El silencio que siguió al reconocimiento mutuo entre Carolina y Alberto fue tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Inés, sintiendo la tensión en el ambiente, decidió romper el hielo.—Bienvenido, por favor tome asiento —dijo, señalando la silla frente al escritorio.—Soy Inés, socia de Carolina en este proyecto.Alberto pareció salir de su estupor y asintió, sentándose con elegancia. Sus ojos, sin embargo, no se apartaron de Carolina.—Gracias, —respondió con voz profunda. —Es un placer conocerla, Inés. Y... un gusto volver a verte, Carolina. Ha pasado mucho tiempo.Carolina se aclaró la garganta, intentando recuperar la compostura. —Sí, mucho tiempo, —dijo, su voz apenas controlada. —No esperaba verte aquí —dijo Carolina, su tono frío como el acero—. Me cuesta creer que el hijo de la familia Pérez, con un futuro brillante, esté tocando la puerta de mi empresa para trabajar aquí.—Yo cuando vi el anuncio de la empresa, no tenía idea que se relacionaba contigo.Inés observó el
Tal y como lo había planificado el tridente de la tremendura, María estaba inclinada limpiando la planta mientras quitaba las hojas que estaban dañadas y a su lado Leandro la ayudaba. Sin embargo, mientras revisaban, se dio cuenta que había otras plantas afectadas y estaba casi que lloraba.—No sé qué habrá pasado, si las he estado cuidando bien.Leandro observó la expresión afligida de María y sintió una punzada en el pecho. Sin pensarlo, puso una mano sobre su hombro en un gesto reconfortante.—No te preocupes, María. Juntos salvaremos estas plantas. Tú solo dime qué hacer y yo lo hago. Te ayudaré en todo lo que necesites —, dijo con voz suave.María levantó la mirada, sorprendida por el contacto y la calidez en las palabras de Leandro. Por un momento, sus ojos se encontraron y ambos sintieron una chispa de conexión que los tomó por sorpresa. —Gracias, Leandro —, respondió María con una pequeña sonrisa. —Significa mucho para mí que quieras ayudar.Leandro le devolvió la sonrisa, si
El ambiente en el jardín cambió drásticamente con la llegada de Enrico. María y Leandro se separaron rápidamente, como si hubieran sido atrapados haciendo algo indebido.—Nada, Enrico — respondió Leandro, tratando de mantener la compostura. —María y yo estábamos limpiando el jardín y tuvimos un pequeño accidente.Enrico entrecerró los ojos, su mirada pasando de su madre a Leandro.—¿Un accidente? Parecía algo más que eso —dijo con tono acusatorio.María se sonrojó ligeramente, pero mantuvo la cabeza en alto. —Hijo, Leandro, solo me estaba ayudando después de que nos golpeamos accidentalmente. No hay nada más que eso.Pero Enrico no parecía convencido. Dio un paso adelante, su postura tensa. —Leandro, ¿podemos hablar un momento? A solas —expresó con evidente molestia.Leandro asintió, lanzando una mirada de disculpa a María antes de seguir a Enrico. Caminaron hasta estar fuera del alcance del oído de la mujer.—¿Qué crees que estás haciendo? —siseó Enrico una vez que estuvieron solos
Enrico sentía que la ira bullía en su interior mientras observaba la escena frente a él. Ver a su madre y a Leandro tan cercanos, compartiendo sonrisas y miradas cómplices, era más de lo que podía soportar. Sin pensarlo dos veces, irrumpió en la habitación.—¡Qué hermosa escena! —exclamó, sobresaltando a todos los presentes. —Madre, necesito hablar contigo. Ahora.María lo miró sorprendida, pero asintió, poniéndose de pie.—Claro, hijo. Trina, cariño, que tu abuelo termine de leerte el cuento, ¿sí?Trina asintió, aunque su expresión mostraba preocupación. Leandro, por su parte, lanzó una mirada inquieta a Enrico antes de continuar con la lectura.Una vez fuera de la habitación, Enrico llevó a su madre a un rincón apartado del pasillo.—¿Qué crees que estás haciendo? —siseó, su voz cargada de frustración.María frunció el ceño, confundida.—¿De qué hablas, Enrico? —De lo que estabas haciendo ¿Te sientes orgullosa de ese espectáculo? —María frunció el ceño sin entender.—No entiendo tu
El silencio de la noche fue roto por el sonido metálico del arma de Enrico. Leandro, aún aturdido por el brusco despertar, mantuvo la calma a pesar de la amenazante situación.—Muchacho, baja el arma. Estás cometiendo un grave error —dijo Leandro con voz firme y serena.—El único error aquí es que te estés acercando mucho a mi madre, —gruñó Enrico, presionando más el cañón contra Leandro. —¿Qué pretendes con ella? ¿Burlarte? ¿Usarla?Leandro respiró hondo, midiendo cuidadosamente sus palabras. —Estás equivocado, no pretendo nada malo con María. La respeto y la aprecio sinceramente.—¡Mentira! —exclamó Enrico. —No eres más que un mafioso, un hombre sin escrúpulos. ¿Cómo puedo creer que tus intenciones son buenas? —Porque soy un hombre que ha vivido lo suficiente para valorar a una mujer como tu madre, — respondió Leandro con calma. —No busco burlarme ni aprovecharme de ella. Si valoré a una mujer como Genoveva con todo lo cruel y despiadada que era, ¿Cómo crees que no lo haré con Mar
María lo miró, con incredulidad.—No puedo creerlo... ¿Por qué harían algo así?Leandro se encogió de hombros, una pequeña sonrisa en sus labios.—Tal vez piensan que necesitamos pasar más tiempo juntos, ya me he dado cuenta que los niños están jugando a cupido con nosotros.El comentario hizo que María se sonrojara ligeramente. Un silencio incómodo se instaló entre ellos.—Yo... lo siento por lo de la otra noche —dijo finalmente María—. El comportamiento de Enrico fue inaceptable.Leandro negó con la cabeza.—No tienes que disculparte. Entiendo su preocupación. Después de todo, soy...—Un hombre maravilloso —interrumpió María, sorprendiéndose a sí misma con sus palabras.Los ojos de Leandro se abrieron con sorpresa, su corazón acelerándose.—María... —comenzó, pero ella lo interrumpió nuevamente.—Leandro yo… —él le colocó su dedo en los labios para evitar que hable.—Aquí… tú eres lo más maravilloso y aunque le dije a tu hijo que no me importabas sentimentalmente, la verdad es que n
Las palabras de María parecieron golpear a Enrico como un puño físico. Retrocedió un paso, su rostro pálido.—No puedes hablar en serio, mamá —dijo, su voz ahora más baja, casi suplicante—. ¿Has olvidado quién es él?María negó con la cabeza, sus ojos llenos de lágrimas contenidas.—Sé quién es, como sé quién eres tú, pero eso no significa que seas una mala persona, además, Leandro me hace feliz.Enrico miró a su madre, luego a Leandro, y de nuevo a su madre. La lucha interna era evidente en su rostro.—¡No voy a dejar que te burles de mi madre! —espetó furioso y sacó un arma.—¡Por Dios, Enrico! —gritó María llevándose una mano al pecho con miedo.En ese momento, Carolina, Inés y Lisandro, quienes fueron llamados por los niños, se acercaron.Fue Lisandro el primero que habló.—¡Ya basta! ¡Baja esa maldita arma! Para no ser celoso, estás actuando como un loco, y tu actitud está asustando a los niños, y a las mujeres que dices amar —lo reprendió.Las palabras de Lisandro parecieron pen
Los días pasaron con una calma aparente, pero Inés no podía ignorar el cambio en Enrico. Lo notaba más tenso y evasivo que de costumbre, incluso tenía la sensación de que parecía nervioso, es como si algo le estuviera preocupando demasiado.Su risa, que antes llenaba los espacios con calidez, ahora era forzada y breve, como si algo le inquietara profundamente. La preocupación comenzó a instalarse en el pecho de Inés.Se decía que, quizás, todo esto tenía que ver con la relación de su madre con Leandro, aunque en apariencia eso parecía superado, o tal vez… Eran los King, pensó.Una tarde, incapaz de seguir reprimiendo sus pensamientos, Inés decidió hablar con Lisandro mientras este estaba en la sala de estar.—Lisandro, ¿puedo hablar contigo? —preguntó y este asintió.—Claro, cuñada —le dijo—, ¿Qué te preocupa? ¿En qué puedo ayudarte?—Me preocupa, Enrico ¿no lo has notado que está actuando raro? ¿Más tenso, como si estuviera esperando que algo explote? Me preguntaba si se trataba al