a que la chica estaba llorando y llevaba una maleta con ella.
—Me fui de casa y no sé a quién acudir —respondió con timidez.
—Pasa, por favor —dijo tomando su maleta—. Jessica se sentó en el sofá y puso su rostro entre sus manos.
—¿Qué sucedió? —Kevin se sentó a su lado descubriendo su rostro para mirarla a los ojos.
—Me pelee con mis amados padres —dijo con sarcasmo—. Estoy cansada de que quieran controlar mi vida, como si mi opinión no importara. Yo decidí estudiar diseño gráfico aquí, incluso mis primeras clases empiezan la próxima semana. Mis diseños fueron tan buenos que ellos me ofrecieron una beca.
—¡Eso es genial, preciosa! —Kevin celebró con una sonrisa—. Estoy muy orgulloso de ti.
—Gracias. —Ella se sonrojó—. Ojalá mis padres pensaran como tú. —Suspiró con tristeza—. Ellos no quieren que estudie diseño, Kevin, me quieren enviar a Europa otra vez a estudiar administración de empresas para que yo trabaje junto a ellos y Pablo en la compañía. Yo no soporto ese tipo de trabajo aburrido y monótono. Ni loca voy a estudiar esa carrera y mucho menos me voy para Europa.
—Te entiendo perfectamente —Kevin dijo comprensivo.
—Kevin, es la primera vez que voy a hacer algo por mi cuenta. Sé que mis padres me pueden pagar la mejor universidad del país, sin embargo, quiero lograr esto por mí misma. Ya soy mayor de edad, no pueden obligarme a hacer algo que no quiero.
—No te preocupes. —Kevin acarició su mejilla—. Conozco a mis tíos. Ellos pueden que estén en desacuerdo ahora, pero cuando vean tu compromiso y constancia en lo que quieres hacer, sé que te van a apoyar. —Sonrió—. Además, la empresa de los Mars contaría con la mejor diseñadora gráfica del país —Kevin le regaló una hermosa sonrisa y ella lo abrazó, luego lo miró a los ojos y su corazón empezó a latir con gran agitación. Lo tenía tan cerca que la respiración se le volvió irregular. Puso su atención en sus lindos labios y empezó a acercarse. Kevin se sorprendió al percibir la distancia imprudente. Se alejó con disimulo y ella bajó el rostro decepcionada.
—Kevin... —masculló apenada—. Disculpa que te molestara a esta hora y que viniera sin avisar... No sabía a quién acudir. Mi hermano es un tonto de lo peor, él me hubiera llevado de regreso a la casa.
—No te preocupes —palpó su hombro—, puedes quedarte el tiempo que sea necesario.
—¿No te molesta? —preguntó con timidez—. Digo, Laura y tú solo tienen dos meses de casados... Sé que necesitan privacidad.
—¿Cómo crees que te voy a dejar en la calle a tu suerte? —Enarcó una ceja—. No es ninguna molestia, princesa. Es un gusto tenerte con nosotros. —Sonrió.
Kevin la llevó a la habitación de al lado y volvió a la suya para continuar lo que dejó pendiente, sin embargo, Laura ya estaba dormida. Él se acercó a ella y acarició su rostro con ternura.
—Laura... —susurró. No obtuvo respuesta, puesto que ella estaba rendida—. Descansa, mi amor. —Besó su frente y apagó la luz.
***
Jimena miró el reloj sobre la pared llena de ansiedad. Era tarde y Pablo no había llegado. ¿Estaría con su secretaria? La puerta de la habitación se abrió y ella se hizo la dormida. ¿Era tan difícil enfrentarlo? Pablo se dirigió al baño y después de unos minutos regresó con su pijama puesta. Se quedó mirando a Jimena un rato.
—Sé que estás despierta —dijo cruzado de brazos—. ¿Podemos hablar?
El corazón de Jimena empezó a latir con brusquedad, si bien ese era el momento que tanto había esperado, no podía evitar el querer salir corriendo lejos de él. ¿Por qué lo estaba evadiendo? ¡Tenía tanto miedo! ¿Qué tal que él le confirme que le interesa esa mujer? ¿Soportaría tal dolor? Jimena se sentó evitándole la mirada, mas Pablo se colocó en su lado de la cama, mirándola fijamente.
—¿Por qué fuiste a la empresa hoy? —preguntó expectante.
—Yo... lo siento. No fue mi intención interrumpir... tu trabajo —dijo con ironía.
—¿Qué rayos estás insinuando? —Empezó a enojarse.
—Sé lo que vi, Pablo. —Contuvo las ganas de llorar—. No te preocupes, no te voy a reclamar nada. —Lo miró con una sonrisa fingida.
—¿Ves? A eso me refiero cuando digo que no eres la misma chica de la que me enamoré —dijo molesto—. Se supone que hubo un mal entendido y que deberías demandarme una explicación. Pero estás tan pasiva y conformista. Justo como esas esposas sumisas que le soportan de todo a sus maridos. ¿Qué pasó con tu picardía? Ya ni siquiera me coqueteas como solías hacerlo ¡Te has vuelto tan aburrida e inexpresiva que me hastías! —espetó sin inmutarse. Jimena se quedó congelada en un incómodo silencio. Pablo suspiró rendido. Se iba a acostar cuando Jimena rompió el silencio.
—Tienes razón —dijo sin poder evitar que las lágrimas salieran—. He cambiado. No, este matrimonio sin sentido me ha cambiado. Tu falta de amor e interés, tu rechazo, tus quejas y lamentos. Desde que supiste que estaba embarazada cambiaste conmigo y me hiciste sentir culpable de algo que tú mismo provocaste. Y no me arrepiento de haber quedado embarazada porque amo a mi hijo demasiado. Pero tú me presionaste para que tuviéramos relaciones, a pesar de que te dije que mi tía nos crio con ciertas reservas en cuanta las relaciones antes del matrimonio. Tú insististe, Pablo, y ni siquiera fuiste lo suficientemente hombre para comprar un condón que sirva. No me culpes solo a mí porque los dos fuimos responsables. Y me disculpas si no sé cómo lidiar con un poco hombre como tú —dicho esto salió de la habitación y fue a dormir en el sofá que estaba en el dormitorio del bebé, una vez allí, el llanto salió con libertad.
Laura estaba aferrada a la blusa larga de su madre, sus pequeñas manos arrugaban la tela como si fuera su refugio. Leonor la miró a los ojos con una sonrisa y acarició su cabello.—Laura, pórtate bien. Vengo por ti en la tarde —Laura trató de no llorar para no preocupar a su madre. A pesar de su corta edad entendía que, si ella no salía a trabajar, no tendrían qué comer ese día, puesto que ambas estaban solas. Por lo menos, su madre había conseguido un trabajo estable y ya tenían un techo donde vivir, aunque la condición del lugar era paupérrima, al igual que aquel colegio guardería donde estaba. Era sucio y descuidado y los niños mal educados. Tenía unos días asistiendo y ya se burlaban de ella por lo bonita y bien vestida que iba. Las niñas la acosaban en el baño y le jalaban su largo y hermoso
—Es que ellos están de viaje. —Jessica le explicaba a Kevin, quien insistía en ir a hablar con sus tíos.—¿Cómo que están de viaje? —preguntó enarcando una ceja.—Cuando me dijiste que los llame para que no se preocupen por mí, me dijeron que cuando regresen de viaje hablaríamos. Ellos salieron ese mismo día para Europa a cerrar un contrato. Me dijeron que me quedara contigo hasta que ellos vuelvan. —Hizo una pausa—. Creo que temen a que me escape o algo así. —Sonrió divertida.— ¿Y por qué no me lo dijiste? —le preguntó en forma de reclamo.—No lo sé. —Puso sus manos sobre su rostro—. Creo que estaba tan molesta con ellos que no le di importancia... Perdón, lo olvidé. —Lo miró con ojos de borrego.K
—Hiciste muy mal, Jessica. —Kevin le reprochaba molesto mientras daba vueltas en la sala de su apartamento. Por su parte, ella lo miraba como cachorro cuando su amo lo corrige, sentada en el sofá.—Lo siento, perdón —dijo con lamentos.—¿Por qué lo hiciste?—Quería estar contigo. —Dejó salir las lágrimas atrapadas—. Te extraño mucho y no soporto que te hayas casado con esa tonta de Laura. Tú ya no me quieres por culpa de ella.—¿Qué disparates dices? Yo nunca voy a dejar de quererte, eres mi prima. En cuanto a Laura, ella es mi esposa y te voy a pedir que la respetes. No tienes que mentir para que pasemos tiempo juntos o para que vengas a visitarme. —Kevin se acercó a ella mirándola con ternura—. Eres como esa hermanita que nunca
Laura sintió como si su mundo se derrumbaba, no podía creer lo que sus ojos veían. ¿Kevin? ¿Su Kevin? Debía ser una alucinación, aquello no estaba pasando. Las lágrimas inundaron sus mejillas y ella salió corriendo del apartamento sin rumbo fijo, solo necesitaba salir de allí, escapar de aquella dolorosa escena. Genaro abrió los ojos con incredulidad y la ira recorrió todos sus nervios. Apretó los puños de la rabia y se dirigió hacia ellos; Jessica se apeó de encima de Kevin al verse descubierta, aterrada al percatarse de que Genaro se acercaba a ella con mirada asesina, quien se le paró en frente y la cacheteó con fuerza.—¡Genaro! —Su esposa gritó entre lágrimas. Él ignoró su intervención y propinó otra cachetada a su hija.—¡Eres una
Laura estaba sentada en el diminuto comedor disfrutando la deliciosa comida que su madre le había preparado. Puesto que era domingo, no tendría que ir a la escuela, asimismo Leonor no tendría que trabajar.Laura se levantó de la mesa y se dirigió a la sala, se escondió al ver al casero acorralando a su progenitora.—No tienes que pagarme —el hombre la tenía entre él y la pared—. Podemos llegar a un acuerdo... —dijo con su mirada llena de lujuria.—Por favor, señor. —Leonor trataba de zafarse sin sonar con rudeza—. Tome el dinero, yo puedo pagarle...—Te dije que no tienes que hacerlo, preciosa. —acarició sus muslos con deseo mientras acercaba su rostro al de ella—. Solo debes ser un poco cariñosa conmigo y no solo vivirás aquí
Jimena moría de miedo frente a aquella habitación donde se oían gritos. Por parte de su padre los alaridos eran de reclamo y violencia, por parte de su madre, de ruego y dolor. Podía escuchar golpes. Empezó temblar y las lágrimas cubrieron su rostro. ¡Estaba tan asustada! Solo tenía cinco años y no comprendía muchas cosas, una de ellas era por qué su padre se encerraba con su madre y ella empezaba a llorar.Unos brazos protectores cubrieron su hombro. ¡Su hermana mayor siempre estaba allí como su refugio! Aunque ella era una niña también, se encargaba de cuidarla, al igual que a la pequeña Cecilia.Jimena despertó con lágrimas en sus ojos. Había pasado varios días desde que Pablo se marchó y el dolor se sentía igual o peor. La niñera se quedó todo el tiempo cuidando al beb&e
FlashbackClara se había reunido con Cristian y Genaro en casa del primero, para hablar de los negocios que tenían en conjunto y sobre la posible boda entre Jimena y Pablo, debido a que su sobrina había quedado embarazada.Clara subió las escaleras buscando un baño, y, cuando encontró uno al fin, el alivio vino a ella. Salió de allí pensando en la decepción que Jimena le había causado con su repentino embarazo.—Hola, Clarita. —Paulo la acorraló contra la pared del pasillo.—¿Qué haces, bestia? —Ella le reclamó.—¿Nerviosa? —La miró seductor.—¿Por qué me miras así? —preguntó nerviosa—. Aléjate de mí.&nbs
Clara tenía la mirada perdida frente a la ventana de Cristal en la habitación. Había pasado una semana de aquel encuentro con Gabriel y desde ese día su ánimo cambió. Paulo la miraba a una distancia prudente sin hacerle preguntas. Tenía miedo de su respuesta, de hostigarla o de que ella se sintiera juzgada o presionada. Sabía que era estúpido de su parte apartarse y fingir que no sucedía nada, entendía también, que su cobardía e inseguridad provocó que ella le fuera arrebatada una vez; bueno, no se podía arrebatar algo que no se tenía.Él la conoció en una reunión entre sus padres y los padres de ella. Ellos tenían muchos años de amistad por lo que decidieron hacer una alianza. Paulo no se involucraba en esas reuniones, pero ese día su padre lo amenazó con quitarle ciertos privilegios, por lo tanto, él accedi&o