Heleanor respiró profundo, como si una carga pesada se la hubieran quitado de la espalda. Su respiración se calmó y sus sentidos se normalizaron, ya no estaba alarmada. Esas palabras la habían tranquilizado.—¿Es seguro? —preguntó Heleanor, para confirmar la veracidad del resultado.—Sí, la prueba de sangre es muy certera; tanto la cuantitativa como la cualitativa. La Cantidad de Beta hCG en el examen de sangre ha sido menor a cinco miliunidades internacionales por mililitro, por lo que es negativo. Para que un resultado dé positivo, por lo general debe haber más de veinte —dijo la doctora con total seguridad—. Otra cosa. Su fiebre es por un resfriado común. No tiene nada grave, siga la receta que le he mandado y se recuperará pronto.—Entiendo. Gracias por todo.—Es mi trabajo. Vuelva cuando a agendar una cita cuando quiera, señora Heleanor. Hasta luego. Heleanor dejó escapar un suspiro y se dejó caer en la cama, mientras una extensa sonrisa se mostraba en su rostro. Acarició la sáb
Hedrick sentía los blandos atributos de esa linda muchacha de cabello rubio y ojos verdes contra su torso. Ella más parecía una deidad que otro ser. Le habían dado ganas de ir al baño, pero solo se había encontrado con esa desconocida chica, que le había caído encima de la nada. La directora la ayudó a levantarse y luego se puso de pie.—¡Hela! —exclamó Holly, emocionada. En su pequeño pecho, no cabía la dicha de ver a su prima favorita, y, a la que, nada más podía ver pocas veces. ¿Qué hacía allí? Estaba contenta, pero era raro verla.—Holly —dijo Hela, cargando a su prima en sus brazos. Pero sin despegar la mirada de Hedrick. Todavía no se explicaba, ¿por qué estaba en el despacho con la hija de su tía?—Él es el tutor privado de Holly —comentó Anne, al ver la expresión confusa en el rostro de Hela. Recordó, entonces, que, estudiaban la misma carrera y veían clases iguales, por lo que, debían haberse conocido con anterioridad—. Hedrick, ella es mi sobrina, Hela, también estudia econ
Hedrick admiraba los fascinantes senos de privilegiado tamaño, que ya tenían los pezones duros, como un firme botón. Las grandes aréolas rosadas cubrían la punta de manera espléndida. Se llevó el pecho izquierdo adentro de la boca, con lentitud. Empezó a succionarlo con fuerza, tratando de sacar el dulce e inexistente néctar de Heleanor, pero no salió nada, porque todavía no lactaba. Movía su lengua, como un tornado, y lo chupaba, mientras que con la mano libre, apretaba y rozaba las finas protuberancias con la yema de su dedo pulgar. Entonces, pasó a degustar el siguiente, en tanto al derecho, lo comprimía y amoldaba en su extenso palmar.Heleanor suspiraba de forma pesada, en tanto observaba a detalle, como su habilidoso joven amante, le comía el pecho de manera vehemente y voraz. En la punta de sus pezones, percibió una rasquiña, estimulante. Aunque, era extraño, podía sentir más en sus senos, que hasta le habían comenzado a doler con ligereza. Era, como si sensibilidad hubiera aum
Hedrick estaba en su cuarto. Se había colocado ropa casual, para estar en la casa. El pelo azabache lo tenía mojado. Observó la túnica y la lencería de encaje color vino tinto, que estaba regada por la cama. Las recogió con cuidado, para que no hubiera evidencia de lo que habían hecho. Aunque, olía a sudor y también a la peculiar fragancia del orgasmo. Agarró un pequeño frasco de perfume y la roció en el aire, para camuflar el aroma. Entonces, se dirigió a la habitación de Heleanor. Al abrir la puerta, la vio a ella sentada en el tocador de la recámara, todavía con la toalla blanca, cubriéndole el esbelto cuerpo, mientras que con otra, se secaba el cabello húmedo, que le caía por la espalda, como una sombra oscura. Puso las prendas sobre la cama de ella y se acercó por la espalda, para darle suaves besos por el cuello.Heleanor sonrió con fascinación y malicia, en tanto veía su rostro en el reflejo del espejo y a Hedrick detrás de ella. Se detuvo y alzó su cabeza, para que él le sigui
—Hoy yo lavaré los platos —dijo Hedrick, con seriedad, luego de que hubieran terminado le cena. Se puso de pie y agarró los platos de su madre y la de Heleanor, mientras le guiñaba el ojo.—Bueno, estaré viendo televisión con Heleanor —dijo Hanna, llevándose por la mano a su amiga.La sala de estar estaba ligada a una entrada a la cocina, y de un lugar a otro, no se podía ver lo que sucedía.Heleanor observaba sin interés alguno a la pantalla del televisor. Una telenovela, de la cual no entendía nada, a la que Hanna era seguidora, era lo que veían. Miraba, con reiteración, hacia la puerta de la cocina. Golpeaba sus dedos contra sus piernas, debido a las ansias que tenía por ir con Hedrick. A pesar de haberlo hecho en varias ocasiones durante la tarde, su libido se mantenía intacto y con ganas de seguir sintiendo ese desbordante y delirante placer, que solo era capaz de proporcionarle ese joven atractivo y dominante, que rebosaba de energía. Por lo que estaba segura de que él podría co
Heleanor gemía en voz baja, para contenerlos. Se agarraba por el ancho dorso de su amante, mientras él seguía asaltándola con pasión, mientras se acoplaba a ella y complementaba su vacío natural. Podía quedarse viéndolo, y solo lograría enamorarse más de lo que ya estaba. Nunca pensó que el hombro que ahora la asaltara, sería su ahijado. Le enrolló sus piernas por la cintura, al excitarse con su relación social que los unía, que aunque no era de sangre, era suficiente, para trazar un muro inmoral entre los dos; pared que había sido traspasada desde hace mucho. Se bajó de la mesada, por indicación de Hedrick. Se dio media vuelta y se apoyó con las manos en el borde de la encimera, mientras estaba encorvada hacia adelante. Gimió con un poco más de volumen y Hedrick tuvo que cubrirle la boca con la mano, para evitar que los escucharan. Siguió recibiendo las controladas acometidas de Hedrick. Sentía como su entrepierna, se derretía y se empapaba de sus fluidos, por el estímulo que le prov
Heleanor volvió la sala de estar, con las dos malteadas ya preparadas. Una era de ella y la otra para su buena amiga.—Aquí tienes, Hanna —dijo Heleanor, de pie.—Vaya. Siento que es la malteada más larga del mundo —comentó Hanna, recibiendo su refresco—. ¿Y Hedrick?—Se fue a su habitación —comentó Heleanor, percibiendo un cosquilleo en su intimidad.Pero, mantuvo su expresión tranquila. De sus glúteos y de su entrepierna chorreaban los pegajosos fluidos de su orgasmo y de la eyaculación de Hedrick. Se deslizaban por sus muslos, como un lento rocío de la lluvia en la mañana. La sensación, como de haberse orinado, le provocaba rascarse, con urgencia. No tenía su braga de encaje negro, ya que Hedrick se la había quedado, para que ella la fuera a buscar.—¿Qué sucede? —preguntó Hanna, viendo a su amiga. Heleanor creyó que la había descubierto—. ¿No vas a sentarte?—No, es que estoy bien aquí —. Sintió, como cada vez iba bajando más. Debía hacer algo o Hanna lo vería. Sin embargo, tampoc
Hedrick estaba sentado en su silla del aula de clase. En el salón ya estaban todos los alumnos, solo a la espera de la profesora. Se oían las murmuraciones y risas de ellos. Presionaba de forma reiterada el botón de su lapicero. Mantenía su expresión seria y sombría. Su semblante era de pocos amigos durante las clases y no hablaba con ninguno, más que por temas de estudios. Ahora, le parecían más aburrida; lo que más quería era volver a su casa, para estar de nuevo con la mujer que amaba. Miró, su reloj en su brazo; apenas habían trascurrido un par de minutos. Soltó un suspiro; tenía el presentimiento, de que sería un día muy largo.—Buenos días a todos —dijo la profesora, que había llegado a la hora exacta en que iniciaba su hora. Los universitarios se pusieron de pie—. Pueden sentarse. Con base en lo que hemos estado viendo, hoy realizaremos un trabajo en pareja, que deben enviármelo hasta las once y cincuenta y nueve de la noche. Un minuto más y no será recibido.Hedrick alzó la ma