Alexandra Green.Dos días después.Por fin habíamos regresado a casa, aunque debía mantenerme el reposo, me sentía aliviada de poder estar con mi familia, sobre todo porque Von decidió trabajar desde su despacho porque quería cuidar personalmente de mi embarazo.—¿Cómo amanece mi esposa bella? —me preguntó trayéndome una bandeja de comida.—Bien esposo —respondí dándole un apasionado beso en los labios, para separarnos cuando sentimos que debíamos enviar aire a nuestros pulmones—, Quiero bajar, no me gusta la soledad, ni estar encerrada.—Debes reposar, tienes que cuidarte, no puedes andar como corre camino, corriendo de un lado a otro —protestó.—Entonces llévame cargada —exigí.—Acaso quieres que me dé una hernia —articuló en tono de broma, pero lo tomé muy mal.—¡¿Me estás diciendo gorda?! —exclamé indignada.—Amor, solo bromeo, tú no pesas nada, eres como una plumita para mí, no te enojes —pronunció buscando manera de besarme, pero yo aparté mi rostro—¿Me das un beso o te dejo enc
Von DimitrakisA quien se le muere una madre o un padre, se le llama huérfano, para quien pierde a un esposo o esposa viudo, pero no existe una palabra para definir la pérdida de un hermano, y en ese momento lo entendía muy bien, sentía demasiado dolor por mi hermana, nunca imaginé que pasaría por esto, ella era tan joven, tan llena de vida.En mi pecho sentía un hueco, como si alguien me hubiera arrancado el corazón y dejado un profundo vacío, me sentía triste, decepcionado, incluso culpable, porque debí protegerla, me sentía responsable de lo que le había ocurrido.Mi consuelo eran Alexandra y mi hija, ellas fueron mi fuerza, mi aliciente entre tanto sufrimiento, ver a mi padre y a mi madre destrozados, me quebró, sobre todo porque Fernando se negó a confesar donde había llevado su cuerpo, por más que las autoridades procuraron que confesara no lo hizo, aunque afirmó haberla asesinado y como lo hizo. Sin embargo, sentía tanta frialdad en mi corazón, que me sentía sorprendido, es co
Alexandra Green La miré con asombro, sin entender las razones por las cuales me decía así. ¿Cómo se enteró ella sobre lo que le había ocurrido a Callia? ¿Cómo sabía que mi hijo era de Fernando? Mi cabeza estaba dando vueltas. —Seguro, estás preguntándote cómo sé todo esto, me lo dijo el propio Von ¿No te dijo que yo había regresado? —me preguntó con una expresión de lástima en su mirada. Yo me mantuve en silencio, pero eso no la detuvo y siguió hablando. —Quieres un consejo, es mejor que huyas con dignidad, porque escucharlo de sus labios será doloroso, es lo que tiene pensado hacer… y si te digo esto es porque él me dijo que te habías portado muy bien con Catherine y eso lo agradezco. La miré con ojos llenos de sorpresa y temor. No podía creer que Von le hubiese contado sobre nosotros, pero no tenía sentido que me confrontara de esa manera, si no era cierto. Sin embargo, algo en mi interior me decía que quizás estuviera mintiendo, pese a ello, las palabras de la madre de Von,
Alexandra GreenEl abrazo de mi padre y el cálido consuelo que me ofrecía me hacían sentir como si el tiempo se hubiera detenido. En ese momento, en sus brazos, me sentía segura y protegida, algo que había extrañado durante mi ausencia.Pero como siempre había sido, a mí me perseguían los problemas y la felicidad de nuestro reencuentro se vio empañada por la llegada de mi madrastra, que como había ocurrido desde su llegada a nuestra vidas, demostró el poco cariño que tenía hacia mí y por eso, ahora no tenía ningún disimuló de mostrarme hostilidad de manera descarada.Como me quedé en silencio lo repitió.—Alexandra, ¡Estoy hablando contigo! ¿Acaso eres sorda? —gruñó con rabia.Mi padre me soltó, frunció el ceño y se volvió hacia ella.—Margaret, ella es mi hija, no puedes negarle la entrada a su propio hogar —replicó con firmeza.—Tú siempre has sido un debilucho, Arthur, no me sorprende que la sigas defendiendo a pesar de todo lo que ha hecho —espetó Margaret con desprecio.Mi padre
Catherine DimitrakisMi corazón latió con fuerza mientras escuchaba la voz de mi mamá a través del teléfono. Sin embargo, al ver entrar a mi padre a la habitación y hacer esa pregunta, me sentí atrapada en medio de una situación que no sabía cómo manejar.—Yo… —balbuceé, no encontrando qué decir.“Yo no quiero hablar con él, por favor”, me susurró mi madre con tono conmovido.—Por favor, hija, pásamela, si no hablo con ella voy a enloquecer —dijo mi padre con una expresión de tristeza.Yo cerré los ojos, los apreté con fuerza, tratando de tomar la decisión correcta, hasta que por fin hablé.—Papá, si estoy hablando con ella —ante mis palabras esbozó una expresión de asombro en su rostro—, pero ella ha llamado para hablar conmigo, si está huyendo de ti no creo que quiera hablarte.Sin embargo, mi padre no le prestó atención a mis palabras y terminó quitándome el teléfono.—¿Dónde estás? ¿Sabes lo angustiado que estoy por ti? Cuando llegué a casa y vi esa carta, sentí como si fuese una
Von DimitrakisHabíamos buscado el listado de los ginecobstetra del pueblo el día anterior, y hoy empezaríamos a recorrer los consultorios uno por uno, pero justo cuando estaba saliendo del hotel vi entrar a Alexandra a la cafetería del frente acompañada de dos hombres.—¡Foster, esa es mi esposa! Y anda con un par de idiotas ¡Esa mujer me va a escuchar! —exclamé —, Voy a buscarla.Salí corriendo, cuando iba a cruzar la calle un auto venía a toda velocidad y dio un frenazo justo cuando iba a llegar a mi lado, el hombre nervioso me gritó unas palabras y yo lo ignoré, estaba pendiente, era de ver qué estaba haciendo Alexandra.Al entrar en el café vi a mi mujer hablando con un hombre de los que la acompañaban, caminé hacia la mesa donde estaban y escuché la conversación, cuando vi que iba a colocar su mano en la de mi mujer, la rabia bulló dentro de mí, y sin poder ocultar mi furia me acerqué a ellos y lo detuve.El hombre se levantó y me miró con aprensión, pero antes de que pudiera de
Von DimitrakisRobert Smith, el hermanastro de Alexandra, y su madre intercambiaron miradas nerviosas. Parecían sorprendidos por nuestra declaración, como si nunca hubieran esperado que alguien se atreviera a cuestionar su posesión de la casa.—No sé de qué están hablando —dijo Robert con una voz temblorosa—. Esta casa es de mi madre y de nosotros, ese viejo la puso a su nombre cuando creyó que se iba a morir.—Eso no es cierto y lo saben, no es lo que dicen los documentos, él le dio un poder y tu madre aprovechó mientras lo intervenían quirúrgicamente y la colocó a su nombre, hay acciones civiles y penales en su contra. Además, de ello, estoy dispuesto a ejercer acciones penales por lo que le hicieron a mi esposa embarazada, les juro que Von Dimitrakis no deja pasar una afrenta —expresé con firmeza.—¿Dimitrakis? ¿Es usted familiar del propietario del consorcio Dimitrakis? —preguntó Robert con curiosidad.—No, no soy familiar del propietario —dije y en la expresión del hombre se dibu
Alexandra GreenVon me quitó las prendas de un tirón, y sin previo aviso me cubrió los pechos con su suave y cálida boca. Mientras me mordía y succionaba mis duros y pequeños botones, me alzó por las caderas dejándome a horcajadas encima de su cuerpo.Con cada caricia y beso que untaba en mi cuerpo, yo ardía más, ansiosa por sentir su toque en todas partes.Él se alzó un poco y besó mis labios de manera apasionada, dejando ver el inmenso deseo que sentía por mí.Descendió poco a poco, besando mi cuello, me inclinó hacia atrás y masajeó con suavidad mis senos, al mismo tiempo subió sus labios, haciéndolos perder sobre el lóbulo de mi oreja y la línea de mi cuello. Mi cuerpo tembló como si fuese gelatina. Estaba a punto de volverme loca ante el deleite sin precedentes que sentía.Se giró y de nuevo quedé debajo de él, todo mi cuerpo se estremeció cuando él besó mi ombligo y acarició con delicadeza mi vientre, mientras le decía palabras dulces a mi hijo. De allí, sus labios se deslizaro