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Capítulo 32. Casualidades de la vida

La sonrisa de Penélope fue de completa felicidad, sus ojos aún tenían lágrimas, pero eran de alegría. Tener a Fénix en Grecia era más de lo que podía soñar.

—¡Por Dios! —dijo, abrazando a Lily.

Las pequeñas manos de la niña se aferraron a su espalda y vientre mientras Fénix se acercaba con Dominick. El pequeño de cuatro meses estaba hermoso, tenía unos preciosos ojos verdes y el cabello rojizo. Las mejillas regordetas y coloradas.

—Bienvenida, Fénix —dijo, abrazándola y dándole un beso al niño.

—Aún no puedo creer que esté aquí, contigo —sollozó la muchacha emocionada de volver a ver a Penélope luego de cuatro meses separadas.

—Yo tampoco —confesó Penélope—. Alguien que me pellizque —pidió, mirando a Theo, agradeciéndole con la mirada por tan bella sorpresa.

Penélope quería acercarse y darle un beso, pero quizá no era el mejor momento, además, había niños presentes.

—Gracias, Theo —susurró.

—No tienes nada que agradecer, sé lo importante que Fénix y los niños son para ti. Además, ¿de
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