Callista, al conocer mejor la isla que ninguna de ellas, sugirió que la primera parada fuera en Fira, la capital de Santorini, donde encontraron pequeñas boutiques y tiendas especializadas en muebles hechos a mano.—Podemos ver los muebles y los que te gusten, pedir que los envíen a casa —dijo Callista, su mano acarició la pequeña cuna que Penélope había estado observando.—No lo sé, tal vez debería consultarlo con Theo, a lo mejor él quiere ser parte de este momento —respondió, pasando los dedos por la mecedora, viendo los organizadores. Todo era hermoso y perfecto.—Puedes llamarlo, pero ya lo escuchaste en la consulta, estará de acuerdo con todo lo que tú elijas —le recordó Callista mientras uno de los dueños se acercaba, ofreciendo una limonada casera. Un toque de hospitalidad de la tienda.—Lo sé, mamá, pero quiero que esté involucrado con todo lo que tenga que ver con el bebé —insistió Penélope.—Está bien, hija. Pero puedes ir viendo lo que más te guste y cuando vengas con Theo
Sorpresa. Eso había causado la petición de Theo a las dos mujeres. Penélope abrió la boca y la volvió a cerrar al no encontrar su voz. Estaba muy sorprendida, no esperaba que Theo tuviera ese gesto con Callista, pero le gustó que lo hiciera. La mirada de Penny buscó encontrarse con los ojos de Theodoros, él la miraba con una intensidad capaz de atravesarle el alma y adivinar todo lo que estaba sintiendo en ese momento.Mientras tanto, Callista ni siquiera pudo pronunciar palabra, se sentía muy emocionada y el nudo en su garganta le hacía imposible respirar. Por un momento creyó haber escuchado mal.—¿Qué dijiste? —preguntó cuando finalmente encontró su voz.Theo sonrió y se acercó a ella, la tomó de las manos.—Te he pedido que vuelvas a casa, Callista —repitió. Sus miradas se clavaron la una en la otra. Ella buscó algún atisbo de broma, pero la mirada de Theo brillaba sincera.Callista se mordió el labio para no gritar, no era volver a su antiguo hogar lo que la emocionaba, si no era
La taza de café cayó de las manos de Theo, rompiéndose en varios pedazos al estrellarse. Miró cada pieza de la porcelana rota en el piso y el café derramado sobre la alfombra.—Theo. ¿Estás bien? —preguntó Apolo. El hombre se puso de pie y se acercó a su amigo.Theodoros seguía estático, viendo el desastre que había ocasionado. Su rostro estaba pálido como el papel.—¡Theodoros! —gritó Apolo, sacudiendo su hombro para llamar su atención; sin embargo, Theo no reaccionaba y su color cada vez iba siendo más pálido—. ¡Respira! Theo, ¡respira! —le ordenó.Apolo se apartó, corrió al minibar y sirvió un vaso de whisky. Volvió junto a Theo, colocando el vaso en sus labios.—Bebe —pidió, obligando a Theo a probar el licor.El líquido ambarino quemó la garganta de Theo y calentó su estómago, que de repente se sintió frío.—Penélope —susurró. Theodoros buscó la silla para sentarse. Sus piernas habían perdido la fuerza. Él no podía explicar las sensaciones y la angustia que le llegó de golpe.—Di
«Usted tiene trece semanas de embarazo.»El silencio se adueñó de la sala luego de las palabras del médico. La respiración de Callista se cortó, su corazón se agitó y su pulso latió acelerado. Su mirada se encontró con la mirada atónita de Apolo, quien la miraba como si fuera la primera vez. Sabía lo que pensaba y no estaba equivocado. El bebé era suyo.Sin embargo, su mayor preocupación era su hija, que necesitaba donadores y ella, volvía a fallarle. Cómo aquella vez, hoy tampoco podía hacer nada por ella y el dolor era desgarrador. No podía sacrificar la vida de ninguno de sus hijos, entonces, ¿tenía que sentarse y esperar un final fatal?Apolo estuvo a nada de caer desmayado al escuchar las palabras del doctor, pero se mantuvo firme. Buscó la mirada de Callista y supo que la noticia también la había sorprendido. Un hijo, sería padre y la tragedia no le permitía vivir la emoción que debería sentir.—¿Qué tipo de sangre necesita? —preguntó, acercándose a Callista, tomando su mano. Di
La espera nunca fue tan desesperante. Las setenta y dos horas que el médico indicó para monitorear a Penélope estaban siendo eternas. Las agujas del reloj parecían no avanzar, como si se hubieran congelado.—Creo que lo mejor será tomar turnos. No puedes quedarte pegado a la silla y sin dormir tanto tiempo —sugirió Apolo, sentándose junto a Theo.Él apartó las manos de su rostro y levantó la cabeza para encontrarse con la mirada preocupada de su amigo.—Lleva a Callista a casa, esto no le hace ningún bien ni a ella ni al bebé que espera. Tenemos que evitar más tragedias —dijo Theo.Apolo suspiró.—Será difícil convencerla —admitió, viendo a Callista.Ella tenía los ojos cerrados, pero no dormía. La cabeza recargada a la pared y su mano firme sobre su vientre, pero Theo tenía razón, si no se cuidaba, el bebé podía correr peligro debido a la edad de Callista. Hasta ese momento, Apolo no fue consciente de los peligros que un embarazo podía traer para una mujer de su edad. Él no tenía nin
El silencio reinó dentro del auto, Callista miró a Apolo como si al hombre le hubieran salido otras dos cabezas. ¿Había dicho que lo más sensato era decirles a sus padres sobre el bebé?Lo más sensato que podía y tenía que hacer era marcharse antes de que se enteraran de su presencia. ¿Con qué cara iba a verlos y decirles que serían abuelos? ¡Por Dios! Solo era ocho años menor que la madre de Apolo.De repente, la realidad golpeó a Callista con la fuerza de un guante de boxeo. Estaba embarazada de Apolo, un hombre catorce años menor, mejor amigo de su yerno. ¡¿Qué locura había cometido?!—Callista…—No puedes decidir solo el momento en que quieres anunciar el embarazo a tus padres, Apolo. No estoy en las mejores condiciones para enfrentar a Fay, ni para dar explicaciones a Andreus de lo que ha sucedido entre nosotros.—No tienes que explicarles nada, bastará con que sea yo quien hable con ellos.—Dijiste que necesitaba descansar y que pensara en el bebé —le recordó Callista—. Ahora er
Theodoros se tensó al escuchar el bajo murmullo. Tenía tanto miedo de levantar la cabeza y de no hacerlo también. No quería hacerse falsas ilusiones solo para darse cuenta de que la voz que escuchó no era Penélope, sino un producto de su imaginación. Su pulso se aceleró cuando la mano que sostenía se apretó sobre sus dedos.Eso no era una imaginación suya. Con el corazón latiendo fuerte dentro del pecho, Theo levantó el rostro. Penélope tenía los ojos cerrados y sus labios secos no parecían haber pronunciado palabra.La decepción estaba a nada de adueñarse de su ser, pero entonces, Penélope parpadeó un par de veces.—Theo —susurró y Theo no perdió detalle de ese momento. ¡Sí era ella!—Penélope, cariño —murmuró. Apretó su mano y se estiró sobre ella para darle un beso en la frente—. Mi amor.—El bebé —preguntó Penélope, su tono era bajo y ronco—. ¿Dónde está el bebé? ¿Cómo está?—Shhh, tranquila, mi amor, voy a responder a todas tus preguntas, pero no te alteres ni te agites. Llamaré
Apolo no pudo escapar de la mirada seria y penetrante de su madre. Fay era suspicaz y muy observadora. Lo peor era que Apolo moría de ganas de darle la noticia. Deseaba gritar a los cuatro vientos que sería padre y que estaba profundamente enamorado de la madre de su hijo. Para nada la edad era un problema para él, amaba a Callista con cada fibra de su ser, con cada latido de su corazón.La amaba tanto que dolía.Apolo se aclaró la garganta al darse cuenta de que su silencio solo aumentaba las sospechas de su madre.—Tienes razón, mamá. Hay algo de lo que tenemos de qué hablar —aceptó. No miró ni una sola vez a Callista, no deseaba ver el pánico en sus ojos. No cuando le prometió esperar—. Pero en este momento no podrá ser. Lo más importante es la recuperación de Penélope y del niño. ¿Han pensado en el nombre que van a darle? —preguntó a los padres, desviando la atención de su madre.Theo miró a Penny, ella le sonrió y envolvió los dedos alrededor de su mano.—Desde que nos enteramos