Narra LaylaAhora comprendía a qué se debía aquella insistencia por parte de Kyle, para que continuara con esta farsa; cuando me habló, creí que tan solo se burlaba de mí al no ser capaz de tolerar la maldita vida de una mujer de clase media, pero ahora, al leer aquel artículo donde se hablaba de la necesidad de un donante de corazón para la hija de Jeremy Morgan, me hacía entender a dónde terminaba la necesidad de su parte de que aquella chica continuara manteniendo mi lugar; estaba más que claro que, viviendo su sencilla vida de siempre, se le haría prácticamente imposible conseguir aquel corazón que al parecer, ahora necesitaba… ¡que lastimoso sería que todo el teatro cayera ahora, dejándola fuera de juego!Repaso nuevamente aquel artículo, donde se veía a Kyle cargándola en sus brazos para llevarla al hospital, tal parecía que el estado de salud de Ximena era verdaderamente grave, cualquier movimiento en falso y la chica moriría.Mi intención no era matarla, claro está, podía ser
Narra LaylaEntro a mi habitación, aquella en la que tanto había extrañado estar, cierro los ojos y abro los brazos, girando en mi propio eje, disfrutando del hecho de haber vuelto a mi hogar, de volver a ser Layla Morgan, la gran heredera del imperio Morgan.—¡Joder! ¡Que bien se siente estar de vuelta! —exclamo para mí misma, sin dejar de girar, sintiéndome feliz y plena de haber vuelto a mi lugar, uno del cual jamás debí de haber salido en primera instancia.Estaba aquí, a pesar de que ahora debía de pagar el maldito precio de fingir ser la mojigata de Ximena, pues la muy maldita se había atrevido a jugar a la niña buena y amorosa con todo el mundo.¡Que fastidio! ¡Que maldito fastidio había sido tolerar las excesivas muestras de cariño por parte de mi madre y las excesivas preguntas de mi padre con respecto de cómo había estado mi día!Pero ahora, todo había acabado, era momento de tirarme a la cama y descansar a como hacía mucho tiempo que no lo hacía en aquella maldita caja de c
—¡Oh! Hoy hay pescado, seguro que estamos portándonos bien —menciona Ángela al hacer la fila en el comedor para que nos depositen el almuerzo.Ver lo que hay en aquellas bandejas, me provocan ganas de hacer una arcada, joder, si aquello era un buen almuerzo para ella, ¿Qué sería aquí un mal almuerzo? Casi se podía decir que el pescado estaba hervido y… malo.Al ser mi turno, observo a la chica que está detrás de las bandejas, quien forma en sus labios una sonrisa cargada de burla.—¿Qué? ¿te da asco, princesa? —interroga al depositar mi porción no sobre mi plato, si no en el suelo.—Joder, Annabelle, ¿Qué mierdas te pasa? —gruñe Ángela tras de mí—, ¡sírvele su porción ahora mismo!La pelirosada frente a mí, deja de mirarme, para dedicarse a ver a mi pequeña compañera, quien tan solo se dedica a mirarla con el ceño fruncido. La tal Annabelle ni siquiera es capaz de chistar, tan solo se dedica a asentir con la cabeza, para luego volver a servir, dedicándose a pedirme una pequeña disculp
Lo primero que hago es pedir una cita con el médico de la prisión. Le comento sobre mi problema cardíaco, me realiza unos estudios nuevos y, me receta un nuevo medicamento, no tan bueno a como el que estaba tomando, pero, al menos tendría la esperanza de que el daño de mi corazón no siguiera.Ahora me encontraba en el enorme patio de la prisión al lado de Ángela, quien sostenía el saco de boxeo para que yo pudiera golpearlo. Mis nudillos dolían, estaban reventados, pero, aún así no me detenía, el solo hecho de imaginar el rostro de Layla sobre aquel saco, imaginar que es su sangre la que corre por nudillos me hace querer seguir golpeando con mucha más fuerza…Era increíble lo que el odio era capaz de hacerle a las personas, sabía que no era bueno, pero, era capaz de transformarlas, de cegarlas al punto de no reconocerse.—Basta, es suficiente —me detiene Ángela al sostener mis manos—, estás comenzando, no es bueno que te mates el primer día.Coloco ambas manos sobre el saco y pego mi
Kyle—¿Qué es esto? —el señor Morgan se sobresalta justo cuando dejo caer los documentos que Drake me entregó.—Revíselos usted mismo —digo al cruzar los brazos a la altura de mi pecho.El hombre de mediana edad, me observa manteniendo el ceño fruncido, lo noto tragar saliva con fuerza, antes de decidirse a bajar la mirada y revisar los documentos frente a él.—¿Qué quieres con esto, Kyle? —gruñe al negar con la cabeza—, ¿Cómo diablos lo conseguiste?—Eso no importa, tan solo quiero una explicación de por qué lo hizo —suelto al apretar la mandíbula—, necesito que me diga por qué le dio la espalda a una de sus hijas.El hombre me levanta a ver, su labio inferior tiembla, mientras se dedica a negar en repetidas veces.—Jamás lo entenderías, ella jamás lo haría. Nunca me lo perdonaría.—Eso no lo sabe si no intenta explicarlo.—¿Desde cuándo lo sabes?—Creo que casi desde que ella entró a esta casa —confieso al desviar la mirada, tratando de evitar el dolor que se forma en mi pecho, al r
XIMENAMe sostengo de la pared y bajo la cabeza, permitiendo que el agua de la ducha golpee mi cabeza, cierro los ojos, tratando una vez más de reunir toda la fuerza que haya en mi interior, con el afán de no desfallecer. Ya llevaba un mes aquí dentro, un maldito mes donde ni siquiera había sido capaz de contratar un abogado. Había veces que me entraban muchas ganas de llorar, otras en las que no podía dormir durante toda la noche, pero, al final, siempre acababa por aferrarme a la idea de volver a surgir tal y como lo hace el ave fénix, demostrándole al mundo entero de lo que esta mujer es capaz de hacer.—No vayas a decirle a nadie, pero, por ahí escuché que hoy tienes visita —abro los ojos y observo a Leah, ella está apoyada a la pared al lado de la ducha, dedicándose a ver mi cuerpo desnudo de arriba abajo—, no lo tomes a mal, pero, que bien estás.Me encojo de hombros, tratando de restarle importancia al profundo escrutinio de la mujer. Ya me había acostumbrado a ello, estar aquí
—Él me encontró —le cuento a Ángela al apoyar mi cabeza contra la almohada.Cierro los ojos y dejo salir un lento suspiro, aún sin poder creer del todo que Kyle haya sido capaz de buscarme hasta dar con mi paradero, me sentía dentro de un cuento de hadas, de esos donde una princesa está encerrada en una torre mágica, custodiada por una bruja malvada, hasta el momento en que llega su príncipe azul a liberarla.—Estoy feliz por ti —habla Ángela desde su cama—, a pesar de que eso quiera decir que pronto vas a dejarme.—¿Por qué dices eso?—¿Acaso crees que tu príncipe azul va a permitir que permanezcas en este lugar tanto tiempo? —bufa, casi podía imaginarla poner los ojos en blanco en medio de la oscuridad—, ese hombre moverá cielo y tierra, con tal de sacarte de aquí —un lento suspiro abandona sus labios, abro los ojos, dedicándome a ver su cama—. Que bonito debe de ser tener a alguien que se preocupe así de bonito por ti.—Ahora me tienes a mí, Ángela —susurro al formar una sonrisa co
Ximena—¿Cómo te has sentido en los últimos días? —pregunta el médico del reclusorio mientras yo me mantengo acostada sobre la camilla, permitiendo que me examine el pecho.—Cansada, muy cansada, pero, aún así, los dolores han cesado —le comento, haciendo una mueca en cuanto él hunde un dedo en el centro de mi pecho, provocando un potente dolor cerca de mi corazón—. Eso dolió.—¿Has sentido que te falta el aire? ¿dolor cerca del pecho?—Sí, a veces debo detenerme porque me cuesta respirar.—Bueno, señorita Sarillana —dice al alejarse de mí, dedicándose a acomodar sus lentes en el puente de su nariz—. Me apena decirle que, en los últimos exámenes que le practiqué, he visto un avance significativo de la enfermedad.—¿Cómo? —pregunto al comenzar a sentarme, acomodando mis ropas amarillas—, pero, no me he sentido tan mal, de hecho, me siento mejor ahora que cuando estaba fuera.—Lo que pasa es que, por la adrenalina del ejercicio físico que ha estado realizando, le impide sentir alguna mo