Von Dimitrakis Después de la salida de Alexandra me había quedado inquieto, temía que algo pudiera pasarle, tenía una opresión en el pecho que no podía aflojar. Daba vuelta de un extremo al otro de la habitación, aún me dolía la cabeza, me miré al espejo y no solo tenía rota la cabeza, sino también una protuberancia del tamaño de un huevo de codorniz en la frente, me llevé la mano a la herida y pegué un gemido.—¡Par de locas! Por poco y me matan —dije con una sonrisa.De por sí mi hija era terrible, pero ahora con Alexa creo que estaba peor, las dos eran de armas tomar, eran capaces de encender el mundo en un segundo.Luché con las ganas de salir corriendo a buscar a mi loca particular, quizás eso era lo mejor, pensé preocupado porque le pudiera ocurrir algo.No lo pensé más, iría por ella, decidí llamar a la señora Tahymili, aunque les había dado la tarde y la noche libre a todos los empleados, en ese momento necesitaba que regresara para que se quedara con mi hija. Cuando la lla
Alexandra Dimitrakis—Lástima que yo no acepto —pronuncié con seriedad.Me levanté de la silla y me alejé de la cama, sorprendida por la respuesta de Von. ¿Cómo podía estar tan seguro de que yo querría casarme con él? Además, ¿cómo podía estar bromeando en un momento como este?El padre de Von rio alegremente, pero yo no encontré la situación divertida. Me acerqué a Von y lo miré con una ceja alzada.—No me hagas perder el tiempo, Von. No hay manera de que me case contigo—articulé entre dientes, con ganas de borrarle esa sonrisa.“¡Mentirosa!”, exclamó la entrometida de mi conciencia “Bueno, sí, borrársela, pero con un beso”.Traté de controlar mis pensamientos, porque estos se estaban yendo por un camino peligroso, fijé mi atención en él, cuando lo escuché responderme.—Claro que sí, Alex. Yo sé que te mueres por mí —respondió él, con una sonrisa burlona.—No tienes idea de lo equivocado que estás. Además, este no es el momento de estar haciendo bromas.El padre de Von tosió suavemen
Von DimitrakisLa risa de los tres cómplices resonaba en mis oídos mientras salía de la piscina por completo empapado y con la trampa de ratón aún enganchada en mi pie. Catherine, mi hija, parecía especialmente divertida mientras sostenía el juguete del ratón por la cola, al mismo tiempo que me mostraba una sonrisa pícara.—¡Vaya, Von, nos has dado el mejor espectáculo! Es que ni en el circo me he reído tanto —dijo mi padre entre risas, sin dejar de grabar con su teléfono.Entretanto, Alexandra se reía a carcajadas observando la situación, y yo solo podía mirarlos con indignación y escozor en mi pie.—Creo que ya hemos tenido suficiente diversión por hoy —dije, tratando de mantener la calma a pesar de mi humillación.Finalmente, mi padre detuvo la grabación y Catherine soltó el juguete de ratón, aun riendo.Mi padre y Catherine pararon de reír, pero Alexandra seguía riéndose, sin importarle mi dolor ni mi enojo. Me acerqué a ella con la trampa aún enganchada en mi pie, y la miré con u
Alexandra GreenLa expresión de Von era de absoluta felicidad, por eso decidí hacerle una maldad.—¿Y es qué te la creíste? Solo bromeaba —expresé y él me miró con esos ojos de borrego arrepentido. Yo no pude evitar carcajearme y para tranquilizarlo, le dije la respuesta que estaba esperando.—Claro que deseo ser tu esposa. Él pegó un salto con esa sonrisa de oreja a oreja que me provocaba un hormigueo en mi estómago. Pensé que repetiríamos lo que acabamos de hacer, pero no, lo vi levantarse de un salto, se puso el pantalón con una velocidad asombrosa, luego me haló a mí, y me colocó su camisa, frunció el ceño, al ver que mis senos no estaban cubiertos del todo.Demás está decir que debido a mi abultado vientre, los botones parecían que iban a saltar en cualquier momento, hasta me dio miedo que saliera volando uno y terminara dejando tuerto a alguien, me reí bajito ante mis ocurrencias.—Ya estamos listo, vamos —dijo, pero de pronto se quedó quieto y tomó una sábana de la cama y me
Von DimitrakisEl doctor suspiró antes de responder.—Entiendo su preocupación, señor Dimitrakis. Pero no le garantizo nada, en este momento, lo más importante es la salud de su mujer y su hijo. Debemos realizar una cirugía de emergencia para detener la hemorragia y evitar el aborto, porque su útero está débil, debemos asegurarnos de que estén fuera de peligro. Desafortunadamente, la cirugía también implica ciertos riesgos para el bebé.Mi corazón latió más rápido, y sentí cómo el miedo se extendía por todo mi cuerpo, como un oscuro enemigo que me invadió. No podía soportar la idea de perder a Alexa y tampoco al pequeño que crecía en su vientre, yo la quería feliz, no deseaba nada que perturbara su tranquilidad.—¡Debe salvarlos doctor! Si usted los salva, le prometo darle cualquier cosa que me pida —expresé con firmeza.El médico me observó con seriedad. —Señor Dimitrakis, no necesita ofrecerme nada para hacer mi trabajo, si hay posibilidades de salvarlos a los dos, cuente con que l
Catherine DimitrakisMe había sentado en la sala a esperar la llegada de mi padre y mi mami o por lo menos noticias de lo sucedido, era increíble como todo había cambiado en segundos, en un momento estábamos tan contentos celebrando su compromiso, cuando con la llegada de mi abuela y mi tía todo cambió y en vez de celebración todo se convirtió en una tragedia.No pude evitar las lágrimas que salieron de mis ojos, las limpié con rapidez, me sentía angustiada, porque no quería que le ocurriera nada a mi mamita y a mi hermano, porque eso era ese bebé para mí, poco me importaba si ese señor decía que ese bebé era hijo de él, para nosotros no lo era, era de mi papá, de mi mamá y mío.Había estado con mi abuelo viendo televisión, sé que él trataba de animarme para que no me preocupara, mi concentración no estaba en la televisión, ¡¿Cómo iba a estarlo si tenía miedo de perder a mi hermano o a mi madre?! Justo cuando había encontrado a alguien que me amara incondicionalmente, porque ese amor
Catherine DimitrakisEsa mujer de apariencia hermosa, pero siniestra, mantenía su agarre firme en mi brazo, como si se tratara de las garras de un depredador que quería devorarme.Su mirada se oscureció mientras me observaba con una expresión de expectación, sentí miedo, no por lo que pudiera hacerme a mí de manera individual, sino por lo que podía hacerle a mi reciente formada familia, nosotros estábamos felices y su aparición nos ponía en riego.Ella sonrió con malicia, su sonrisa, lejos de transmitirme alguna muestra de cariño o confianza, irradiaba burla con una extraña mezcla de satisfacción y curiosidad. Mi corazón latió desbocado, y el miedo me invadió cada vez más, tenía ganas de gritar, correr y huir de ella, pero no me soltaba, se aferraba a mí.—No sé quién es usted, y sinceramente, no quiero saberlo ¡No me interesa! ¡Suélteme! —le respondí con la voz temblorosa, tratando de ocultar el pánico que se apoderaba de mí.La mujer pareció sorprendida por mi respuesta, y por un m
Von Dimitrakis Mi hermana y mi madre quedaron en silencio por un momento, conmocionadas por mis palabras o quizás analizando el alcance de mi decisión, sus caras cambiaron de expresión como si titilaran, primero palidecieron, luego cambiaron a sorpresa, y después sus expresiones fueron sustituidas por rabia. Sabía que esta confrontación era inevitable en algún momento, y había decidido enfrentarla ahora, en público, para que quedara claro que no permitiría más interferencias en nuestras vidas. La cajera detrás del mostrador y el resto de las acompañantes estaba sorprendida por la escena que se estaba desarrollando frente a ellas. —¡¿Qué estás diciendo, Von? ¿Qué quieres decir?! —exclamó mi madre, recuperando por fin la capacidad de hablar. —Es simple, mamá. Deben trabajar porque no seguiré financiándolas, y esto no es casual, es el resultado por haber interferido en mi vida y en la de Alexandra, y agradezcan que no mando a Callia a la cárcel por haber puesto en riesgo su vida y la