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Mi querida enemiga. Capítulo 8.  Una intrusa.

Callia Dimitrakis.

Sentía que me estaba ahogando, intenté apartarlo de mí, pero Foster seguía apretando con fuerza mi garganta, mientras no paraba de insultarme, sus ojos inyectados de sangre, parecía como poseído, y yo no podía entender el porqué de su actitud.

¿Por qué hablaba como si yo hubiese sido la culpable de haber perdido a mi hijo? ¿Acaso cree que yo quise perderlo? ¿Qué en mis manos estuvo salvarlo y no lo hice?, no entendía su reacción.

Sentía que el aire ya no pasaba a mis pulmones y comencé a sentirme mareada, todo se fue oscureciendo, pensé que iba a morir, de pronto caí al suelo, mientras no dejaba de toser y luchaba por respirar, escuchaba un zumbido en mis oídos, y allí escuché la voz histérica de mi madre.

—¡Aléjate de mi hija! No voy a permitir que le hagas daño… le dije a ella que no eras un hombre bueno y ahora lo acaba de comprobar por sí misma, vete en este momento o te juro que voy a llamar a la policía —la escuché decir mientras golpeaba a Foster.

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