No puedo rendirme
Noah se presentó ante ella por primera vez, con una sonrisa galante que la lleno de nervios, y Areliz sonrió con una sonrisa temblorosa, casi sin ser capaz de pensar correctamente al tener delante a semejante hombre que fue capaz de cautivar la solo en ese primer momento de conocerlo.

Noah era un hombre que parecía unos años mayor que ella (que luego supo que sí, que era dos años mayor), alto y de hombros anchos, de cabello castaño bien peinado, una mandíbula fuerte y afilada y una leve barba recubriéndola, pero lo que más la cautivo fueron sus ojos castaños tan intensos y su boca… esos labios gruesos que no dejaban de sonreírle como nadie nunca le había sonreído.

—Yo soy… emm, Areliz Thatcher. —Carraspeó, recordándose que ella no era ninguna chiquilla de secundaria incapaz de enfrentarse a un hombre guapo, ella era una profesional—. Soy la Dra. Areliz Thatcher.

—Doctora, vaya. —Él se inclinó más hacia ella, poniendo la más nerviosa—. Me intrigas, ¿por qué no me cuentas sobre ti y
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