Callista se limpió los labios, hizo un esfuerzo para ponerse de pie y alejarse del retrete antes de perder la batalla de nuevo. Tambaleante, se obligó a caminar. Las náuseas estaban acabando con ella; se sentía sin fuerzas ni ánimos. Llevaba dos meses en ese estado, esperando que los días pasaran, dándole tiempo a Theo de asimilar la noticia y pedirle que le dejara ver a Penélope. Quería ver a su hija, abrazarla y decirle lo mucho que la amaba y todo lo que la había echado de menos durante los últimos veinte años.No pedía mucho, solo quería ver su rostro y sentirla cerca de ella. ¿Acaso pedía tanto? ¡No! Ella solo era una madre desesperada.Las piernas le temblaban. Le costó trabajo llegar hasta el lavamanos, pero lo consiguió. La imagen con la que se encontró en el espejo la asustó: su semblante pálido y demacrado era el resultado de sus largas noches sin dormir y las pocas veces que podía comer, sintiendo que cada bocado era como una piedra golpeando su interior. Si continuaba así,
Penélope se quedó en silencio, apartó la mirada de Theo y apreció el inmenso mar como si fuera la primera vez que lo hacía. Fingiendo no haber escuchado las palabras de Theodoros. No quería saber nada de sus padres. Ellos eran un tema que dolería siempre y no deseaba recordar todo lo que sufrió por culpa de su abandono. Esas heridas la habían marcado de una manera dolorosa.—Antes de que llegaras el bebé estuvo moviéndose, ¿quieres intentarlo? —le preguntó, volviendo su mirada hacia Theo, decidida a mantenerse serena.Theodoros apretó los puños, este momento era crucial, podía aceptar la negativa de Penny a hablar de sus padres y no insistir. Entonces, cuando ella se enterara de la verdad, no podría recriminarle nada, porque él tendría argumentos para defenderse.Sin embargo, tomar la salida fácil era una cobardía, porque conocía la historia. Porque sabía muy bien que Penélope no fue abandonada por sus padres.—Me encantaría —respondió, arrodillándose delante de Penélope. —Dam
Callista estacionó el auto frente a la casa familiar, y sus manos se apretaron al volante, dudosa de bajarse. No sabía si Theo estaba en casa o si iba a encontrarse con Penélope. Cuando salió de su departamento, no pensó en nada.Los nervios y el miedo a no ser recibida hicieron que su estómago protestara y una arcada le subiera por la garganta. Callista se obligó a respirar para controlarse. Se miró en el retrovisor; tenía los ojos llorosos y ligeramente hinchados. Su aspecto no era el mejor en ese momento.Con frustración, inclinó el rostro sobre el volante, se obligó a respirar profundamente, cerró los ojos y esperó a que el ligero mareo le pasara. ¡Tenía que visitar un médico pronto!—¿Señora Callista?La voz de Bemus le llegó baja, en un ligero susurro, como si temiera hablarle.—¿Se encuentra bien?Callista no levantó el rostro, pero negó.—Permítame ayudarle —dijo el chofer—. La llevaré adentro —le ofreció, abriendo la puerta del auto.Callista no se negó; se sentía realmente f
—Penélope…Theo se acercó a la cama de Penélope cuando la miró moverse, y jaló la silla donde había estado esperando a que despertara. Entonces tomó su mano.—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? —preguntó, lleno de preocupación, arrepentido de haberle contado la verdad.—Me duele un poco la cabeza —respondió ella, tocando sus sienes—. Estaba soñando una cosa muy loca —murmuró, negando con un ligero movimiento de cabeza.—¿Soñando?—Sí, soñaba que la señora Callista era mi madre, ¿puedes creerlo? ¡Qué cosa más absurda! —exclamó, suspirando.Theo se aclaró la garganta.—¿Qué pasa? —preguntó Penélope al notar la seriedad del hombre. Sabía que era una locura, tal vez ni siquiera debió haberlo mencionado, pero…—No fue ningún sueño, cariño. Te desmayaste por la impresión —susurró, apretando la mano de Penny, temeroso de que fuera a desmayarse de nuevo.Los ojos de Penélope se llenaron de lágrimas, y apartó la mano.—Penélope…—Esto no puede ser cierto, Theo —replicó, apretando las sábanas sobre
Penélope sintió que los labios le quemaban al pronunciar aquella palabra, pero se sentía tan bien, y la mirada de Callista al levantar la cabeza le dio una satisfacción que jamás había experimentado.Con pasos temblorosos, se acercó a ella.Los sollozos de Callista se entrecortaron en su pecho cuando su hija se acercó. Solo tenía que estirar la mano para tocarla; sin embargo, no encontró el valor para hacerlo. Temía que cualquier movimiento rompiera aquel momento.—¿Qué dijiste? —preguntó con la voz quebrada, como si necesitara confirmar que la había escuchado correctamente.—Dije… “Mamá” —repitió Penélope. Su mirada era un torbellino de emociones.Callista perdió la batalla, no pudo contenerse ante el torrente de sentimientos que inundaron su corazón. Dio un paso al frente y alzó las manos, temerosa de que Penélope la rechazara, pero al ver que no se apartaba, envolvió a su hija en un abrazo desesperado.Hacía veinte años que no la sostenía de esta manera. ¿Cuántas cosas habían pasad
Los ojos de Callista se abrieron por la sorpresa que provocaron las palabras de Apolo. Ella no esperaba una confesión como esa; todo el tiempo creyó que era Nereida la mujer que le interesaba. Incluso había sentido pena por él, creyendo que sufría cada vez que veía a su sobrina siendo amorosa con Theodoros, y ahora resultaba que…—Si no te dije nada antes, es porque no pensaba tener una sola oportunidad contigo —continuó Apolo, con sinceridad—. Intenté olvidarte, salí con mujeres, tuve novias, pero siempre eras tú en quien pensaba.Callista bajó la mirada para encontrarse con la cálida mano de Apolo sobre la suya, presionando suavemente sus dedos.—¿Eres consciente de las diferencias que existen entre los dos? —preguntó, correspondiendo la sinceridad de Apolo.—Siempre he sido consciente de ello, Callista. Eres una mujer espectacular, con quien podría conversar horas sin aburrirme. Me pasaría la vida a tu lado y las palabras no serían necesarias, porque tu sola presencia me llena.Un
No, no había sensación más hermosa que escuchar aquella palabra salir de los labios de un hijo. Era una palabra capaz de ponerte de rodillas o de llevarte a la luna, y Callista lo estaba experimentando todo al mismo tiempo.—Vamos —dijo, poniéndose de pie y caminando junto a Penny.—¿Estás lista? —preguntó Theo al verla entrar a la sala.—Estamos listas. Le he pedido que venga con nosotros —respondió—. ¿Te molesta? —preguntó.Theo negó.—Vamos, el obstetra nos espera —dijo; tomó la mano de Penny y la llevó al auto, seguidos de cerca por Callista—. Por cierto, Apolo me pidió que te avisara que volvía a Atenas —dijo Theo de repente.Callista se detuvo al escucharlo.—¿Se fue? —susurró, más para sí misma, pero Theo la escuchó perfectamente.—Sí, mencionó que debía resolver algunas cosas en la empresa de sus padres. Dijo también que estuvo tratando de comunicarse contigo, pero que no le respondiste el celular —dijo Theo, abriendo la puerta del copiloto para ayudar a Penélope a subir.Call
Callista, al conocer mejor la isla que ninguna de ellas, sugirió que la primera parada fuera en Fira, la capital de Santorini, donde encontraron pequeñas boutiques y tiendas especializadas en muebles hechos a mano.—Podemos ver los muebles y los que te gusten, pedir que los envíen a casa —dijo Callista, su mano acarició la pequeña cuna que Penélope había estado observando.—No lo sé, tal vez debería consultarlo con Theo, a lo mejor él quiere ser parte de este momento —respondió, pasando los dedos por la mecedora, viendo los organizadores. Todo era hermoso y perfecto.—Puedes llamarlo, pero ya lo escuchaste en la consulta, estará de acuerdo con todo lo que tú elijas —le recordó Callista mientras uno de los dueños se acercaba, ofreciendo una limonada casera. Un toque de hospitalidad de la tienda.—Lo sé, mamá, pero quiero que esté involucrado con todo lo que tenga que ver con el bebé —insistió Penélope.—Está bien, hija. Pero puedes ir viendo lo que más te guste y cuando vengas con Theo