—Ya basta —Liana detuvo su brazo—, estás ebrio. Deja que la regeneración elimine el alcohol de tu sistema para que te recuperes.
Auguste dejó la copa de vino y puso los ojos en blanco.
—Lo… lo que desees —dijo arrastrando las palabras.
Los hombres lobos también se embriagaban, normalmente necesitaban tres veces o a veces cuatro de la cantidad que noquearia a un humano. Así que Auguste debía haber acabado al menos una docena de botellas de vino para llegar a ese estado.
Liana miró de reojo, notando a los culpables de que su mate esté así. Los alfas, Isaac, Murat y Deniska, no se perdían ninguna interacción entre ellos. Se habían dado cuenta que Liana le había pedido que deje de tomar y ahora se burlaban de nuevo intentando disimularlo.
Por la diosa luna, Liana tenía ganas de estrangularlos.
Estaban divirtiéndose mucho a su costa, se supone que ella era la cumpleañera, se supone que debería estar contenta de que Auguste por fin empezara a anunciarla como su mate ante casi todos los alfa