Callista estacionó el auto frente a la casa familiar, y sus manos se apretaron al volante, dudosa de bajarse. No sabía si Theo estaba en casa o si iba a encontrarse con Penélope. Cuando salió de su departamento, no pensó en nada.Los nervios y el miedo a no ser recibida hicieron que su estómago protestara y una arcada le subiera por la garganta. Callista se obligó a respirar para controlarse. Se miró en el retrovisor; tenía los ojos llorosos y ligeramente hinchados. Su aspecto no era el mejor en ese momento.Con frustración, inclinó el rostro sobre el volante, se obligó a respirar profundamente, cerró los ojos y esperó a que el ligero mareo le pasara. ¡Tenía que visitar un médico pronto!—¿Señora Callista?La voz de Bemus le llegó baja, en un ligero susurro, como si temiera hablarle.—¿Se encuentra bien?Callista no levantó el rostro, pero negó.—Permítame ayudarle —dijo el chofer—. La llevaré adentro —le ofreció, abriendo la puerta del auto.Callista no se negó; se sentía realmente f
—Penélope…Theo se acercó a la cama de Penélope cuando la miró moverse, y jaló la silla donde había estado esperando a que despertara. Entonces tomó su mano.—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes? —preguntó, lleno de preocupación, arrepentido de haberle contado la verdad.—Me duele un poco la cabeza —respondió ella, tocando sus sienes—. Estaba soñando una cosa muy loca —murmuró, negando con un ligero movimiento de cabeza.—¿Soñando?—Sí, soñaba que la señora Callista era mi madre, ¿puedes creerlo? ¡Qué cosa más absurda! —exclamó, suspirando.Theo se aclaró la garganta.—¿Qué pasa? —preguntó Penélope al notar la seriedad del hombre. Sabía que era una locura, tal vez ni siquiera debió haberlo mencionado, pero…—No fue ningún sueño, cariño. Te desmayaste por la impresión —susurró, apretando la mano de Penny, temeroso de que fuera a desmayarse de nuevo.Los ojos de Penélope se llenaron de lágrimas, y apartó la mano.—Penélope…—Esto no puede ser cierto, Theo —replicó, apretando las sábanas sobre
Penélope sintió que los labios le quemaban al pronunciar aquella palabra, pero se sentía tan bien, y la mirada de Callista al levantar la cabeza le dio una satisfacción que jamás había experimentado.Con pasos temblorosos, se acercó a ella.Los sollozos de Callista se entrecortaron en su pecho cuando su hija se acercó. Solo tenía que estirar la mano para tocarla; sin embargo, no encontró el valor para hacerlo. Temía que cualquier movimiento rompiera aquel momento.—¿Qué dijiste? —preguntó con la voz quebrada, como si necesitara confirmar que la había escuchado correctamente.—Dije… “Mamá” —repitió Penélope. Su mirada era un torbellino de emociones.Callista perdió la batalla, no pudo contenerse ante el torrente de sentimientos que inundaron su corazón. Dio un paso al frente y alzó las manos, temerosa de que Penélope la rechazara, pero al ver que no se apartaba, envolvió a su hija en un abrazo desesperado.Hacía veinte años que no la sostenía de esta manera. ¿Cuántas cosas habían pasad
Los ojos de Callista se abrieron por la sorpresa que provocaron las palabras de Apolo. Ella no esperaba una confesión como esa; todo el tiempo creyó que era Nereida la mujer que le interesaba. Incluso había sentido pena por él, creyendo que sufría cada vez que veía a su sobrina siendo amorosa con Theodoros, y ahora resultaba que…—Si no te dije nada antes, es porque no pensaba tener una sola oportunidad contigo —continuó Apolo, con sinceridad—. Intenté olvidarte, salí con mujeres, tuve novias, pero siempre eras tú en quien pensaba.Callista bajó la mirada para encontrarse con la cálida mano de Apolo sobre la suya, presionando suavemente sus dedos.—¿Eres consciente de las diferencias que existen entre los dos? —preguntó, correspondiendo la sinceridad de Apolo.—Siempre he sido consciente de ello, Callista. Eres una mujer espectacular, con quien podría conversar horas sin aburrirme. Me pasaría la vida a tu lado y las palabras no serían necesarias, porque tu sola presencia me llena.Un
No, no había sensación más hermosa que escuchar aquella palabra salir de los labios de un hijo. Era una palabra capaz de ponerte de rodillas o de llevarte a la luna, y Callista lo estaba experimentando todo al mismo tiempo.—Vamos —dijo, poniéndose de pie y caminando junto a Penny.—¿Estás lista? —preguntó Theo al verla entrar a la sala.—Estamos listas. Le he pedido que venga con nosotros —respondió—. ¿Te molesta? —preguntó.Theo negó.—Vamos, el obstetra nos espera —dijo; tomó la mano de Penny y la llevó al auto, seguidos de cerca por Callista—. Por cierto, Apolo me pidió que te avisara que volvía a Atenas —dijo Theo de repente.Callista se detuvo al escucharlo.—¿Se fue? —susurró, más para sí misma, pero Theo la escuchó perfectamente.—Sí, mencionó que debía resolver algunas cosas en la empresa de sus padres. Dijo también que estuvo tratando de comunicarse contigo, pero que no le respondiste el celular —dijo Theo, abriendo la puerta del copiloto para ayudar a Penélope a subir.Call
Callista, al conocer mejor la isla que ninguna de ellas, sugirió que la primera parada fuera en Fira, la capital de Santorini, donde encontraron pequeñas boutiques y tiendas especializadas en muebles hechos a mano.—Podemos ver los muebles y los que te gusten, pedir que los envíen a casa —dijo Callista, su mano acarició la pequeña cuna que Penélope había estado observando.—No lo sé, tal vez debería consultarlo con Theo, a lo mejor él quiere ser parte de este momento —respondió, pasando los dedos por la mecedora, viendo los organizadores. Todo era hermoso y perfecto.—Puedes llamarlo, pero ya lo escuchaste en la consulta, estará de acuerdo con todo lo que tú elijas —le recordó Callista mientras uno de los dueños se acercaba, ofreciendo una limonada casera. Un toque de hospitalidad de la tienda.—Lo sé, mamá, pero quiero que esté involucrado con todo lo que tenga que ver con el bebé —insistió Penélope.—Está bien, hija. Pero puedes ir viendo lo que más te guste y cuando vengas con Theo
Sorpresa. Eso había causado la petición de Theo a las dos mujeres. Penélope abrió la boca y la volvió a cerrar al no encontrar su voz. Estaba muy sorprendida, no esperaba que Theo tuviera ese gesto con Callista, pero le gustó que lo hiciera. La mirada de Penny buscó encontrarse con los ojos de Theodoros, él la miraba con una intensidad capaz de atravesarle el alma y adivinar todo lo que estaba sintiendo en ese momento.Mientras tanto, Callista ni siquiera pudo pronunciar palabra, se sentía muy emocionada y el nudo en su garganta le hacía imposible respirar. Por un momento creyó haber escuchado mal.—¿Qué dijiste? —preguntó cuando finalmente encontró su voz.Theo sonrió y se acercó a ella, la tomó de las manos.—Te he pedido que vuelvas a casa, Callista —repitió. Sus miradas se clavaron la una en la otra. Ella buscó algún atisbo de broma, pero la mirada de Theo brillaba sincera.Callista se mordió el labio para no gritar, no era volver a su antiguo hogar lo que la emocionaba, si no era
La taza de café cayó de las manos de Theo, rompiéndose en varios pedazos al estrellarse. Miró cada pieza de la porcelana rota en el piso y el café derramado sobre la alfombra.—Theo. ¿Estás bien? —preguntó Apolo. El hombre se puso de pie y se acercó a su amigo.Theodoros seguía estático, viendo el desastre que había ocasionado. Su rostro estaba pálido como el papel.—¡Theodoros! —gritó Apolo, sacudiendo su hombro para llamar su atención; sin embargo, Theo no reaccionaba y su color cada vez iba siendo más pálido—. ¡Respira! Theo, ¡respira! —le ordenó.Apolo se apartó, corrió al minibar y sirvió un vaso de whisky. Volvió junto a Theo, colocando el vaso en sus labios.—Bebe —pidió, obligando a Theo a probar el licor.El líquido ambarino quemó la garganta de Theo y calentó su estómago, que de repente se sintió frío.—Penélope —susurró. Theodoros buscó la silla para sentarse. Sus piernas habían perdido la fuerza. Él no podía explicar las sensaciones y la angustia que le llegó de golpe.—Di