Los ojos de Callista se abrieron por la sorpresa que provocaron las palabras de Apolo. Ella no esperaba una confesión como esa; todo el tiempo creyó que era Nereida la mujer que le interesaba. Incluso había sentido pena por él, creyendo que sufría cada vez que veía a su sobrina siendo amorosa con Theodoros, y ahora resultaba que…—Si no te dije nada antes, es porque no pensaba tener una sola oportunidad contigo —continuó Apolo, con sinceridad—. Intenté olvidarte, salí con mujeres, tuve novias, pero siempre eras tú en quien pensaba.Callista bajó la mirada para encontrarse con la cálida mano de Apolo sobre la suya, presionando suavemente sus dedos.—¿Eres consciente de las diferencias que existen entre los dos? —preguntó, correspondiendo la sinceridad de Apolo.—Siempre he sido consciente de ello, Callista. Eres una mujer espectacular, con quien podría conversar horas sin aburrirme. Me pasaría la vida a tu lado y las palabras no serían necesarias, porque tu sola presencia me llena.Un
No, no había sensación más hermosa que escuchar aquella palabra salir de los labios de un hijo. Era una palabra capaz de ponerte de rodillas o de llevarte a la luna, y Callista lo estaba experimentando todo al mismo tiempo.—Vamos —dijo, poniéndose de pie y caminando junto a Penny.—¿Estás lista? —preguntó Theo al verla entrar a la sala.—Estamos listas. Le he pedido que venga con nosotros —respondió—. ¿Te molesta? —preguntó.Theo negó.—Vamos, el obstetra nos espera —dijo; tomó la mano de Penny y la llevó al auto, seguidos de cerca por Callista—. Por cierto, Apolo me pidió que te avisara que volvía a Atenas —dijo Theo de repente.Callista se detuvo al escucharlo.—¿Se fue? —susurró, más para sí misma, pero Theo la escuchó perfectamente.—Sí, mencionó que debía resolver algunas cosas en la empresa de sus padres. Dijo también que estuvo tratando de comunicarse contigo, pero que no le respondiste el celular —dijo Theo, abriendo la puerta del copiloto para ayudar a Penélope a subir.Call
Callista, al conocer mejor la isla que ninguna de ellas, sugirió que la primera parada fuera en Fira, la capital de Santorini, donde encontraron pequeñas boutiques y tiendas especializadas en muebles hechos a mano.—Podemos ver los muebles y los que te gusten, pedir que los envíen a casa —dijo Callista, su mano acarició la pequeña cuna que Penélope había estado observando.—No lo sé, tal vez debería consultarlo con Theo, a lo mejor él quiere ser parte de este momento —respondió, pasando los dedos por la mecedora, viendo los organizadores. Todo era hermoso y perfecto.—Puedes llamarlo, pero ya lo escuchaste en la consulta, estará de acuerdo con todo lo que tú elijas —le recordó Callista mientras uno de los dueños se acercaba, ofreciendo una limonada casera. Un toque de hospitalidad de la tienda.—Lo sé, mamá, pero quiero que esté involucrado con todo lo que tenga que ver con el bebé —insistió Penélope.—Está bien, hija. Pero puedes ir viendo lo que más te guste y cuando vengas con Theo
Sorpresa. Eso había causado la petición de Theo a las dos mujeres. Penélope abrió la boca y la volvió a cerrar al no encontrar su voz. Estaba muy sorprendida, no esperaba que Theo tuviera ese gesto con Callista, pero le gustó que lo hiciera. La mirada de Penny buscó encontrarse con los ojos de Theodoros, él la miraba con una intensidad capaz de atravesarle el alma y adivinar todo lo que estaba sintiendo en ese momento.Mientras tanto, Callista ni siquiera pudo pronunciar palabra, se sentía muy emocionada y el nudo en su garganta le hacía imposible respirar. Por un momento creyó haber escuchado mal.—¿Qué dijiste? —preguntó cuando finalmente encontró su voz.Theo sonrió y se acercó a ella, la tomó de las manos.—Te he pedido que vuelvas a casa, Callista —repitió. Sus miradas se clavaron la una en la otra. Ella buscó algún atisbo de broma, pero la mirada de Theo brillaba sincera.Callista se mordió el labio para no gritar, no era volver a su antiguo hogar lo que la emocionaba, si no era
La taza de café cayó de las manos de Theo, rompiéndose en varios pedazos al estrellarse. Miró cada pieza de la porcelana rota en el piso y el café derramado sobre la alfombra.—Theo. ¿Estás bien? —preguntó Apolo. El hombre se puso de pie y se acercó a su amigo.Theodoros seguía estático, viendo el desastre que había ocasionado. Su rostro estaba pálido como el papel.—¡Theodoros! —gritó Apolo, sacudiendo su hombro para llamar su atención; sin embargo, Theo no reaccionaba y su color cada vez iba siendo más pálido—. ¡Respira! Theo, ¡respira! —le ordenó.Apolo se apartó, corrió al minibar y sirvió un vaso de whisky. Volvió junto a Theo, colocando el vaso en sus labios.—Bebe —pidió, obligando a Theo a probar el licor.El líquido ambarino quemó la garganta de Theo y calentó su estómago, que de repente se sintió frío.—Penélope —susurró. Theodoros buscó la silla para sentarse. Sus piernas habían perdido la fuerza. Él no podía explicar las sensaciones y la angustia que le llegó de golpe.—Di
«Usted tiene trece semanas de embarazo.»El silencio se adueñó de la sala luego de las palabras del médico. La respiración de Callista se cortó, su corazón se agitó y su pulso latió acelerado. Su mirada se encontró con la mirada atónita de Apolo, quien la miraba como si fuera la primera vez. Sabía lo que pensaba y no estaba equivocado. El bebé era suyo.Sin embargo, su mayor preocupación era su hija, que necesitaba donadores y ella, volvía a fallarle. Cómo aquella vez, hoy tampoco podía hacer nada por ella y el dolor era desgarrador. No podía sacrificar la vida de ninguno de sus hijos, entonces, ¿tenía que sentarse y esperar un final fatal?Apolo estuvo a nada de caer desmayado al escuchar las palabras del doctor, pero se mantuvo firme. Buscó la mirada de Callista y supo que la noticia también la había sorprendido. Un hijo, sería padre y la tragedia no le permitía vivir la emoción que debería sentir.—¿Qué tipo de sangre necesita? —preguntó, acercándose a Callista, tomando su mano. Di
La espera nunca fue tan desesperante. Las setenta y dos horas que el médico indicó para monitorear a Penélope estaban siendo eternas. Las agujas del reloj parecían no avanzar, como si se hubieran congelado.—Creo que lo mejor será tomar turnos. No puedes quedarte pegado a la silla y sin dormir tanto tiempo —sugirió Apolo, sentándose junto a Theo.Él apartó las manos de su rostro y levantó la cabeza para encontrarse con la mirada preocupada de su amigo.—Lleva a Callista a casa, esto no le hace ningún bien ni a ella ni al bebé que espera. Tenemos que evitar más tragedias —dijo Theo.Apolo suspiró.—Será difícil convencerla —admitió, viendo a Callista.Ella tenía los ojos cerrados, pero no dormía. La cabeza recargada a la pared y su mano firme sobre su vientre, pero Theo tenía razón, si no se cuidaba, el bebé podía correr peligro debido a la edad de Callista. Hasta ese momento, Apolo no fue consciente de los peligros que un embarazo podía traer para una mujer de su edad. Él no tenía nin
El silencio reinó dentro del auto, Callista miró a Apolo como si al hombre le hubieran salido otras dos cabezas. ¿Había dicho que lo más sensato era decirles a sus padres sobre el bebé?Lo más sensato que podía y tenía que hacer era marcharse antes de que se enteraran de su presencia. ¿Con qué cara iba a verlos y decirles que serían abuelos? ¡Por Dios! Solo era ocho años menor que la madre de Apolo.De repente, la realidad golpeó a Callista con la fuerza de un guante de boxeo. Estaba embarazada de Apolo, un hombre catorce años menor, mejor amigo de su yerno. ¡¿Qué locura había cometido?!—Callista…—No puedes decidir solo el momento en que quieres anunciar el embarazo a tus padres, Apolo. No estoy en las mejores condiciones para enfrentar a Fay, ni para dar explicaciones a Andreus de lo que ha sucedido entre nosotros.—No tienes que explicarles nada, bastará con que sea yo quien hable con ellos.—Dijiste que necesitaba descansar y que pensara en el bebé —le recordó Callista—. Ahora er