Capítulo 42. Revelaciones.

Inés se encontraba atrapada en la camioneta, sus manos atadas y la cabeza llena de pánico. Los hombres la miraban con desprecio, sin la intención de mostrar compasión alguna.

—¡Déjenme ir! —gritó, forcejeando contra las cuerdas que la mantenían inmóvil.

Uno de ellos se giró, su mirada fría y sin emociones.

—Cálmate, mujer. No te hará bien resistir.

Inés dejó escapar un suspiro de frustración. La desesperación le invadía el pecho, y el miedo a lo que podría sucederle era abrumador.

Genoveva se había asegurado de que no pudiera comunicarse con nadie.

Mientras tanto, la mujer iba en camino hacia la casa de campo; sin embargo, no podía estar tranquila.

“¿Cómo era posible que ese niño se pareciera tanto a su hijo? ¡No podía ser!”, pensó sin poder creer cómo, a pesar de que le había pagado al doctor Tabares, los niños estaban allí. “¿Será posible que me haya engañado? ¿Qué ese hombre me haya traicionado?”

—Orto, debes buscar al médico Tabares, necesito interrogarlo —expresó.

Pese a su mole
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