A veces, solo a veces, la vida nos trae grandes sorpresas donde menos lo esperamos y encontramos tesoros invaluables donde antes pensábamos que había solo barro podrido. Eso es lo que sentía en este momento Viggo, era como si un sutil hilo lo uniera de alguna manera a la mujer de la que no podía apartar la vista un solo segundo.

_ Voy a saludar a mi hermana _ dijo tranquilo haciendo que sus dos compañeros de charla lo miraran confundidos. Ambos sabían que el frío y cruel joven adoraba a su hermana pero no le gustaba mucho compartir con ella ya que la consideraba un tanto ruidosa.

Tanto Adriano como Fabricio caminaron tras él. Les causaba mucha curiosidad la actitud de su desapegado amigo al que parecía que no lo calentaba ni el sol.

_ Hola hermanita, vengo a saludarte ya que si no tú no te acercas _ comentó el destacable joven dejando a todos petrificados. Nunca habían escuchado a Viggo comportarse de esa manera, es más siempre les huía a las dos muchachas como si fueran una plaga.

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