Capítulo 2

Aleshka Zaytseva

Dejé el sobre encima de la mesa y mamá me miró sorprendida. Había llegado a casa hace algunos minutos y lo primero que había hecho fue mencionarle sobre el regalo de aquel cliente misterioso del que aún no sabía el nombre.

—¿Estás segura que fue un cliente, cariño? —preguntó con preocupación mirando el dinero en la mesa y asentí.

—El sobre me lo entregó la encargada del restaurante, mamá, no creo que se preste para ninguna broma pesada ni nada parecido —expliqué rápidamente tomando asiento a su lado y mirando el fajo de billetes.

No negaría que me encontraba muy asustada por eso, pero a la vez ver tanto dinero frente a mis ojos, solo lograba traerme un poco de paz al imaginar que con el mismo podría pagar las múltiples deudas que teníamos.

Porque las deudas parecían una playa y yo la turista en medio de la misma que no sabía nadar.

—Siento que es demasiado dinero como propina, hay algo aquí que no me gusta, Aleshka —tomó el sobre, leyó la pequeña nota que allí se encontraba, luego lo dejo en la mesa y me miró fijamente. 

—Lo sé, es la primera vez que me dan una propina como esa y la verdad es que no sé qué pensar —confesé sincera sin saber qué decir o hacer.

Primera vez que me encontraba en una situación parecida, y la verdad era que no sabía cómo actuar al respecto.

—Sé que necesitamos el dinero, pero de todo corazón te pido devuelvas ese sobre a tu jefa —señaló el mismo y mi corazón comenzó a latir frenéticamente al escucharla —. Sabes perfectamente que nadie regala esa cantidad de dinero solo porque sí, hija.

—¿Y si de verdad fue un cliente que decidió compartir parte de su fortuna conmigo? —pregunté con algo de esperanza, pero sabía que la mejor decisión que podía tomar era esa; entregar eso y hacer como si nada de eso hubiera pasado.

—¿Y si se trata de algo malo? —replicó.

Tenía razón.

Hasta donde tenía conciencia, nosotros no teníamos enemigos ni nada parecido, por lo que no podía simplemente atribuirle eso a cualquier persona que nos quiera ver mal porque no es así, pero no nos podíamos confiar del todo.

Había demasiada maldad en el mundo y nosotras no estábamos protegidas más que por Dios.

—No sé ni qué pensar, la verdad —dije finalmente colocándome las manos en la cabeza.

Teníamos la solución a nuestros problemas en frente, pero a la vez no, y era demasiado frustrante.

—No insistiré más, pero ya sabes lo que pienso al respecto —se levantó de la mesa y comenzó a servirme la comida que horas antes había preparado.

Siempre era así, cada vez que yo llegaba de mi turno en el restaurante, me sentaba con ella a comer y contarle todo mi día, como me había ido, qué tal la rutina laboral y más.

Y, a pesar de que comía en el restaurante, ella de igual manera me preparaba comida, misma que no rechazaría por nada del mundo. 

—Necesitamos ese dinero, mamá. Sabes que con eso podremos resolver muchos inconvenientes —comenté luego de unos minutos dándole un bocado a mi comida, misma que se encontraba realmente exquisita.

—Lo tengo claro y créeme que siento un poco de alivio al pensar que con eso te podré quitar un poco la carga de encima, pero también comprende que es demasiado dinero y nadie en su sano juicio va por ahí obsequiando esa cantidad a las muchachas que le parecen bonitas.

Me quedé en silencio durante unos minutos y asentí al comprender sus palabras. Era verdad, nadie en su sano juicio iba por la calle repartiendo dinero a las muchachas que le parecían bonitas.

Algo tenía que haber detrás de todo aquello, y definitivamente no estaba dispuesta a averiguarlo. Suficientes problemas tenía encima como para buscarme uno nuevo.

Continúe comiendo en silencio mientras analizaba sus palabras e inmediatamente tomé una decisión.

—Tienes razón, mañana iré a devolvérselo a Nikita, no quiero problemas, que después se trate de algo malo y hayamos caído por nuestra necesidad económica —al escucharme, fue ella quien se quedó en silencio y me miró con pena.

—Perdoname, hija —pidió con lágrimas en los ojos y me preocupé al instante.

¿Qué dije de malo?

—¿Por qué me pides perdón? —Le pregunté confundida y ella lloró aún más fuerte.

Ok, de algo me perdí. 

—Por dejarte tanta carga encima, te juro que estoy poniendo de mi parte para poder ayudarte en lo que sea —dijo en medio de sollozos ahogados y allí comprendí todo.

Mamá creía que trabajar diariamente representaba una carga para mí cuando no era así. Bien, debía admitir que sí era realmente agotador tener tres trabajos a la vez, pero aún así me sentía satisfecha ya que gracias a los mismos podía ayudar en la casa.

Algo que ella no podía hacer por su enfermedad, pues debía estar más tranquila que buda en medio de una meditación.

Cualquier emoción fuerte sería realmente catastrófico para ella, pues si corazón se encontraba muy delicado y no aguantaría un golpe más.

Luego del abandono de papá, las cosas se habían complicado con la salud de mamá, pues fueron tantas las emociones que experimentó en tan poco tiempo, que su cuerpo no lo soportó.

Razón por la que sufrió un infarto que casi le arrebata la vida. Afortunadamente Dios decidió darle una nueva oportunidad, pero por orden de los médicos debía cuidarse el doble y abandonar cualquier actividad que representara una amenaza para su corazón.

Así que no me quedó más remedio que salir a trabajar, abandonar la universidad y hacerme cargo de todas las responsabilidades en casa.

No me importaba hacerlo en lo absoluto, pero por lo visto mamá creía que sí y por ello se sentía culpable.

Lo que solo lograba ponerme triste a mi también, pues sabía que a lo mejor se estaba haciendo ideas que no eran y creía que era una carga en casa cuando no era así.

Ya había llegado la hora de retribuirle todo lo que había hecho por mí desde que había nacido, porque aunque no le pedí nada de eso, sé que dió lo mejor de sí para hacer de mi lo que era hoy en día; una mujer de bien.

—Escuchame —posé mis manos encima de sus hombros y la hice mirarme —. No tienes que pedirme perdón por absolutamente nada, tú no estás enferma porque quieres y yo no estoy trabajando por obligación, lo hago para poder darnos un mejor futuro a todos, ¿Entendido?

Asintió aún con lágrimas en los ojos, mismas que limpié con mis pulgares rápidamente.

Llorar no estaba mal, al contrario, servía para liberar emociones, desahogarse y elevar la vibración. Pero aún así no me gustaba verla a ella llorando, lo odiaba con todas mis fuerzas porque traía recuerdos que quería dejar en el pasado.

Recuerdos que aún me hacían daño cada vez que llegaban a mi mente.

La ausencia de papá dejó múltiples deudas y problemas económicos en casa, pero sin duda un profundo vacío y tristeza, mismos que nada ni nadie habían podido llenar.

Mamá aunque lo intentó, no volvió a ser la misma y perdió su brillo, ese que la caracterizaba entre la multitud. Se convirtió en una señora más y apenas sonreía.

Mis hermanos apenas eran unos niños como para entender todo lo que estaba pasando, pues no tuvieron la oportunidad de compartir con papá lo suficiente como para extrañarlo así como yo.

Quién todas las noches me sentaba con él a contemplar las estrellas, a buscarle formas a las nubes y a bromear sobre lo raras que a veces se veían.

De niña me acostumbré a sus abrazos, sus besos, sus mimos y todo lo que me regaló como padre en la infancia, esa que considero fue una de las mejores etapas de mi vida.

Pero todo se fue al carajo cuando llegó esa mujer y se lo llevó consigo, pues aunque no considero que tenga toda la responsabilidad encima, si siento que por culpa de ella estábamos en esa situación.

Mamá sufriendo por la partida de quién consideraba su primer amor, yo con miles de emociones reprimidas para no preocuparla a ella y mis hermanos preguntándose por qué los demás niños del colegio tenían papá y ellos no.

Dolía, definitivamente dolía demasiado su ausencia.

Pero dolía más saber que él fue quién tomó la decisión de abandonar su familia para ir a construir una nueva, porque sí, ya estaba por nacer su segundo hijo.

Ese que sería mi hermano y, que por más que lo intentara, no podría despreciar, pues no tenía la culpa de los errores que sus progenitores estaban cometiendo.

—Siento que estás perdiendo toda tu juventud solo por tener más trabajos que vida, me siento tan impotente —comenzó a sollozar más fuerte y el corazón se me arrugó al escucharla hablar de esa manera.

Había demasiado dolor en su mirada, esa que desde hacía tiempo ya no era la misma y estaba totalmente apagada.

¿Quién era esa mujer frente a mí y donde estaba mi mamá?

Sin decir nada más, acerqué mi silla a la suya y la abracé fuertemente. Evité llorar en el momento, pues sólo por hoy quería ser fuerte y ser la mamá que ella necesitó de pequeña, esa que estuvo ausente toda su vida por crueldad del destino.

Por un momento dejé de ser Aleshka, su hija, y me convertí en su mamá. La abracé tan fuerte como pude y con el corazón latiendo a mil por segundo, me separé de ella luego de unos minutos, la miré en silencio y con una sonrisa en el rostro.

—Te prometo que un día no será así, te prometo darte la vida que te mereces y quitarte todas las preocupaciones de la mente, esas que te impiden dormir por las noches, mamá —dejé un beso en su frente y nuevamente la abracé.

Sin poder evitarlo, lloré en silencio con ella y me permití desahogarme ahí en sus brazos. Ella más que nadie necesitaba escuchar esas palabras, ella más que nadie merecía vivir bien y en paz, sin ningún tipo de preocupación.

Y, aunque no era la hija perfecta y cometía demasiados errores, estaba dispuesta a hacer todo lo que estuviera en mis manos para cumplir mi promesa.

Mamá no merecía nada de lo que había pasado, ella solo era una mujer con su niña interior herida y abandonada por todos.

Me había costado mucho comprenderlo, pero cuando lo hice, entendí muchas cosas.

Durante muchos años la juzgué por la situación en la que nos encontrábamos, sin saber qué había dedicado toda su vida para sacarnos a mis hermanos y a mí adelante.

Mamá merecía mucho más de lo que estaba recibiendo y haría todo lo que estaba en mí por dárselo.

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