Hedrick estaba sentado en su silla del aula de clase. En el salón ya estaban todos los alumnos, solo a la espera de la profesora. Se oían las murmuraciones y risas de ellos. Presionaba de forma reiterada el botón de su lapicero. Mantenía su expresión seria y sombría. Su semblante era de pocos amigos durante las clases y no hablaba con ninguno, más que por temas de estudios. Ahora, le parecían más aburrida; lo que más quería era volver a su casa, para estar de nuevo con la mujer que amaba. Miró, su reloj en su brazo; apenas habían trascurrido un par de minutos. Soltó un suspiro; tenía el presentimiento, de que sería un día muy largo.—Buenos días a todos —dijo la profesora, que había llegado a la hora exacta en que iniciaba su hora. Los universitarios se pusieron de pie—. Pueden sentarse. Con base en lo que hemos estado viendo, hoy realizaremos un trabajo en pareja, que deben enviármelo hasta las once y cincuenta y nueve de la noche. Un minuto más y no será recibido.Hedrick alzó la ma
Heleanor observaba, mientras sus ojos azules, reflejaban lo que sucedía, como si fueran un espejo.—Así que, aquí vives —dijo Hela, mirando la casa de Hedrick.—Sí —respondió él, a secas.—Hasta mañana, Hedrick —dijo Hela, subiéndose al auto.Hedrick se quedó viendo, hasta que el auto se perdió a su vista. Entró a la casa y divisó a su madre, acostada en el sofá. Lamentó en sus adentros, porque había silenciado el celular, para hacer el trabajo. Se sintió culpable y decaído. Entonces, unas cálidas y reconfortantes brazos, lo abrazaron por el abdomen.—Ya has vuelto —dijo Heleanor, con tono apacible.—Li siento —dijo Hedrick, disculpándose por lo sucedido—. Tuve que hacer un trabajo en pareja y me olvidé de avisar. Las he preocupado.Heleanor sonrió con alivio. Confiaba en Hedrick y sabía que, él no la estaría engañando con una de sus compañeras. Sin embargo, un pensamiento surgió en ella, que la hacía replantear toda su relación y sus actos inmorales con su ahijado.—A Hanna, como tu
Hedrick levantó el brazo, antes de que sus compañeros se fueran a sus lugares.—¿Cuáles son las reglas? —preguntó Hedrick, con mirada profunda. Un aire poderoso lo abrigaba, como si fuera un millonario joven señor.—Solo hay una regla —respondió Lara, mirándolo a los doce elegidos—. Responder el examen.Hedrick fue el primero en marcharse a su escritorio y los demás lo imitaron. Estaba sentado en su silla de oficina. Había ingresado su nombre y revisaba las preguntas. No esperaba que el comienzo de sus pasantías, fueran así de estimulantes. Su expresión era sería, pero una de sus manos temblaba. Respiró con lentitud, para calmarse. Al pasar veinticinco minutos, oyó la voz refinada de Hela.—Ya he terminado —dijo Hela, mientras tenía su brazo levantado. Su puesto quedaba al lado de ella, por lo que cruzó miradas, con los brillantes ojos verdes de la hermosa rubia.—Puedes quedarte en tu sitio. Diremos los resultados, cuando todos la hayan terminado.Hedrick volvió a concentrarse en su
Hedrick le apretó el esponjoso trasero a Heleanor. La fue desabrochando los botones de la camisa blanca y se la quitó, con destreza.Heleanor se agarró el cabello azabache y se dio media vuelta, para que Hedrick le retirara el sujetador.Hedrick, contempló de nuevo los grandes senos de Heleanor. El pezón rosado, ya estaba rígido. Quizás era producto de su excitación, pero la areola rosada, se había oscurecido y se había expandido un poco más, mientras que el tamaño de los pechos, también parecían haberse agrandado. Se encorvó y sacó su lengua, para saborear el pecho. Lo lambia y lo humedecía con su saliva. Reposó sus manos en las anchas caderas de su novia y comenzó a chuparlos, un por uno. Pero ni así, podía saciar el hambre que sentía al ver a esa hermosa mujer, que enloquecía y lo descontrolaba. Los comprimía en su mano y los moldeaba, como si fueran suave algodón. Su atributo se endureció sin demora, desde el primer segundo. El bóxer y la tela del pantalón, hacían que se sintiera
Heleanor sentía que se desmayaba ante la oleada de emociones. El sueño la abrazo de forma agradable, como si su alma descansara. Ni siquiera sentía las piernas, era como si estuviera por morir, ante el orgasmo que experimentaba. Sus parpados le pesaban y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su cara. Ya no podía vivir sin Hedrick, sin que él la hiciera suya, porque ese joven, era el único que podía llevarla al paraíso, mientras las quemaba en el placer, de las llamas del infierno. Su relación era inmoral, era inaceptable, cuestionable y secreta. Pero si debía ser llevada a juicio, ya sea ante los hombres o los celestiales, jamás declararía que se arrepentía de haber probado del dulce néctar de su único fruto prohibido, porque haber aceptado entregarse a los brazos de Hedrick, era la mejor decisión que había podido tomar en su vida. Junto a Hedrick era feliz, era mujer, era libre, y sobre todo, se sentía viva, como jamás lo había sido.Hedrick sabía que todavía no había finalizado.
Hedrick volvió con sus compañeros de clases. Luego fueron a celebrar el inicio de sus pasantías a una cafetería, pues no podía beber alcohol. Regresó a casa, en la tarde. Saludó a su madre, quien estaba por salir con Harman, al que también le habló. Aprovechó que no estaba Heleanor, para poder repasar sin distracciones, porque tenerla cerca, era su más hermoso distractor. Después de haber terminado de estudiar, gastó su tiempo, nada más pensando y fantaseando de lo que harían, cuando Heleanor llegara. Sin embargo, por más que pasaban las horas, su bella novia, no llegaba. Así, que la llamó. —Heleanor, ¿ha sucedido algo? —preguntó Hedrick, con seriedad y preocupación. —No, todo está bien —contestó Heleanor, con voz neutra—. Me ha surgido un problema de último momento en la empresa. Es posible que no regrese hoy. Avísale a Hanna, por favor. Hedrick se quedó desanimado al oír las palabras de Heleanor. Pero, su relación no tenía por qué ser un peso muerto para su trabajo o estudios. Sus
Estaba un poco enojado con ella, porque era como si lo hubiera estado evitando, pero también se alegraba de poder verla de nuevo. En su torso, percibió un aire de tranquilidad.—Buenas noches —dijo Hedrick, saludando a las dos mujeres—. Madre. Heleanor.—Bienvenido, hija —dijo Hanna, emocionada—. Mira quien está de vuelta. ¿La extrañaste?Hedrick clavó su intensa y sincera mirada en los ojos azules de Heleanor. La melena oscura y su atuendo de empresaria, la hacían ver demasiado hermosa; ese era su distintivo. Sin embargo, Heleanor cambió la expresión en el rostro y apartó la vista, de forma seca, como si lo importara lo que había hecho, o que se hubieran vuelto encontrar, luego de varios días. Esa no era su Heleanor, aquella mujer que lo observaba con igual pasión que él. Era, como si esa chispa, o ese fuego, se hubiera apagado en ella. El ambiente era tenso. ¿Qué tanto podría cambiar alguien en escaso tiempo?—¿Qué dices Hanna? Hedrick ya no es un niño —dijo Heleanor, desviando la c
Hedrick y Heleanor ni siquiera podían inventarse alguna excusa, porque ya todo había sido descubierto. Los dos estaban anonadados, por la manera en que habían sucedido las cosas, por un descuido y una discusión, que pude ser tratada en otro lugar, habían sido descubiertos por Hanna.—Hanna, yo… —Heleanor comenzó a llorar, sin poder detenerlo. Había traicionado a su preciada amiga y maestra, al tener una aventura con el hijo de ella. ¿Qué podía decir? A pesar de todo, no se arrepentía, sino que, quería darle fin a su relación inmoral—. Lo siento —comentó con culpa y agachando la cabeza.—Lo sientes. ¿Qué es lo que sientes? Tú cargaste a Hedrick cuando era un bebé, por el amor de Dios. Estás enferma. —Hanna sollozaba a lágrima viva—. ¿Cómo pudiste meterte con mi niño? Es mi hijo y tu ahijado. —Tensó la mandíbula. Su rostro se puso rojo, por la ira que tenía.—No… —Intentó decir Heleanor, pero fue interrumpida por una estruendosa cachetada, que le quemó la mejilla, como si le hubieran pu