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Capítulo 5: Quédate conmigo

–¿Estás segura de querer irte?–.

Me pregunto por millonésima vez Cara, veía en sus ojos como le dolía mi decisión, pero la respetaba, mientras que yo estaba segura de que estaba haciendo lo correcto.

–No tengo nada que me mantenga aquí Cara–.

–Eso es una jodida mentira pequeña rusa, me tienes a mí, y a Demian–.

Mi mirada se desvía a la ventana de mi cuarto que daba a los demás edificios.

–Ya no tengo a Demian y lo sabes–.

–Solo porque el tipo es terco y no quiere escucharte, pero si le das un poco más de tiempo recapacitará y vendrá como perro arrepentido a buscarte–.

Mis ojos se ponen en blanco ante la absurda comparación. Sigo haciendo la maleta sin importarme sus comentarios.

–Desde hace dos semanas que él no quiere saber nada de mí, y hace una que tu personalmente le diste la caja con mi carta explicándole todo y diciéndole que estoy esperando un hijo suyo, durante estos catorce días lo he ido a buscar una y otra vez, ¿Sabes que me prohibió la entrada a la casa club?, ahora cada vez que un hermano me ve acercándome me impide seguir caminando y me pide que me de media vuelta y me regrese por donde he llegado, ha bloqueado mi número , así que mis llamadas ya no entran ni tampoco mis mensajes, sé que la que tuvo toda la culpa fui yo, pero estoy cansada de arrastrarme por él, cuando una dice basta, es basta–.

Digo con voz cansada, lo cierto es que todo esto me estaba afectando más de lo que me gustaría admitir, mis ojos tenían unas ojeras kilométricas por mis pocas horas de sueño. Casi no había comido por el nudo en el estómago que tenía. A parte de que parecía una fuente andando llorando cada vez que tenía la oportunidad.

Todo eso no era bueno para la pequeña vida que ahora tenía creciendo en mi interior, así que por propia salud, y por la de mi bebé, había decidido regresarme a mi país para vivir el resto de mi embarazo y criar a mi hijo o hija con el apoyo de mis papás.

Si, ya les había contado todo, acerca de cómo conocí a Demian hasta como me había dejado al enterarse de quien era, como estaba embarazada y que él no lo sabía. Pero sobre todo, como me negaba a casarme con alguien que no fuera el hombre que amaba.

Sobra decir que mis padres estaban furiosos conmigo, y que mi papá quería venir a California a matar con sus propias manos al idiota que había deshonrado a su pequeña, pero lo convencí de que lo mejor para todos era dejar todo este año atrás y seguir con nuestras vidas en nuestro país.

Una vez terminada la maleta la cerré, un suspiro salió de mis labios y mi mirada viajo por mi cuarto, asegurándome de no dejar nada.

–Creo ya es todo–.

Murmuré en voz baja, Cara me vio con tristeza antes de abrazarme con fuerza.

–Lamento todo esto pequeña rusa, ¿Sabes que siempre vas a contar conmigo si lo necesitas verdad?–.

Le devolví el abrazo sintiéndome repentinamente vacía, la iba a extrañar muchísimo.

–Lo sé, también vas a tener una amiga en mi cuando lo necesites–.

Duramos varios minutos más abrazadas antes de separarnos.

–Voy a decirle al chofer y al recepcionista que suban por las maletas–.

Digo mientras veo la puerta.

–No te preocupes, bajo yo, tu mira bien alrededor y asegurarte de no olvidar nada–.

–Gracias–. Conteste con una sonrisa agradecida.

–No hay de que pequeña rusa, tengo que cuidar de mi futuro ahijado ¿Sabes?–.

Me guiño un ojo para después salir de mi cuarto, sacudí mi cabeza, ella estaba segura de que sería un niño idéntico a su papá, yo lo único que pedía es que estuviera sano, lo demás no me importaba.

Camine por el departamento asegurándome que todo estuviera en orden y que efectivamente no dejara nada importante.

Estaba sacando las maletas a la sala pensando en Demian, cuando escuche como tocaban la puerta.

–¡Esta abierto!–.

Grite pensando que era Cara con los chicos.

–Estas son todas las maletas que...–. Las palabras murieron en mis labios al ver a Demian parado en el marco de mi puerta.

–¿Vas a irte?–. Susurró con la voz ronca, se veía de la mierda, su ropa estaba arrugada, me apostaba lo que fuera a que llevaba varios días sin cambiarse, o bañarse. Su pelo se veía grasoso y despeinado, unas grandes ojeras moradas estaban bajo sus ojos, y su normalmente piel dorada se encontraba pálida.

–Yo...–. Titubeó, no sabía cómo reaccionar a lo que estaba viendo.

–No puedes irte–. Dijo con la voz ronca mientras daba un paso dentro del departamento.

–Demian, mi vuelo sale en una hora–. Fue lo único que atine a decirle, mi corazón se rompió por segunda vez cuando vi los ojos verdes que tanto amaba llenarse de lágrimas mientras mi motero se acercaba a paso rápido a donde estaba.

Demian cayo de rodillas enfrente mío mientras abrazaba mis piernas con fuerza.

–NO, no no no no no no, no puedes irte y dejarme, perdóname por ser el hijo de puta más grande de este mundo, grítame, golpéame, maldice mi nombre mil veces si lo deseas, pero no puedes irte, te amo Anabella eres mi vida entera, no sé qué hacer sin ti–.

Dice mientras entierra su cara en mi muslo y sus lágrimas humedecen la tela de mis jeans, sin saber cuándo yo comencé a llorar también, llevo mi mano a mis ojos para limpiar mis lágrimas y aclarar mi visión.

–Yo también te amo Demian, pero ya no somos solamente los dos–.

Le digo con la voz rota por el llanto, el separa su cara de mi cuerpo y la alza para verme directamente.

–Con más razones deberías quedarte, joder Anabella, no puedes esperar que me quede tranquilo dejándote ir al otro lado del mundo con mi hijo sin hacerme responsable, ustedes son mi vida, no se vivirla si no están a mi lado–.

Me dijo y la esperanza creció en mi pecho.

–Pero tú dijiste...–. Él negó con la cabeza sin dejarme terminar.

–Olvídate de lo que dije preciosa, fui un hijo de puta, el enojo me cegó y no me dejo ver lo que tenía enfrente, te juro que si me aceptas no me volveré a apartar de tu lado–.

Mi corazón me exigía que le diera un SI de inmediato, pero mi parte racional, la que estaba herida por sus malos tratos me pidió que le pidiera una explicación.

–¿Por qué a penas vienes a buscarme Demian?, hace semanas que te dimos esa caja con la carta–.

El volvió a negar mientras apartaba la mirada avergonzado.

–El orgullo no me dejo abrir esa caja, hasta hace media hora yo desconocía el contenido, pero estaba en el bar del club ahogando mis mierdas con Whiskey cuando entró una llamada de un número desconocido a mi celular, cuando la conteste era la loca de tú amiga que me decía que estaba punto de perder a la mujer que amaba y a mi hijo si no abría los ojos y veía la puta caja. Después de gritarme eso colgó y corrí a buscarla a mi cuarto, vi todo lo que tenía y lo comprendí de inmediato, leí la carta en menos de dos minutos y no perdí tiempo en salir corriendo a buscar mi moto y venir a buscarte rogando a cualquier Dios que me escuchase que no fuera demasiado tarde–.

Su explicación me termino de convencer, aún estaba dolida con él, pero Demian era el hombre al que amaba, y no deseaba estar separada de él por más tiempo.

–Demian yo...–.

Pero me volvió a interrumpir antes de decirle mi decisión.

–Quédate conmigo Anabella, no tengo todo el dinero que heredarías si regresaras a tu país, pero si estas a mi lado nada te hará falta lo juro, prometo amarte y respetarte por el resto de mi vida, cuidaré de ti y de nuestro bebé, no siempre seré el mejor padre o pareja, pero prometo siempre intentar ser el mejor por ti y nuestra familia, solo no me dejes preciosa, quiero despertarme el resto de mis días y que tú cara sea lo primero que vea, quiero abrazarte por el resto de mis noches, besar tus dulces labios cada vez que pueda porque me vuelves jodidamente loco, quiero hacerte el amor todas noches, días, en todas las posiciones que tú me permitas. Me volveré un asesino si te vas de mi lado y permito que otro te tenga. Te amo Anabella, te amo más que a mi vida, por favor, quédate–.

Una risa cargada de nervios he incredulidad salió de mis labios mientras más lágrimas abandonaban mis ojos.

–Sí, Dios, ¡Sí!, si y mil veces sí, me quedo contigo siempre Demian–.

Antes de que termine de decirlo mi motero separa de golpe y sus labios buscan hambrientos los míos.

Nos besamos con dolor y alegría, con alivio y timidez. Nuestras lenguas batallan entre sí y sus brazos me atrapan como si nunca quisiera dejarme ir. El beso es intenso, caliente, hace que mis terminaciones nerviosas se estremezcan y mi cuerpo pida más. Pronto los labios de Demian abandonan los míos y comienza a besar mi cara, mi cuello, mis labios sueltan un gemido cuando sus manos bajan de mi espalda hasta mi trasero y lo aprietan mientras me pegan más a él y su creciente erección.

Se separa un poco y puedo ver como su pecho sube y baja como si acabara de correr un maratón.

–Una cosa más–.

Susurra en mis labios.

–Dime–.

Digo mientras relamo mis labios, secos ahora que no tengo los suyos encima, mis ojos estaban cerrados por nuestro repentino ataque, pero los abro a más no poder cuando escucho su siguiente pregunta.

–Se mi Vieja Dama–.

Una gran sonrisa estira mis labios.

–Si–.

En cuanto la respuesta deja mi boca sus labios atacan a los míos, su manos toman mis piernas y me hace dar un saltito para que pueda rodear su cintura y cargarme, sin dejarme de besar, camina hasta mi cuarto y cierra de golpe la puerta detrás de él. Sin perder tiempo me deposita en mi cama y se separa de mi nuevo.

–Te amo Anabella–.

–Yo te amo más Demian–.

Y así nos volvimos a besar.

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