Una vez que Felipe dejó a Alondra en la habitación, buscó a uno de los hombres de los diez que lo había ayudado a enfrentar a Los Nostro y lo paró frente a la habitación, no sin antes darle instrucciones—Por nada del mundo te separes de esa puerta. Me respondes con tu vida si algo le llega a pasar a ella ¿Entendido?
—Completamente. No me moveré de aquí. Confíe que nada le pasara a su esposa—manifestó con seguridad el hombre.Felipe respiró profundo y simuló una molestia que a decir verdad había dejado de sentir desde el mismo momento que ella lo había mirado con ese rostro lleno de ternura y esa resplandeciente sonrisa, pero tenía que hacerle entender el peligro que significaba que ella evadiera la seguridad que le colocaba, porque al quedarse desprotegida se volvía vulnerable y en consecuencia, se convertía en blanco de los traidores que estaban dentro de sus filas que por congraciarse con sus enemigos eran capaces de vender hasta su propia alma al diablo.—Alondra, está mal lo que acabas de hacer
Al oír sus palabras Felipe se quedó reflexionando y aunque en cierta manera le molestaba la actitud de ella de ponerse en riesgo y quería mantenerla protegida, no era menos cierto que si la dejaba allí con personas que la vigilaran podía terminar escapándose y haciéndose más vulnerable y fácil blanco de sus enemigos, por lo cual era preferible llevársela y mantenerla junto a él, ¡había tomado la decisión! — ¿No quieres llevarme contigo amorcito?—interrogó la chica besándolo y posando su mano en su hombría, comenzando pequeña
Felipe salió de la habitación con Alondra, se trasladaron al lugar del conflicto, el cual al principio pensó se estaba dando solo en el espacio exterior frontal de la mansión. Caminaban con cautela pegados a la pared. Ella echó afuera su cabeza con un gesto de curiosidad, para observar lo que estaba pasando, cuando de inmediato él la cuestionó.—Bonita, por favor procura mantener tu cabeza pegada a la pared, porque así evitas que una bala perdida te impacte—. Expresó y ella retomó la posici
Felipe se quedó viéndola y se acercó para besarla mientras le decía: —Se te está haciendo costumbre salvarme la vida. — ¡Para que veas! No sé quién fue el que dijo que nosotras las mujeres somos el sexo débil—expresó ella contrariada. —Un hombre que no tenía junto a él una dama como la mía, que lo que le falta de tamaño le sobra de p
Felipe se sentó en el suelo, tratando de calmar su cuerpo y en espera de que los niveles de adrenalina que tenía momentos antes descendieran, cuando estuvo más relajado sintió el dolor en su hombro extendió su vista y estaba sangrando, en el furor del momento y durante la batalla no sintió ninguna molestia, concentrado en despachar a los enemigos, pero ya que habían acabado con la mayoría de los hombres de Los Nostro que fueron a tomar por asedio la mansión, su cuerpo se permitió sentir. Arrugó su rostro en un gesto de dolencia.Se levantó del suelo y dio instrucciones — ¿Revisaron a Toledo? ¿Est&aacut
Una vez prepararon las armas y organizaron la estrategia a emplear, salieron con rumbo al sitio que les indicó Toledo. Luego de casi dos horas de camino se apostaron en un sitio cercano a la finca. Por más de una hora estuvieron observando el movimiento del lugar e incluso volvieron a interrogar a Toledo.— ¿Cuántos hombres hay dentro? ¿En qué sitios están ubicados? ¿En qué parte exacta está encerrado Lucca Rocco? ¿Cada cuánto cambian de guardia?—interrogaba Felipe.&nb
Cuando las primeras ráfagas de balas comenzaron a escucharse, todos partieron a protegerse. Felipe tomó a Alondra de la mano y corrieron a cubrirse posterior a una pared. La colocó detrás de su cuerpo y enseguida comenzó a disparar a los enemigos que divisaba.Los disparos eran constantes, pero alcanzó a ver a uno de sus enemigos que se acercaba por su lado izquierdo, mientras disparaba por su flanco derecho. Giró su cuerpo de inmediato y mientras se lanzaba al suelo, le propinó una fuerte patada en su estómago con el pie derecho. El hombre se llevó las manos al sitio del impacto para palparse, momento que aprovechó Felipe para
El hombre se quedó meditando en las palabras que ella había pronunciado y luego respondió: —Pues muéstrate. Ven hacia donde estoy y después permitiré salir a estos dos—indicó haciendo un gesto hacia Lucca y Felipe.—En ese trato solo tú sales ganando—habló dejándose escuchar una leve risa—Además acabo de comprobar que no eres un hombre de palabra. El señor Lucca permanece allí herido y sin atención médica, aun cuando diste tu palabra a Felipe de que si se entregaba lo enviarías a hacer atendido. Pero no cumpliste, por el contrario estabas a punto de volarle