Inés se sacudió bajo el peso de Enrico, intentando recuperar el control de la situación. Pero él era fuerte, demasiado fuerte, y la intensidad de su mirada la desarmaba. Los labios de Enrico se movían con una precisión devastadora sobre los suyos, y aunque quería gritar, lo único que logró fue un gemido ahogado que traicionó su voluntad.—¡Enrico, suéltame! —logró articular finalmente, su voz ronca por la emoción contenida.Él se detuvo, pero no se apartó. Su rostro quedó a centímetros del de ella, sus respiraciones entrelazándose. Los ojos de Enrico ardían con una mezcla de desafío y deseo.—Admítelo, Inés. Esto no es solo odio. Hay algo más… me deseas —murmuró, su tono bajo y grave como una caricia.Inés lo miró con furia, aunque su cuerpo la delataba. Sus mejillas estaban encendidas, sus labios hinchados por el contacto, y su pecho subía y bajaba rápidamente. Pero no estaba dispuesta a darle la satisfacción de aceptar lo que sentía.—¡Eres un imbécil arrogante! —gritó, empujándolo
Liliana se quedó inmóvil por un segundo, claramente sorprendida, su sonrisa se congeló por un momento antes de recuperarse, sin embargo, no se desvaneció. En cambio, la amplió con una calma calculada mientras extendía la mano hacia Inés.—Liliana King, una amiga de Enrico. Es un placer conocerte —dijo con tono afable, aunque había un matiz de desafío en su mirada.Inés no correspondió el gesto. En lugar de eso, cruzó los brazos y levantó una ceja, analizando a la mujer frente a ella con la mirada de quien busca detectar la amenaza.Enrico cerró los ojos un segundo, anticipando el huracán que estaba por desatarse. Inés no era una mujer que se dejara intimidar, y la llegada de Liliana no ayudaría a calmar las aguas entre ellos.—¿Una amiga, dices? Qué interesante —respondió Inés, sus palabras impregnadas de ironía —¿De verdad? Qué casualidad encontrarte aquí, Liliana. No sabía que Roma estaba tan aburrida como para que necesitaras hacer una visita tan larga hasta esta finca perdida en e
Liliana levantó una ceja, claramente molesta por el cambio de actitud de Enrico. Su sonrisa perdió parte de su brillo habitual, pero se mantuvo firme.—Muy bien, vayamos al grano —dijo, cruzando las piernas con elegancia mientras acomodaba su cabello perfectamente peinado—. Estoy aquí porque necesito tu apoyo en un proyecto que tiene el potencial de triplicar nuestras ganancias.Enrico se dejó caer en la silla frente al escritorio, apoyando los codos sobre la superficie y cruzando las manos frente a su rostro. La frialdad en su mirada era evidente.—¿Y ese proyecto requiere que aparezcas en mi casa sin previo aviso? Porque podrías haber enviado un correo o, mejor aún, esperar a que yo volviera a Roma —respondió con sarcasmo.Liliana inclinó la cabeza, como si estuviera considerando su respuesta.—Creí que esto merecía un toque más personal. Tú y yo no somos dos extraños precisamente, si fuese así no supiera dónde vives… somos de confianza, tu padre y el mío hacían negocios, y tú tambi
Inés salió de la cocina con la cabeza visiblemente molesta. Enrico no sabía con quién se estaba metiendo. Así que cuando lo vio salir de la cocina, los engranajes de su cerebro comenzaron a trabajar, tenía que encontrar la manera de hacerlo rabiar, no pensaba quedarse de brazos cruzados mientras él buscaba la manera de molestarla, él quería jugar con fuego trayendo a Liliana a su casa, ella también podía hacerlo y demostraría que no estaba interesada en él. Haría su vida en esa finca, pero no bajo sus términos.Mientras caminaba hacia los jardines, vio a su hijo, Dante, jugando con su hermano, Demetrio, quien tenía trece años. Para salvarlo a él es que había aceptado en teoría el contrato de tener a Dante. Estaban jugando con un perro, corría tras una pelota, su felicidad era contagiosa. Inés sonrió suavemente al verlo, aunque decidió no interrumpir. Quería aprovechar ese tiempo para despejar su mente y hacer algo diferente.Cruzando el terreno, llegó a las caballerizas. Había oído qu
Desde el jardín, Inés vio a Enrico salir de la casa, mientras Liliana lo agarraba del brazo con familiaridad. La escena hizo que su sangre hirviera; sin embargo, se obligó a mantener la calma. No iba a darle el gusto a ninguno de los dos de verla alterada. Enrico, por su parte, parecía incómodo con la cercanía de Liliana. Intentaba mantener cierta distancia mientras caminaban hacia el auto supuestamente averiado. —¿Estás segura de que tiene algo averiado? —preguntó Enrico, su tono, dejando claro que preferiría que Liliana se marchara. —Oh, cariño, no lo sé, por favor, ayúdame a revisarlo —respondió ella con voz melosa—. Si está dañado, voy a tener que quedarme en tu casa hasta que lo reparen. ¿No te alegras de que me quede un poco más contigo? Podríamos aprovechar el tiempo... Enrico se tensó visiblemente ante las palabras de Liliana. —Lily, ya hablamos de esto. Lo nuestro terminó hace mucho tiempo, y no hay oportunidad de que podamos retomarlo donde quedó. Creo que es hora de qu
El disparo resonó por toda la finca, atrayendo la atención de todos los presentes. El instructor yacía en el suelo, sujetándose el brazo herido mientras gemía de dolor. Inés, aún en shock, se debatía entre ayudarlo y enfrentar a Enrico.Bajó del caballo rápidamente, su corazón latiendo con fuerza. Apenas podía procesar lo que acababa de suceder. El hombre que acababa de ser herido se retorcía en el suelo, sujetándose el brazo con una mezcla de miedo y dolor. La mirada de Enrico, fría y calculadora, parecía desafiarla a decir algo.—¡¿Te has vuelto loco?! —gritó Inés, dando un paso hacia él, sus ojos llenos de furia y confusión.Enrico no apartó la mirada, ni siquiera pudo responderle, su mandíbula apretada con una calma perturbadora.—¡¿Qué demonios crees que estás haciendo?! —gritó Inés, su voz temblando de rabia y miedo.Enrico, con el arma aún en la mano, la miró con una expresión fría y calculadora.—Recordándote cuál es tu lugar, querida —respondió con una calma escalofriante—. Y
El ambiente en la casa de Carolina y Lisandro era sofocante. La tensión que flotaba en el aire era tan espesa que parecía capaz de cortar con un cuchillo. María, sentada en el sofá de la sala de estar con las manos entrelazadas nerviosamente, miraba a su hija de reojo, buscando una señal de apertura. Sin embargo, a Carolina no le daba ni un resquicio de oportunidad. Carolina había pasado parte de la mañana revisando unos documentos de trabajo en la mesa de la sala de estar, su expresión rígida y seria, claramente enfocada en ignorar cualquier intento de conversación. Sus movimientos eran deliberadamente ruidosos, como si quisiera dejar claro que no estaba dispuesta a ceder ni un centímetro.María suspiró profundamente, incapaz de soportar más el silencio. Decidió intentar una vez más. Se levantó y caminó lentamente hacia la mesa donde estaba su hija. —Carolina, cariño… ¿Podemos hablar? —preguntó con voz temblorosa, deteniéndose a un par de pasos de la mesa.Carolina levantó la mirad
Enrico estaba a punto de seguir a Inés, cuando Liliana apareció frente a él, bloqueando su camino con una sonrisa coqueta que él ya encontraba más irritante que seductora.—¿Qué pasa, mi amor? ¿Por qué tanta prisa? —preguntó, inclinando ligeramente la cabeza mientras jugueteaba con el borde de su cabello.Enrico apretó la mandíbula, tratando de contener su creciente frustración. —Ya basta, Liliana. Apártate. No estoy de humor para tus juegos, y si piensas que vas a venir aquí a complicar las cosas más entre Inés y yo, estás muy equivocada, porque no voy a permitírtelo —respondió con firmeza, su mirada helada.Liliana no se movió. En lugar de eso, su sonrisa se ensanchó y dio un paso más cerca, levantando una mano para acariciar el brazo de Enrico.—¿Complicar las cosas? Por favor, Enrico, tú y yo tenemos una historia. Sabes que hay atracción entre nosotros. Siempre la ha habido y por lo que acabo de ver lo que tienes con esa mujer no es real, su matrimonio es una farsa, dicho por ell