CAPÍTULO 3

No recuerdo a cuál de las sustancias químicas que produce mi cuerpo debo agradecer, si a las endorfinas o a la oxitocina, pero la sensación de satisfacción y plenitud que invade mi cuerpo en este momento, no la experimentaba hace muchos años y sí que la extrañé.

Salgo dando saltitos y repartiendo sonrisas a todo el que se cruza en mi camino, para luego ingresar al vehículo de seguridad que me esperó toda la noche.

—¿Así de bueno fue? —pregunta Roberto mientras me escudriña con esa mirada de halcón en la que tanto confío.

Con él no necesito aparentar nada, así que dejo que mi verdadera sonrisa asome mientras estiro los brazos en la parte de atrás del vehículo.

—Maravilloso, no existe otra forma de describirlo —mi respuesta hace que el ceño de Roberto se junte, demostrando el nivel de entendimiento al peso que tienen mis palabras.

—Entonces me prepararé para lo que viene —esa respuesta sobra, pues si de algo estoy segura es de su incondicionalidad y habilidad para hacer siempre lo que necesito.

Vinculo mi lista de reproducción al sonido del auto y me meto en mi burbuja imaginaria apenas comienza a sonar "I'm good" de David Guetta; cierro los ojos y mi cuerpo se empieza a mover sintiendo el ritmo de la música. Cuando estamos a mitad de camino el sonido de la alarma de movimiento instalada en mi apartamento se dispara, haciendo que mi burbuja estalle.

—Como usted lo predijo —afirma Roberto pasándome la tableta, para que pueda observar al hombre cómodamente sentado en mi fino sofá rinconero de terciopelo verde —¿Quiere que la acompañe?

—Claro que sí —contesto con seguridad —necesito que se grave el rostro de mi hombre de confianza, además si todo sale como quiero, vas a tener que entenderte con su personal muy seguido.

Diez minutos después, estamos aparcando en la entrada de mi edificio.

—¿Qué tal tu noche? —fue el saludo que acompaña la sonrisa del señor Richard Brown.

—Hasta ahora vuelvo a mi apartamento ¿Eso te da una pista? —ensancho mi sonrisa mientras deposito las llaves en un cuento ubicado en el mueble de la entrada y dejo mis zapatos en una esquina.

—Me dice más esa sonrisa y tu aura de satisfacción —luego reclina su cuerpo para el frente y apoya los codos sobre sus piernas mientras me mira —no estás sorprendida por encontrarme aquí — su mirada por primera vez se posa en Roberto e inmediatamente vuelve a mí.

—¿Te ofrezco algo de tomar? —pregunto mientras sirvo un vaso con agua para mí y le hago un gesto a Roberto para que entienda que la pregunta también va para él.

Los dos hombres niegan mediante un gesto con la cabeza, así que me siento muy informalmente en la otra ala del sofá abrazando uno de los cojines, mientras Roberto permanece impávido recostado contra la isla de la cocina.

—Sabía que su visita sería una posibilidad —contesto sosteniendo su mirada —así como también supuse que me investigaría.

La mirada inexpresiva del hombre en este momento, distaba mucho a la de la noche anterior,

—Roberto, en el apartamento de la derecha encontrarás a Michael, habla con él para cuadrar la seguridad de la señorita Lorena por lo que resta del fin de semana —ordena clavando sus ojos en él.

La mirada de Roberto se posa en mí y solo se mueve cuando le doy un gesto de autorización.

—Tu mano derecha tiene huevos grandes, es valiente —comenta una vez que Roberto sale del apartamento —al igual que tú.

—Gracias —mi respuesta hace que el hombre me regale una pequeña sonrisa, tras la cual continúa hablando.

—¿Por qué la hija de un hombre tan importante como don Darío Rajoy decidió tomar este camino?

—¿Por qué no? ¿Acaso no puedo? —digo altaneramente.

—Responde mi pregunta y no tires tan fuerte de la cuerda porque se puede romper —su mirada se clava en la mía, haciendo que un escalofrío recorra mi columna y por primera vez perciba la peligrosidad y volatilidad del hombre en mi sala.

Esto es malo, desde esta mañana mi antiguo yo está casi a flor de piel y está disfrutando este peligroso momento también, así que agacho mi cabeza como último recurso tratando de esconder mi expresión. Puedo sentir como un hilo invisible empieza a halar de la comisura de mis labios, amenazando con subir para mostrar mi verdadera cara a este hombre... y se asoma, al menos de manera parcial.

—Porque a lo que más temo es a la normalidad —aún con la cabeza gacha mi mirada busca la suya y le ofrezco una sonrisa ladiada —porque las rutinas me hacen querer morir y estoy segura que el riesgo que esto representa me hará sentir viva —mis ojos se abren cada vez más y la mirada del hombre evoluciona de neutra a incrédula y de ahí a una de asombro —porque soy ambiciosa y quiero tener lo mejor de lo que me pueda ofrecer el mundo.

Tras un pequeño momento en el cual el hombre agacha su cabeza y cierra los ojos, por fin decide romper el silencio y ahora soy yo la sorprendida, pues de alguna extraña y retorcida forma es como ver mi reflejo en un espejo. Cuando me vuelve a mirar reconozco el brillo en sus ojos, la extraña forma en que sus labios se curvan para mostrar una sonrisa y el ángulo de inclinación de su cabeza.

El hombre es tan peculiar como yo.

—No tienes idea de cuanto nos vamos a divertir y de cuantas formas cariño —se levanta del mueble y me mira de manera confiada —empezamos ahora mismo, así que alista algunas cosas para clima caliente y te espero abajo —dirige sus pasos hacia la puerta de salida desde dónde me dice —es bueno relajarse antes de iniciar a trabajar.

Amortiguo mi grito de júbilo hundiendo mi rostro en el cojín que estaba sobre mi regazo, lo cual divierte al hombre y hace que su mirada me recorra una última vez antes de salir.

—El sexo contigo debe fabuloso, es una lástima que no te hubiera conocido de verdad antes.

—No sé si hubieras podido convencerme para eso —respondo adoptando su mismo juego con la mirada, lo cual hace que el hombre suelte una fuerte risotada.

—Nena, no tienes idea lo creativo y persuasivo que puedo llegar a ser si algo me interesa —y desaparece tras la puerta.

El día es perfecto, encuentro a mi hombre y logro entrar en el negocio que buscaba, creo que debo aprovechar esta racha, así que compraré un boleto de la lotería... uno nunca sabe.

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