—¿Estás bien? —preguntó él de nuevo. La miró detenidamente, esperando una respuesta.Ninguno de los dos se movió. Ella no hizo ningún intento de levantarse y él ninguno por ayudarla, como si el tiempo se hubiera congelado. Sus miradas seguían fijas la una en la otra.Alexis sintió la humedad de su ropa, apartó la mirada y se miró a sí mismo. La copa de champán se le había vaciado encima.Fénix hizo lo mismo que él, siguió cada uno de sus movimientos y agrandó los ojos al darse cuenta de que, había arruinado su perfecto traje. Un nudo se le subió a la garganta, no tenía suficiente dinero para reponérselo y pedírselo a Penélope no era una opción.—Señorita…—¿Eh?Fénix levantó el rostro, su mirada se encontró con el desconocido. Estaba muy cerca y le tendía la mano para ayudarla. Ella dudó, pero al final, aceptó. Una corriente eléctrica le atravesó el brazo cuando sus dedos hicieron contacto.—Lo siento —se disculpó. Fénix se mordió el labio al ver el desastre que había causado—. No me
Penélope se quedó de una pieza al escuchar las palabras de Elián. Un nudo subió a su garganta e incapaz de mantenerse al margen, abrió la puerta, sorprendiendo a los dos hombres.Theo y Elián giraron las cabezas para encontrarse con Penélope. Su mano se aferraba a la puerta y sus ojos expectantes, estaba sobre ellos.—¿Qué es lo que has dicho? —preguntó. Elián supo que le hablaba a él. Se aclaró la garganta y giró el cuerpo por completo.—Penélope.—Este no es un tema que debamos tratar ahora, cariño —intervino Theo, preocupado por lo que Penélope hubiera escuchado y asustado al darse cuenta de que lo había descubierto.—¿Este no es un asunto a tratar ahora? —preguntó ella, viéndolo fijamente—. Fuiste el primero en abandonar la boda para tratar este asunto. Me mentiste, Theo. Dime, ¿qué más estás escondiendo de mí?Theo apretó los dientes y cerró las manos en dos fuertes puños.—Penélope.—Tengo derecho a saber todo lo que ocurre a mi alrededor. ¡Quiero saber quién fue quien ocasionó
Fénix quiso reírse de sí misma. Alexis Katsaro no era un hombre para ella, era primogénito de una importante familia. Un hombre de dinero que podía tener a sus pies a cualquier mujer soltera y sin compromisos.Las pequeñas caritas de sus niños borraron el rostro perfecto y hermoso de Alexis. Ellos eran su única preocupación en la vida, y aunque, no podía darles un papá. Los amaría con todo su corazón.Las manos de Penélope sobre su hombro la sacaron de sus cavilaciones. Apartó la mirada del ramo entre sus manos y levantó la mirada para encontrarse con los ojos verdes de su amiga. Tan expresivos y emocionados, que el corazón le dolió.—Lily saltará en un pie cuando te vea llegar con el ramo —dijo.Fénix sonrió, pero la felicidad no llegó a sus ojos. La tenue luz de la pista le ayudó bastante a disimular el gesto de dolor que le atravesó el rostro. Ella estaba casi segura de que no conocería a su amor bonito. No se arrepentía de tener a Dominick en su vida, pero vivía con el miedo const
«¡Están llegando!»Apolo se quedó quieto al escuchar las palabras de Callista. Penélope se acercó a su madre mientras Theo salía con prisa de la sala para buscar el auto.—¿Qué? —preguntó Apolo. Podía ver lo que sucedía delante de sus ojos. Callista sostenía su vientre, su rostro, de repente, se perló de sudor; sin embargo, seguía quieto como una estatua.—¡Tus hijos, Apolo! ¡Los bebés están de camino! —gritó Penélope, ayudando a su madre a ponerse de pie.Callista dejó escapar otro grito, había olvidado lo doloroso que era traer un hijo al mundo. Apretó los labios con fuerza cuando otra contracción le atravesó el cuerpo. Los bebés no podían nacer de manera natural. Tenía que llegar al hospital cuanto antes.—¡Muévete, cariño! —gritó Callista para hacerlo reaccionar.—Respira, mamá. Theo ha ido por el coche —habló Penélope—. Llama a la doctora, Apolo, y avísales a tus padres para que lleven las pañaleras —añadió.Apolo asintió, pero seguía casi sin reaccionar hasta que Callista se dob
Los deseos de Penélope se hicieron realidad, aunque no se confiaban. Durante la estadía de Callista y los niños en el hospital, estuvieron custodiados día y noche por los guardaespaldas de Elián. Dentro de la habitación, Apolo montó guardia y solo aceptó ir a casa a darse un baño cuando Theo y Penélope se quedaban para acompañar a Callista.—Por fin, en casa —musitó Callista, luego de su épica salida del hospital. Como si fuera una celebridad de Hollywood, salió bajo una fuerte custodia.—Sí, no hay lugar más seguro para ustedes y los niños que estar en casa, rodeados de personas de confianza y familia —respondió Fay. Ella cargaba a Andrew en brazos, el pequeño tomaba la mamila mientras Callista alimentaba a Diana. La pequeña cerraba y abría los ojos, como si quisiera y no dormirse.—Lo sé, Fay. Y te agradezco por todo lo que haces por nosotros. Por aceptarme como esposa de tu hijo.Fay dejó de mecer a Andrew y miró a Callista.—¿Por qué no iba a hacerlo? —le preguntó. Su mirada fija
—¡No voy a convertirme en tu ratón de laboratorio, Sokolov! Si lo quieres de vuelta, usa cualquier otro método. ¡Somételo de otra manera! —gritó Cole enfurecido.El ruso lo observó con fría y calculadora calma.—No voy a discutir mis métodos contigo, Diamantis. Ya has hecho demasiado atrayendo la atención de la policía sobre nosotros. ¡Hemos pasado los últimos años con un bajo perfil y de repente todo se va a la mierda gracias a ti!Cole apretó las manos en dos fuertes puños, deseaba ir más allá y tal vez, golpear al hombre; pero no era tonto. Garry Sokolov podía eliminarlo en cuestión de segundos, ni siquiera le daría tiempo de tener un último suspiro.—Reconozco que fue un acto impulsivo…—Fue una reverenda estupidez, Cole —le interrumpió Garry. Sus ojos azules como el ártico, su rostro frío y cincelado a la perfección hablaban del peligro que era llevarle la contraria. Era el menor de la dinastía y había estado oculto durante tanto tiempo, que era imposible no sentirse amenazado ju
Penélope miró a Theo, luego la pequeña caja entre sus dedos y el brillante anillo dentro. Un nudo se le formó en la garganta. Una mezcla de emoción y sorpresa. Realmente, no lo esperaba.—Sé que es sorpresivo, pero no quería esperar más —musitó Theo, sin moverse—. Todos los días que he pasado a tu lado no son suficientes; sin embargo, he aprendido que la vida es más hermosa cuando la compartimos juntos. ¿Qué me respondes, Penélope Galanis?Los ojos se le llenaron de lágrimas, cerró los pocos centímetros que los separaban y tendió su mano izquierda frente a Theo.—Sí, acepto. Quiero compartir todos los días de mi vida a tu lado y formar una familia junto a Antulio y los hijos que aún faltan por llegar —respondió.Los aplausos se escucharon y el resto de las luces se encendieron, revelando la presencia de la familia—¡Dios! ¡Se han confabulado muy bien! —exclamó Penny al ver a su madre acercarse con un ramo de flores.—Felicidades, hija. Te deseo toda la felicidad del mundo —musitó junt
El estruendo de la tempestad iluminó la sala de la mansión Mavros aquella fría noche de noviembre, revelando dos figuras en la penumbra. Los relámpagos destellaban a través de las ventanas, dejando ver el rostro pálido de Eryx y la mirada severa de su esposa, Callista.—¿Qué has hecho, Eryx? —preguntó Callista con voz contenida sosteniendo una nota de deuda increíble.Eryx, con el semblante desencajado, parecía un hombre acorralado, como si lo persiguiera una manada de lobos. El color había abandonado su rostro, y su cuerpo temblaba levemente.—Lo siento, Callista, te juro que no fue mi intención —balbuceó mientras echaba una mirada nerviosa hacia la puerta, como si esperara que en cualquier momento la derribaran—. Intenté dejar el juego, pero fallé.—¿De qué estás hablando? —Callista retrocedió un paso, alejándose de su esposo cuando intentó tomarle la mano.Ellos no eran una pareja unida por amor, sino por un acuerdo comercial impuesto por su padre apenas unos meses antes de su muer