Por otra parte, Carolina estaba preparando una deliciosa comida para Lisandro, mientras este la observaba con adoración.—No es que me queje, me encantas que me consientas, pero quisiera ser yo quien te complaciera —dice Lisandro acercándose a ella lentamente.—Bueno, ya llegará el momento cuando tú me consientas, porque ahora quiero ser yo quien te prepare tus platos preferidos y te haga sentir especial —pronunció ella con una sonrisa. Lisandro llegó a su lado y la abrazó por detrás. Ella se recostó contra su pecho, disfrutando de la calidez de su cuerpo.—Me encanta consentirte —dijo ella, girando la cabeza para mirarlo—. Además, cocinar para ti me relaja. Lisandro la besó suavemente en la mejilla.—No prefieres otra forma para consentirme, porque a mí se me ocurren unas muy particulares —le dice mientras comienza a masajearle los senos suavemente por encima de la ropa.Carolina se giró entre sus brazos para mirarlo de frente.—¿Ah, sí? ¿Y qué se te ocurre? —preguntó con curiosida
Lisandro se separó ligeramente, acariciando el rostro de Carolina con ternura.—¿Sabes? No me importaría comer comida quemada todos los días si significa poder tenerte as—, dijo con una sonrisa pícara.Carolina soltó una carcajada, dándole un suave golpe en el hombro. —Eres imposible —, respondió, aunque sus ojos brillaban de amor. —Pero creo que deberíamos limpiarnos y arreglar este desastre, antes de que alguien venga y nos encuentre así.—No te preocupes, estamos en la parte de nuestra casa y nuestros padres están con los niños viendo películas, no creo que se acerquen por aquí en toda la noche.Ella asintió, mientras Lisandro la ayudaba a bajar de la encimera, para seguidamente acomodarse la ropa, no podían dejar de lanzarse miradas cómplices y sonrisas.—¿Qué te parece si ordenamos una pizza? —, sugirió Lisandro mientras apagaba la estufa y abría las ventanas para disipar el olor a quemado.—Me parece perfecto, aunque no sé si quieran traer envíos tan lejos —, respondió Carolina
María sintió un escalofrío recorrer su cuerpo ante las palabras y el tono de voz de Leandro. Sus ojos se encontraron y, por un momento, el mundo pareció detenerse.—Leandro... —susurró ella, su voz apenas audible. Él sonrió suavemente, sus manos aún en los hombros de María.—Vamos a mi habitación, —sugirió en voz baja. —Allí estaremos más cómodos y podrás relajarte de verdad.María dudó por un segundo, pero la calidez en los ojos de Leandro la convenció. Asintió y lo siguió fuera de la habitación de los niños, cerrando la puerta con cuidado para no despertarlos.Una vez en la habitación de Leandro, María se sentó en el borde de la cama, sintiéndose repentinamente nerviosa. Leandro se acercó, pero antes de comenzar a darles masaje, se arrodilló frente a ella, tomando sus manos entre las suyas.—Relájate, —murmuró. —Solo quiero ayudarte a sentirte mejor. Nada más pasará si tú no lo deseas.María asintió, sintiéndose reconfortada por sus palabras. Leandro se puso de pie y la guio para q
Los días fueron pasando en un abrir y cerrar de ojos, por fin llegó el momento de Lisandro conversar con el resto, sobre la construcción de la nueva casa para su familia.—Enrico, había pensado regresarme a casa con Carol y los niños… —comenzó a decir, pero de inmediato fue interrumpido por Enrico.—¡No, Lisandro! ¡No pueden irse! Esta casa y estas tierras son tanto de Carolina como mías, son parte del legado de mi padre, además, no puedes alejarme de mi familia ahora que los he encontrado. ¡Es injusto! —exclamó con una expresión mezcla de angustia y molestia.—Si me dejaras hablar, sabrías mi propuesta —dijo con seriedad Lisandro, deteniendo la impulsividad de Enrico que se quedó callado, mientras miraba a su cuñado con expectación. Carolina tomó la mano de su esposo, dándole un apretón de apoyo.—Lo que quiero proponer, en realidad, fue una idea de Inés, que me contó Carolina y es que construyamos varias casas aquí en la finca —continuó Lisandro—. Una para Carol y para mí con los n
Seis meses habían pasado desde que Enrico e Inés recibieron la noticia de su embarazo, y ahora se preparaban para sellar su amor con una ceremonia íntima y discreta. La boda estaba pensada para ser un evento cargado de romance y rodeado solo por la familia más cercana. Tardaron varios meses, porque los síntomas de Enrico no se calmaban, y él no quería casarse, sintiéndose mal. Finalmente, cuando empezó a sentirse mejor, decidieron fijar la fecha.El día había llegado. La finca estaba decorada con flores blancas y luces tenues, creando un ambiente mágico. Inés, con su vientre de siete meses, lucía radiante en un vestido blanco que resaltaba su figura. Carolina la ayudaba a arreglarse en una de las habitaciones.—Estás preciosa —dijo Carolina, ajustando el velo de su cuñada—. Enrico se va a quedar sin aliento cuando te vea.Inés sonrió, acariciando su vientre.—Gracias, Carol. Estoy tan feliz... pero también un poco nerviosa.—Es normal, pero recuerda que esto es solo una formalidad. Y
Los días que siguieron a la boda fueron de pura felicidad para todos. Enrico e Inés disfrutaron de su luna de miel en un viaje corto, y pronto regresaron, sin embargo, aprovecharon cada momento juntos, antes de la llegada de su segundo bebé.La finca estaba llena de actividad. Los planes para las nuevas casas se finalizaron y la construcción comenzó en serio. Lisandro, Enrico y Leandro, supervisaban personalmente cada detalle, asegurándose de que todo fuera perfecto para su familia.Mientras tanto, Carolina y Lisandro se preparaban para su nuevo bebé con emoción y un poco de nerviosismo. Aunque ella ya tenía experiencia como madre, cada embarazo era único y por parte de él, debido a la separación que debieron padecer por culpa de Genoveva cuando esperaba a los mellizos, esa experiencia era totalmente nueva.Una mañana, durante el desayuno familiar, Lisandro y Carolina decidieron que era el momento de compartir su noticia.—Familia, tenemos algo que anunciarles, —comenzó Lisandro, toma
Los días transcurrieron con rapidez en la finca, marcados por la ilusión y la organización de la boda de María y Leandro. A pesar de que la idea inicial era algo sencillo, los detalles y la emoción de los preparativos hicieron que se convirtiera en un evento inolvidable para toda la familia.El gran día finalmente llegó. Bajo un cielo despejado y rodeados de la belleza natural de la finca, María y Leandro se prometieron amor eterno. La ceremonia fue emotiva, con discursos cargados de sentimientos y miradas cómplices entre los novios. María lucía radiante en un vestido color marfil que resaltaba su elegancia, mientras que Leandro, vestido con un impecable traje oscuro, no podía apartar los ojos de ella.Enrico, aunque inicialmente había mostrado resistencia al matrimonio, no pudo evitar emocionarse al ver a su madre tan feliz. Inés, que siempre alerta a las emociones de su esposo, le dio un suave apretón en la mano durante la ceremonia, recordándole que el amor de su madre también era
Todos se quedaron atónitos, mirando cómo Enrico se alejaba a toda velocidad en el auto, dejando a Inés atrás.—¡Enrico! ¡Te olvidaste de Inés! —gritó Carolina, pero el auto ya estaba demasiado lejos para que la escuchara.Lisandro no pudo contener una carcajada. —Parece que los nervios le ganaron ¡Es un tonto tu hermano! —comentó, sacudiendo la cabeza.Inés, a pesar del dolor de las contracciones, no pudo evitar sonreír ante la situación.—Bueno, supongo que tendremos que usar otro auto —dijo, apoyándose en Carolina.En ese momento, Leandro apareció con las llaves de su vehículo.—Yo las llevaré —ofreció—. Vamos, no hay tiempo que perder.Con cuidado, ayudaron a Inés a subir al auto. Carolina se sentó a su lado en el asiento trasero junto para darle apoyo, mientras Leandro conducía siguiendo las indicaciones de Lisandro, que iba en el asiento del copiloto, mientras que María y la madre de Inés se quedaban cuidando a los otros niños.Mientras tanto, Enrico llegó al hospital en tiempo