Ximena—¿Cómo te has sentido en los últimos días? —pregunta el médico del reclusorio mientras yo me mantengo acostada sobre la camilla, permitiendo que me examine el pecho.—Cansada, muy cansada, pero, aún así, los dolores han cesado —le comento, haciendo una mueca en cuanto él hunde un dedo en el centro de mi pecho, provocando un potente dolor cerca de mi corazón—. Eso dolió.—¿Has sentido que te falta el aire? ¿dolor cerca del pecho?—Sí, a veces debo detenerme porque me cuesta respirar.—Bueno, señorita Sarillana —dice al alejarse de mí, dedicándose a acomodar sus lentes en el puente de su nariz—. Me apena decirle que, en los últimos exámenes que le practiqué, he visto un avance significativo de la enfermedad.—¿Cómo? —pregunto al comenzar a sentarme, acomodando mis ropas amarillas—, pero, no me he sentido tan mal, de hecho, me siento mejor ahora que cuando estaba fuera.—Lo que pasa es que, por la adrenalina del ejercicio físico que ha estado realizando, le impide sentir alguna mo
—Aunque admito que, me encanta que me hayan encontrado, noto bastante misterio en cada una de sus visitas —digo al apoyar mis codos sobre la mesa, dedicándome a observar fijamente a mi amigo pelirrojo que acababa de llegar a visitarme, tratando de sacar un poco de información de su parte—, ¿Qué es lo que ocurre, Drake? Tú no puedes mentirme —lo miro con los ojos entrecerrados, tratando con ello de transmitirle seriedad para que pueda decir la verdad.Él sonríe con nerviosismo, dedicándose a alborotar su exuberante cabello rojo.—¿Ni siquiera me saludas, Ximena? ¿Eso es lo que me extrañas? Debo decir que me siento verdaderamente ofendido —dice al llevar una mano hasta su pecho.—Cállate, Drake, y mejor termina por decirme qué es el misterio que se traen. ¿O crees que es normal que el señor Morgan venga a verme casi todos los días? ¿repitiendo incansablemente que va a ayudarme?—No es algo de lo que yo deba de hablarte, Xime —toma mi mano entre las suyas, tratando de sonreír—, si el señ
NARRADO EN TERCERA PERSONALa sala estaba llena de dolor.No había noticia alguna sobre el estado de salud de Ximena, quien aún luchaba entre la vida y la muerte en el quirófano.Una dolorosa verdad había surgido hacía unas horas atrás, una verdad que había llenado de odio a aquella familia.Mientras Patricia cierra los ojos al apoyar su cabeza contra el respaldo del cómodo sofá en la sala de espera, vuelve a recordar aquella ocasión en que dio a luz. Ella esperaba a sus mellizas con ilusión, se enamoró de ellas desde el instante en que se dio cuenta que en su vientre crecían dos niñas, a las cuales prometió proteger y amar por el resto de sus días. Gruesas lágrimas corren por sus mejillas al volver a revivir aquel dolor que la invadió cuando su esposo le informó que una de ellas había muerto. Ella ni siquiera pudo verla, porque sencillamente duró algunas horas dormida después de la cesárea, lo único que pudo ver, fue una pequeña caja con cenizas, las cuales había esparcido por el océ
XIMENAUna contundente luz amarilla en mis pupilas, es la que comienza a traerme de vuelta al mundo de los vivos. Escucho la voz de un médico al hablar cerca de mí, dándole instrucciones a un par de enfermeras que hacen ruidos afirmativos ante lo que el hombre les dice.—La cirugía ha sido un éxito, pueden comunicar a sus familiares que en cuanto abra sus ojos, podrán verla. Probablemente, al volver a nacer, lo primero que quiera hacer es ver a sus familiares.—En seguida, doctor —farfulle una, y luego escucho sus pasos al alejarse.¿Cirugía? ¿volver a nacer? ¿Qué había sucedido conmigo? ¿Cuánto tiempo estuve ausente? No recordaba nada, absolutamente nada.Con gran lentitud, comienzo a abrir mis ojos, mi pecho duele levemente, pero no a como lo hacía antes de haber perdido el conocimiento, no a como cuando sentí que moriría.—Oh, señorita Morgan, ya está de vuelta —dice el médico al percatarse de mi mirada sobre él—, bienvenida, ya no tiene nada más que temer. Fueron más de ocho horas
“Es normal que sientas que ahora no eres tú” —me había dicho el médico antes de salir de mi habitación una vez más, después de haber aguantado a que le hiciera tantas preguntas que no podía contestar. “Por lo general, en todas las cirugías de corazón, sucede lo mismo; ganas de saber quién fue el donante, sentirte como si ya no fuera tu cuerpo, sentir como si ahora compartieras cuerpo con otra persona… no es nada que con el tiempo no se pueda superar” —el viejo hombre había sonreído, asintiendo con la cabeza en mi dirección. “Lo importante es que ahora estás viva y llena de salud”Y ahora, aquí estaba yo, de pie frente a un pequeño espejo en la habitación del hospital, revisando aquella rosada herida ubicada justo en el centro de mi pecho, una herida que me recordaba que, tenía un órgano que le perteneció a alguien más, a una pobre chica que un desgraciado asesinó, por no detenerse ante la luz roja del semáforo, una pobre mujer que, probablemente había dejado una familia amorosa atrás,
Aquel malestar me estaba matando.¿Cuándo iba a terminar esa sensación extraña dentro de mí?No se sentía bien pensar en que mi corazón ya no estaba ahí y que ahora, tenía el de alguien más. ¿Ella vivía conmigo? O ¿simplemente esta era yo?Me dirijo hacia el gran ventanal del departamento que la señora Morgan preparó para mí, tuerzo una sonrisa al ver aquellos enormes edificios levantarse frente a mí, ella había elegido una zona residencial, una de las mejores de Nueva York, no me sentía cómoda aquí, porque quería comenzar de cero, pero, la mujer insistió en querer ayudarme. Ahora debía de pensar solo en terminar de recuperarme y tratar de conseguir un trabajo para pagar mis gastos, pues no iba a permitirle que pagara todo lo que iba a gastar. Mucho había hecho ya con conseguirme este lugar, dinero que pensaba devolverle, porque no quería nada que viniera por parte del señor Morgan, ese hombre que me había cambiado por tener una buena posición económica.—¿Te gusta, cielo?Volteo a mi
Abro la puerta del departamento, después de escuchar un pequeño ruido proveniente de afuera. Ahí, me encuentro con Kyle, quien sostiene un ramo de rosas blancas y una caja de chocolates.Muerdo el interior de mi mejilla, evitando a toda costa ponerme a sonreír, aún estaba furiosa con él, y seguía con la idea de que necesitaba tiempo, pero, eso no era suficiente para borrar aquel enorme amor que siento hacia ese guapo rubio de ojos celestes.—Hola —susurra al sonreír—, sé que no quieres verme, pero, simplemente no aguanto las ganas de saber algo de ti, no tienes idea de lo mucho que te echo de menos, preciosa mía —confiesa al suspirar con pesadez, me tiende el ramo de rosas, las cuales tomo enseguida, acercándolas a mi nariz para sentir su aroma.—Es casi la media noche, Kyle —digo en respuesta, haciéndome a un lado para que pueda pasar.—Lo sé, es solo que… no podía dormir, simplemente no paro de pensar en ti.—Son preciosas, gracias —camino hacia la cocina, en busca de un jarrón para
—Lo siento, lo siento —repite el hombre con notoria pena, haciendo un ademán con sus manos mientras que una mueca se forma en su rostro—, no quise importunarlos, con su permiso —farfulle al bajar la mirada para luego comenzar a alejarse de ahí.Me quedo perpleja, dedicándome a ver la forma en que aquel hombre camina de prisa, al parecer, con una gran necesidad de poner distancia entre ambos. Trago saliva con fuerza, mientras aprieto a Milú a mi pecho.Joder… ¿aquel era el esposo de la chica que me donó su corazón? ¿Por qué carajos me había llamado con su nombre? Aprieto la mandíbula, justo cuando siento las manos de Kyle posicionarse sobre mis hombros, obligándome a mirarlo.—Escúchame, Ximena, ese hombre no debió de llamarte así, pero, tú no eres Emma, ¿de acuerdo? —asiento con la cabeza con lentitud, sintiendo como un horrible balde de agua fría me recorre desde la cabeza hasta los pies—, tú no eres Emma —repite al pegar su frente contra la mía—, ya esa chica murió, tienes su corazó