Los días pasaron con una calma aparente, pero Inés no podía ignorar el cambio en Enrico. Lo notaba más tenso y evasivo que de costumbre, incluso tenía la sensación de que parecía nervioso, es como si algo le estuviera preocupando demasiado.Su risa, que antes llenaba los espacios con calidez, ahora era forzada y breve, como si algo le inquietara profundamente. La preocupación comenzó a instalarse en el pecho de Inés.Se decía que, quizás, todo esto tenía que ver con la relación de su madre con Leandro, aunque en apariencia eso parecía superado, o tal vez… Eran los King, pensó.Una tarde, incapaz de seguir reprimiendo sus pensamientos, Inés decidió hablar con Lisandro mientras este estaba en la sala de estar.—Lisandro, ¿puedo hablar contigo? —preguntó y este asintió.—Claro, cuñada —le dijo—, ¿Qué te preocupa? ¿En qué puedo ayudarte?—Me preocupa, Enrico ¿no lo has notado que está actuando raro? ¿Más tenso, como si estuviera esperando que algo explote? Me preguntaba si se trataba al
Allí, frente a ella, estaba su esposo, Enrico de pie en medio de la cabaña, con una sonrisa y sus pies descalzos sobre el piso cubierto de cobijas blancas y pétalos de rosas.La chimenea encendida proyectaba sombras danzantes en las paredes, creando un ambiente íntimo y cálido. Vestía un impecable traje blanco que resaltaba su porte elegante, pero sus ojos reflejaban una mezcla de nervios y determinación.Inés no podía creer que el hombre que amaba, le hubiese dado el susto de su vida. Cuando entró, lo primero que sintió fue el intenso calor de la chimenea. Luego sus ojos recorrieron el escenario, deteniéndose en cada detalle: los pétalos, las cobijas, las velas, la mesa preparada y luego de nuevo en Enrico, quien ahora se veía nerviosa, no pudo evitar que su rostro se transformara en una mueca de enojo.—¿Qué es esto, Enrico? ¿Acaso te volviste loco? ¿Te parece gracioso que tus hombres me hicieran creer que estaba secuestrada? ¿Sabes que casi me matas del susto? Llegaron al frente d
La música suave llenaba la cabaña mientras Enrico e Inés se mecían lentamente al ritmo de la melodía. Sus cuerpos estaban pegados, moviéndose como uno solo. Inés apoyó su cabeza en el pecho de Enrico, escuchando los latidos de su corazón.—Esto es perfecto —, susurró ella, cerrando los ojos y dejándose llevar por el momento.Enrico besó suavemente su cabello. —Tú eres perfecta —, respondió en voz baja. —Gracias por darme una nueva oportunidad de hacer las cosas contigo bien. Prometo que no la voy a desperdiciar, te demostraré, en cada momento de mi vida, cuán grande es mi amor por ti.Inés levantó la mirada, sus ojos brillando con emoción. —No necesitas agradecerme nada. Te amo, Enrico. Con todos tus defectos y virtudes, jamás imaginé que ibas a lograr abrirte paso en mi corazón.Él sonrió, inclinándose para besarla tiernamente. El beso comenzó suave, pero pronto se volvió más apasionado. Sin romper el contacto, Enrico la guio hacia la cama, también cubierta de pétalos.La recostó c
Por otra parte, Carolina estaba preparando una deliciosa comida para Lisandro, mientras este la observaba con adoración.—No es que me queje, me encantas que me consientas, pero quisiera ser yo quien te complaciera —dice Lisandro acercándose a ella lentamente.—Bueno, ya llegará el momento cuando tú me consientas, porque ahora quiero ser yo quien te prepare tus platos preferidos y te haga sentir especial —pronunció ella con una sonrisa. Lisandro llegó a su lado y la abrazó por detrás. Ella se recostó contra su pecho, disfrutando de la calidez de su cuerpo.—Me encanta consentirte —dijo ella, girando la cabeza para mirarlo—. Además, cocinar para ti me relaja. Lisandro la besó suavemente en la mejilla.—No prefieres otra forma para consentirme, porque a mí se me ocurren unas muy particulares —le dice mientras comienza a masajearle los senos suavemente por encima de la ropa.Carolina se giró entre sus brazos para mirarlo de frente.—¿Ah, sí? ¿Y qué se te ocurre? —preguntó con curiosida
Lisandro se separó ligeramente, acariciando el rostro de Carolina con ternura.—¿Sabes? No me importaría comer comida quemada todos los días si significa poder tenerte as—, dijo con una sonrisa pícara.Carolina soltó una carcajada, dándole un suave golpe en el hombro. —Eres imposible —, respondió, aunque sus ojos brillaban de amor. —Pero creo que deberíamos limpiarnos y arreglar este desastre, antes de que alguien venga y nos encuentre así.—No te preocupes, estamos en la parte de nuestra casa y nuestros padres están con los niños viendo películas, no creo que se acerquen por aquí en toda la noche.Ella asintió, mientras Lisandro la ayudaba a bajar de la encimera, para seguidamente acomodarse la ropa, no podían dejar de lanzarse miradas cómplices y sonrisas.—¿Qué te parece si ordenamos una pizza? —, sugirió Lisandro mientras apagaba la estufa y abría las ventanas para disipar el olor a quemado.—Me parece perfecto, aunque no sé si quieran traer envíos tan lejos —, respondió Carolina
María sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante las palabras y el tono de voz de Leandro. Sus ojos se encontraron y, por un momento, el mundo pareció detenerse.—Leandro... —susurró ella, su voz apenas audible. Él sonrió suavemente, sus manos aún en los hombros de María.—Vamos a mi habitación, —sugirió en voz baja. —Allí estaremos más cómodos y podrás relajarte de verdad.María dudó por un segundo, pero la calidez en los ojos de Leandro la convenció. Asintió y lo siguió fuera de la habitación de los niños, cerrando la puerta con cuidado para no despertarlos.Una vez en la habitación de Leandro, María se sentó en el borde de la cama, sintiéndose repentinamente nerviosa. Leandro se acercó, pero antes de comenzar a darles masaje, se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas.—Relájate, —murmuró. —Solo quiero ayudarte a sentirte mejor. Nada más pasará si tú no lo deseas.María asintió, sintiéndose reconfortada por sus palabras. Leandro se puso de pie y la guio para q
Los días fueron pasando en un abrir y cerrar de ojos, por fin llegó el momento de Lisandro conversar con el resto, sobre la construcción de la nueva casa para su familia.—Enrico, había pensado regresarme a casa con Carol y los niños… —comenzó a decir, pero de inmediato fue interrumpido por Enrico.—¡No, Lisandro! ¡No pueden irse! Esta casa y estas tierras son tanto de Carolina como mías, son parte del legado de mi padre, además, no puedes alejarme de mi familia ahora que los he encontrado. ¡Es injusto! —exclamó con una expresión mezcla de angustia y molestia.—Si me dejaras hablar, sabrías mi propuesta —dijo con seriedad Lisandro, deteniendo la impulsividad de Enrico que se quedó callado, mientras miraba a su cuñado con expectación. Carolina tomó la mano de su esposo, dándole un apretón de apoyo.—Lo que quiero proponer, en realidad, fue una idea de Inés, que me contó Carolina y es que construyamos varias casas aquí en la finca —continuó Lisandro—. Una para Carol y para mí con los n
Seis meses habían pasado desde que Enrico e Inés recibieron la noticia de su embarazo, y ahora se preparaban para sellar su amor con una ceremonia íntima y discreta. La boda estaba pensada para ser un evento cargado de romance y rodeado solo por la familia más cercana. Tardaron varios meses, porque los síntomas de Enrico no se calmaban, y él no quería casarse, sintiéndose mal. Finalmente, cuando empezó a sentirse mejor, decidieron fijar la fecha.El día había llegado. La finca estaba decorada con flores blancas y luces tenues, creando un ambiente mágico. Inés, con su vientre de siete meses, lucía radiante en un vestido blanco que resaltaba su figura. Carolina la ayudaba a arreglarse en una de las habitaciones.—Estás preciosa —dijo Carolina, ajustando el velo de su cuñada—. Enrico se va a quedar sin aliento cuando te vea.Inés sonrió, acariciando su vientre.—Gracias, Carol. Estoy tan feliz... pero también un poco nerviosa.—Es normal, pero recuerda que esto es solo una formalidad. Y