Felipe se quedó viéndola y se acercó para besarla mientras le decía: —Se te está haciendo costumbre salvarme la vida.
— ¡Para que veas! No sé quién fue el que dijo que nosotras las mujeres somos el sexo débil—expresó ella contrariada.
—Un hombre que no tenía junto a él una dama como la mía, que lo que le falta de tamaño le sobra de p
Felipe se sentó en el suelo, tratando de calmar su cuerpo y en espera de que los niveles de adrenalina que tenía momentos antes descendieran, cuando estuvo más relajado sintió el dolor en su hombro extendió su vista y estaba sangrando, en el furor del momento y durante la batalla no sintió ninguna molestia, concentrado en despachar a los enemigos, pero ya que habían acabado con la mayoría de los hombres de Los Nostro que fueron a tomar por asedio la mansión, su cuerpo se permitió sentir. Arrugó su rostro en un gesto de dolencia.Se levantó del suelo y dio instrucciones — ¿Revisaron a Toledo? ¿Est&aacut
Una vez prepararon las armas y organizaron la estrategia a emplear, salieron con rumbo al sitio que les indicó Toledo. Luego de casi dos horas de camino se apostaron en un sitio cercano a la finca. Por más de una hora estuvieron observando el movimiento del lugar e incluso volvieron a interrogar a Toledo.— ¿Cuántos hombres hay dentro? ¿En qué sitios están ubicados? ¿En qué parte exacta está encerrado Lucca Rocco? ¿Cada cuánto cambian de guardia?—interrogaba Felipe.&nb
Cuando las primeras ráfagas de balas comenzaron a escucharse, todos partieron a protegerse. Felipe tomó a Alondra de la mano y corrieron a cubrirse posterior a una pared. La colocó detrás de su cuerpo y enseguida comenzó a disparar a los enemigos que divisaba.Los disparos eran constantes, pero alcanzó a ver a uno de sus enemigos que se acercaba por su lado izquierdo, mientras disparaba por su flanco derecho. Giró su cuerpo de inmediato y mientras se lanzaba al suelo, le propinó una fuerte patada en su estómago con el pie derecho. El hombre se llevó las manos al sitio del impacto para palparse, momento que aprovechó Felipe para
El hombre se quedó meditando en las palabras que ella había pronunciado y luego respondió: —Pues muéstrate. Ven hacia donde estoy y después permitiré salir a estos dos—indicó haciendo un gesto hacia Lucca y Felipe.—En ese trato solo tú sales ganando—habló dejándose escuchar una leve risa—Además acabo de comprobar que no eres un hombre de palabra. El señor Lucca permanece allí herido y sin atención médica, aun cuando diste tu palabra a Felipe de que si se entregaba lo enviarías a hacer atendido. Pero no cumpliste, por el contrario estabas a punto de volarle
Alondra comenzó a correr hacia donde se estaba dando la batalla, pero igual buscaba permanecer a salvo, corría manteniendo la inclinación de su cuerpo hacia adelante formando un arco con su columna; en su avance casi se dio de bruces en el suelo al tropezar con un cuerpo. Se agachó para observarlo: no era de los hombres de Felipe sino de Los Nostro. Revisó al hombre y tomó sus armas, incluso un estuche con una daga que se colocó en la cintura, sosteniéndola con la pretina del pantalón.Siguió en esa posición, moviéndose sin levantarse, se asomó por un resquicio de un espacio entre dos parede
Alondra estaba convencida de que podía lograr que Giuseppe le creyera por lo menos que se iba con él por su propia cuenta, Felipe se estremeció por el dolor y ella bajó la cabeza soltándolo. —Permítele que se vaya, me iré contigo – le dijo con los ojos nublados en llanto y un gran ardor en su garganta. Pero debía hacerlo. Se lo debía a su amor. Giuseppe sonrió triunfante y ella se acerc&oac
Al sentirlo cerca, se llevó una mano a donde había escondido el puñal, pero luego lo pensó mejor y se dio cuenta de que no era el momento para ella rebelarse. Debía aguantar por ahora sus asquerosas manos en su humanidad, porque si lo atacaba ahora no saldría viva de allí. Apretó nuevamente sus ojos y contuvo el asco, pensando en sus hijos y en Felipe para tolerar esa situación, hasta que por suerte llegaron en ese momento a la casa principal, lo que evitó que continuara el avance del hombre. Al abrir la puerta del auto salió disparada tan nerviosa que trastabilló y estuvo a punto de caer, pero lo
Felipe vio a Alondra frente a él con el fuerte golpe en su mejilla, su boca sangrando y la rabia lo cegó. Aun cuando el hombre estaba muerto, descargó su ira en él, siguió disparándole hasta vaciar una de sus armas en él, sintiéndose frustrado por no haberle podido evitar todo ese sufrimiento a Alondra, mientras las lágrimas surcaban su rostro, estaba fuera de sí. La rabia y el dolor le anularon toda capacidad de razonamiento. Ella se levantó y lo abrazó con fuerza por detrás mientras le hablaba al oído.—Ya pasó mi amor, tranquilízate. No nos volverá a hace